Teodoro León Gross-ABC

  • En Moncloa todavía creen que puede resistir su relato victimista contra jueces y medios

El show de ayer en Moncloa no es confusión, sino nervios. Como los quiebros inquietos de los caballos antes de entrar en boxes para lanzar una carrera. O esos amagos al timón en una regata para no perder el sitio antes de la bocina. Lo ocurrido en Moncloa no es una pelea de gatas rubias en el barro, aunque brillaran las uñas como las navajas lorquianas, sino un espectáculo de psicopolítica en un clima de tensión creciente. Lo de ayer no se vio allí ni siquiera con el ‘macho alfa’ de Podemos en los altares del poder o con su Krupskaia en el periodo terminal de la ‘ley del sí es sí’. Horas antes Podemos había convocado congreso y su portavoz admitía la hipótesis plausible del adelanto: «En esta coyuntura política, ante las evidentes muestras de debilidad del Gobierno, todo es posible». Estos días se levanta el dedo en cualquier esquina de Madrid y se puede sentir el viento electoral.

La deslealtad de María Jesús Montero al filtrar la noticia del día a ‘El País’ sin informar a su socio de Gobierno no sorprenderá demasiado a nadie. Hay políticos que brillan en el fango, y Marisú, que además puja también como candidata andaluza, ha empezado a mover sus fichas sin escrúpulos. Pero que la otra vicepresidenta se entere por la prensa de algo que golpea directamente a su maltrecha línea de flotación parece una maniobra demasiado marrullera incluso para la ‘Recaudadora en Jefe’. Sin embargo, Yolanda Díaz sacó la garra, sin dejarse engañar por los cantos de sirena de Pilar Alegría con sus argumentarios cuquis de los martes. Cuando la portavoz se dispuso a contar la milonga de que le recaudarán decenas de millones a quienes cobran el salario mínimo para proporcionarles mejores servicios públicos, quedó claro que Yolanda llevaba mejor mano para jugar sus cartas: «Vamos a decirlo claro, una peluquera tributa un 17 por ciento y una gran corporación al 3,8». Claro que esta zapatiesta parece ir más allá de la voracidad recaudatoria de Montero, que aspira a hacer caja con la avidez del sheriff de Nottingham. ¿Empieza el PSOE a mirar al centro, coqueteando de nuevo con la lógica de las grandes mayorías después de una legislatura muy polarizada, por tacticismo preelectoral?

De momento no hay motivos inmediatos para ir a elecciones, pero sí hay nervios. Los sondeos son malos aunque Sumar y Podemos parecen recuperar algo de oxígeno; la percepción de la corrupción se degrada a los niveles de Roldán y Filesa, pero en Moncloa todavía creen que puede resistir su relato victimista contra jueces y medios. Los delirios de Trump proporcionan buen viento de cola y tanto más con los chicos de Vox y los ‘Patriots’ convertidos en ‘cheerleaders’ de la Casa Blanca y el Kremlin. Sí, la sombra de las urnas se proyecta sobre el tablero entre análisis de los cabezas de huevo, pero esa sombra bien puede estar así dos años más. Es lo que tiene depender de un ‘maverick’ como Sánchez, siempre entre el oportunismo y el farol.