Gregorio Morán-Vozpópuli
Pedro Sánchez será presidente gracias a una derrota. La nuestra, la de todos aquellos que nos enfrentamos al nacionalismo, a la xenofobia y el supremacismo
Nos costó el aislamiento de los poderes dominantes cuando no que nos echaran de los lugares donde tratamos de defender con nuestros escritos la libertad y el derecho a expresarnos. Éramos –no me atrevo a decir somos- una mayoría a la que castigó el independentismo con todos los medios a su alcance, que son muchos. Ahora, tras presenciar el obsceno espectáculo de las negociaciones con Esquerra Republicana, podemos afirmar que la presidencia de Pedro Sánchez se ha construido con la condición implícita pero evidente de hacernos callar, y si es posible desaparecer, para que el triunfo de la vileza no desmaquille al protagonista. Ni información, ni periodistas, sólo él, única fuente de verdad fabricada a cada instante. Pedro Sánchez ha hecho de la política un chiringuito de comida a domicilio; lo que pida el cliente de turno; calentar, llevar y cobrar.
Las prisas son el resultado de la ambición patológica. Si hay que matar debe hacerse rápido para que el siguiente crimen tape al anterior y la gente acabe por acostumbrarse. Las muertes lentas tienen objetivos cortos. Los grandes crímenes políticos hay que hacerlos sin anestesia, a tajo abierto y sin preocuparse por la estética. Estamos presenciando los modos de un criminal político muy superior a lo que ya teníamos conocido. Es mentiroso compulsivo, constructor de un falso currículo hecho de humo y mierda, capaz de decir por la mañana lo contrario que por la tarde y erguir la jeta de piedra marmolea allí donde sólo hay cartón piedra. Pero ya lo ven, hay gente que cree en él como podría hacerlo en la Virgen de Fátima, porque está allí y además aseguran que hace milagros. Cada milagro de Sánchez humilla al creyente. Bastaría con la última convocatoria electoral; se lo puso más difícil a sí mismo y acabó echándole la culpa a la derecha, anodina y desnortada ante la desfachatez de este embaucador con pretensiones.
Están crujiendo las instituciones. Los tribunales se cimbrean y la Constitución ha entrado en la UVI. Hay un nuevo lenguaje que se parece a la neolengua de Orwell donde cada expresión significa lo contrario de lo que describe. El intento de golpe con barretina del nacionalismo se dice ahora conflicto político y la Constitución se denomina marco legal: dicen sus voceros que para no herir susceptibilidades, cuando de lo que se trata es de hacer como si no hubiera ocurrido. A Pedro Sánchez le gustaría que todo se diluyera ante su arrebatado ascenso mientras que los delincuentes con los que negocia aseguran que lo volverán a hacer a la primera oportunidad. Mal asunto cuando es el aspirante a presidente quien hace oídos sordos a las intenciones de sus avaladores. Eso es señal de que estamos en una negociación desigual en la que los papeles se han invertido. Por palabras que no quede. Nadie tiene el desparpajo y la desvergüenza de Pedro Sánchez con el léxico. Y lo curioso es que tampoco nadie puede reprochárselo porque no le da ni la oportunidad. Rajoy era un presidente indolente ante todo, incluida la información; Sánchez es un obseso en instrumentalizarla, no necesita escucharla ni que se le pregunte. Está para servirle, que por eso él es presidente y los demás plumillas.
El historiador de mañana se quedará perplejo ante la baratija de palabras de hoy. Confieso el rubor ajeno que sentí al escuchar a Pablo Iglesias su recital de agradecimientos al detestado Sánchez; quizá no estaba en el guion, de ahí que el presidente en funciones hiciera algo parecido a un amago de elogio a ese socio que ayer le quitaba el sueño. Es una lástima que las televisiones apenas lo recogieran y los periódicos ni siquiera lo transcribieran. Valía oro de chamarilero porque se festejaban su acuerdo de Gobierno, el que presentaban al público cándido; el fetén nos lo burlaron según costumbre.
Al menos sabemos una cosa, y es que la suerte está echada y esta es la enésima derrota de una izquierda que sólo puede gobernar si miente y enmascara sus mentiras con gestos grandilocuentes»
A diferencia de Sánchez, que siempre está igual a sí mismo, sorprendía el rápido proceso de envejecimiento de Iglesias. En menos de cinco años se ha vuelto irreconocible, quizá porque ha perdido la credibilidad y repite sus mantras con la dejadez del empleado con contrato fijo. Pase lo que pase él ya tiene un futuro asegurado. Toda una lección para el precariado. Porque en política no pesan tanto los años como el deterioro de las vísceras; el hígado se hace sentir por la insistencia en tragaderas y el estómago se resiente de tantos sapos que digerir. También los hijos, la familia y los amigos a los que se debe alimentar con la misma seguridad con la que se vanaglorió antaño. Pero no es lo mismo ser vasallo, consciente de que te apearán a la primera oportunidad. De ahí los elogios desmedidos a un patrón como Sánchez, que exige obediencia y mudez y no comparte beneficios.
La neolengua de Sánchez que patrocinan sus edecanes está llena de supuestos hallazgos lingüísticos. Si la rebelión, el levantamiento, la vulneración constitucional ya tiene sus equivalentes, el último invento es el de enmascarar el intragable referéndum con la fórmula la población debe participar en lo aprobado con Esquerra Republicana. ¿Qué fórmula más adecuada que una consulta a la población soberanista catalana para que avale el trágala?
Es posible que haya alguien, incluso muchos, que crean que la victoria pírrica de Pedro Sánchez en pos de su Presidencia en el gobierno es un triunfo de la izquierda. Además de una ingenuidad es un desconocimiento absoluto del personaje, pero sobre todo quienes así piensen están desdeñando que una negociación deja heridas que no es posible restañar. Demasiadas cosas se han ido diciendo para que al menos algunos no se las creyeran, pero sobre todo están los hechos. También puede ser pírrica esta victoria del nacionalismo catalán, pero tratándose de un horizonte tan opaco al menos sabemos una cosa, y es que la suerte está echada y esta es la enésima derrota de una izquierda que sólo puede gobernar si miente y enmascara sus mentiras con gestos grandilocuentes. Ni una ilusión, ni una idea, ni una verdad; todo filfa para asegurarse el presupuesto.
¿Acaso no es esa la patética intención del PSOE en León? ¡Dadnos una autonomía doméstica y quedaros con todo lo demás! A su pequeña escala no van más allá de los proyectos fracasados de Esquerra de Cataluña que al fin han encontrado a un tipo sin escrúpulos capaz de echarles una mano que les saque a todos del pozo en el que se han metido.