EL MUNDO 19/05/14
JOSEBA ARREGI
· El autor considera que la UE garantiza la identidad de los individuos y sus derechos como ciudadanos
· Recurre a Ortega para sostener que Europa es una realidad anterior incluso a los estados nacionales
Repasando los medios de comunicación en el inicio de la campaña uno se encuentra que los debates y los análisis se centran en cuestiones muy cercanas en el tiempo, en los problemas acuciantes del presente, y además vistos y analizados desde el horizonte concreto y limitado de los estados nacionales. Y en ese horizonte la Europa responsable de los males propios sigue siendo la percepción segura que supera a la Europa que garantiza la paz y la libertad. Por esa razón, la austeridad impuesta o la supremacía alemana se sobreponen a la idea de lo que Europa es y debiera ser, al proyecto político europeo en su más amplio sentido. Poco se recuerda a la Europa necesaria para hacer imposible una nueva guerra mundial. Se ha olvidado que el Estado del Bienestar en Europa es fruto de la cristianodemocracia, y que en algunos casos, la socialdemocracia ha sido la que ha conseguido consolidar dicho Estado del Bienestar con políticas de austeridad a tiempo, como el canciller Schröder en Alemania.
No cabe duda de que Europa hoy no ilusiona lo que podía hacer antaño: para muchos de nosotros Europa era la libertad, era el derecho, era una ilusión que se estaba haciendo realidad, un sueño de paz y libertad. Hoy se identifica con burocracia, decisiones exageradamente detalladas, procesos obscuros de toma de decisión, falta de influencia global, y cada vez más, pequeños nacionalismos económicos.
En este contexto no estaría mal que se recordara lo escrito por Ortega y Gasset: «Ahora bien, es incuestionable que todos los pueblos de Occidente han vivido siempre sumergidos en un ámbito –Europa– donde existió siempre una opinión pública europea. Y si ésta existía no podía menos de existir también un poder público europeo que sin cesar ha ejercitado su presión sobre cada pueblo. En este sentido, que es el auténtico y rigoroso, una cierta forma de Estado europeo ha existido siempre y no hay pueblo que no haya sentido su presión, a veces terrible… Éste es el auténtico gobierno de Europa que regula en su vuelo por la Historia al enjambre de pueblos, solícitos y pugnaces como abejas, escapados a las ruinas del mundo antiguo. La unidad de Europa no es una fantasía, sino que es la realidad misma, y la fantasía es precisamente lo otro: la creencia de que Francia, Alemania, Italia o España son realidades sustantivas, por tanto, completas e independientes».
Hace bastantes años que el entonces presidente del partido Cristianosocial de Baviera, ministro de Hacienda con el canciller Kohl, en su saludo a los asistentes a uno de los congresos de la CDU dijo que él era bávaro por su identidad sentimental, que era alemán por el sentimiento de solidaridad y europeo por el sentimiento de libertad. Con esas palabras rompía lo que construye la identidad producida por el Estado nacional, en su bondad y en todos sus peligros: la fusión de identidad individual, identificación colectiva y derecho de ciudadanía.
Europa es, y debe ser cada vez más, el espacio en el que la libertad que surge de la ruptura de la fusión producida por el estado nacional, sin negar ninguno de sus componentes, esté mejor garantizada, un espacio que es el espacio de la cultura constitucional democrática compartida, un espacio en el que a nadie se le obliga a identificarse con un colectivo determinado, identificación de la que depende su derecho de ciudadanía. Ése es, junto con a la mínima igualdad necesaria para la dignidad humana, el ideal de Europa que nunca marchita.
Joseba Arregi fue consejero del Gobierno vasco y es ensayista y presidente de Aldaketa.