Ortega escribió que era sorprendente observar que «todos los grandes hombres políticos carecen de vida interior. No es paradoja decir que no tienen personalidad. La tienen sus actos, sus obras; pero no ellos». No sé qué decir, pero me viene a la memoria el político indio B. R. Ambedkar. A pesar de ser un paria, logró doctorarse en Derecho y en Economía. Era 22 años menor que Gandhi y se las tuvo con quien no era contrario al sistema de castas y fue llamado Mahatma (en sánscrito, alma grande). En 1932, Gandhi inició una huelga de hambre contra una medida británica, auspiciada por Ambedkar, por la que los ‘dalits’ (impuros) tendrían una representación diferenciada de las castas ‘superiores’. Éste denunció la huelga de Gandhi como «tramposa y malvada» pero, por miedo a que la culminara y muriese, se echó atrás; los parias podrían haber sufrido una matanza al ser culpados por los hindúes.
En 1936 fundó el Partido Laborista Independiente y escribió en ‘La aniquilación de las castas’ su deseo de que los hindúes se diesen cuenta de que «son los hombres enfermos de India y que su enfermedad está causando daño a la salud y felicidad de otros indios».
En 1947, con la independencia de India, el doctor Ambedkar -así se le mencionaba- fue nombrado ministro de Justicia y coordinó la nueva Constitución. Ésta llegó a prohibir la exclusión de los intocables en la vida pública, pero toleró el sistema de castas. Meses después, Gandhi fue asesinado.
Enfermo de diabetes, Ambedkar le sobrevivió ocho años y se convirtió al budismo en una línea ‘socialmente comprometida’. Condenó el matrimonio forzoso, la poligamia y el maltrato a las mujeres.