Iñaki Ezkerra-El Correo

  • ¿Qué objetivo real tenía esa entre vista de la vicepresidenta con Puigdemont en Waterloo?

Es un famoso vídeo que aún circula por internet y que fue tomado a mediados de febrero de 2008, a menos de un mes de las elecciones generales, en el que se puede oír perfectamente al presidente Zapatero diciéndole al periodista Gabilondo en el plató en el que el segundo acaba de entrevistar al primero: «Nos conviene que haya tensión; yo voy a empezar a partir de este fin de semana a dramatizar un poco». Creo que es más que oportuno recordar ese ‘momentazo’ de la vida política española en un presente en el que la táctica sanchista, si no es la misma, se le parece demasiado. ¿Qué objetivo real tenía esa entrevista de la vicepresidenta del Gobierno con Puigdemont en Waterloo? Si lo que estaban haciendo es negociar una salida para que el prófugo burle a la Justicia de nuestro país, ¿no lo podían hacer por teléfono o por cualquiera de los mil medios que hoy ofrece la tecnología?

No resulta nada descartable que esa foto buscara allanar el terreno para esa amnistía que hoy se está discutiendo en los medios como si, en efecto, fuera discutible. Pero la sonrisa de Yolanda Díaz, que le habría convenido ahorrarse si de lo que se trataba era de hacer pasar un esperpento jurídico por una opción seria y legítima, delata otro fin añadido como es el del desafío y la provocación. Esa foto y esa sonrisa, ciertamente obscenas, tenían el evidente propósito de introducir unas dosis de tensión, crispación y desestabilización en la ciudadanía. Aquí hay quien está buscando desde la izquierda, y también desde la derecha, que los gestos, los guiños, las fotos de la infamia se interpreten como hechos reales y se confundan con violaciones consumadas del orden constitucional. De lo que se trata es de lograr que unos pierdan los nervios antes de que se consume ese amagado asalto a la legalidad democrática así como de que otros permanezcan pasivos hasta que dicho asalto sea un hecho consumado. Vivimos un delicado momento en el que tan peligrosa sería la impasibilidad social frente a la voladura del régimen del 78 como la precipitación y la desproporción en la respuesta cuando éste no se ha producido.

Sí. Ese empeño de repetir hasta la saciedad que «el Gobierno no se va a salir del marco constitucional» y de acompañar esa cantinela, presuntamente tranquilizadora, con amagos y escenificaciones que la contradicen es un juego macabro en el que históricamente se han especializado todos los clásicos enemigos de la democracia y que me recuerda a los chulos del colegio que se te acercaban en el patio del recreo para amagar con que te propinaban un puñetazo y sonreír cada vez que tú te protegías la cara. Hasta el momento en que dejabas de hacerlo y que el abusón aprovechaba para hacer a traición su puñetazo efectivo.