- Una duda es si usará dobles para las escenas de riesgo. Me refiero a los encuentros callejeros con “la gente”. Imaginemos a un espontáneo que saca una pancarta que dice “¡Que te vote Txapote!”. Estropearía la toma
Soy muy de series. En cuanto veo que salen coreanos, ahí estoy. Incluso he disfrutado con un par de series tailandesas. Estos días he visto el comienzo de dos muy esperadas y con gran presupuesto: el spinoff de Juego de Tronos y la última adaptación políticamente correcta de Tolkien. Bien, vale, pero me han dejado frío. La serie que espero con verdadera ilusión es la de Pedro Sánchez
Podría ser como Succession, en la que todo gira en torno a la importancia de un patriarca déspota. Sí, de un tipo engreído que disfruta haciendo la vida imposible a sus hijos lameculos y despreciables. También podría parecerse a The Crown, lanzada para revitalizar la imagen de la dinastía inglesa. Quizá así sabríamos a qué se dedica Begoña Gómez en África, o qué negocios tenía el suegro del presidente.
La telenovela de Sánchez tal vez se parezca más a House of Cards, y veamos el auge y la carbonización de sus adláteres, como Carmen Calvo o Iván Redondo. Por cierto. Siguiendo con este último personaje y sus obsesiones. Sánchez me parece demasiado similar al Fary como para protagonizar el “Ala oeste de la Casa Blanca”, serie de hombres blandengues.
Descarto, por supuesto, que siga la línea argumental de Borgen. Lo digo porque esos políticos salían cocinando su propia comida, planchando su ropa, cambiando pañales, conduciendo utilitarios, y mirando ofertas del supermercado. Vamos, comportándose como la plebe. Es más; esos políticos de la serie danesa tenían a gala las grandes coaliciones, cosa que causa vómitos de arcoiris en Sánchez.
Una duda es si usará dobles para las escenas de riesgo. Me refiero a los encuentros callejeros con “la gente”. Imaginemos a un espontáneo que saca una pancarta que dice “¡Que te vote Txapote!”. Estropearía la toma. La otra posibilidad es que se llame a simpatizantes sanchistas, como los últimos 50 que visitaron la Moncloa. Los pobres llevaban el aplauso aprendido, y estaban atentos a la claqueta, como el público de la famosa carrera de cuadrigas de Ben-Hur.
¿Habrá tomas falsas? Por ejemplo, una risotada de Sánchez a destiempo cuando Calviño le diga que tenemos una inflación de dos dígitos. O una mirada a cámara al leer en el diario sanchista de la mañana que España fue el mayor importador mundial de gas ruso por barco en julio y agosto.
Tiene más sentido que sea como Versalles, la serie francesa sobre Luis XIV, el rey Sol, que cuenta la historia de una ambición personal contra todos, entre el lujo y la arrogancia propios, y la pobreza ajena. Hablando de déspotas, he de decir que todavía no se ha llevado a la televisión El otoño del patriarca, pero sí Tirano Banderas, la novela de Valle-Inclán estrenada en el Teatro Español cuando agonizaba otro dictador, Franco. Ahí dejo la idea.
Descarto, por supuesto, un “Vota Juan”, de Javier Cámara, porque sería un plagio contar la historia de un mediocre medrador y su carambola, y tendría menos gracia. Por supuesto no voy a entrar ahora a comparar a Sánchez con Zapatero, que tuvo un durísimo competidor en Mr. Bean.
Lo que seguro tendrá la telenovela de Sánchez es mucha trola, sobre todo después de escuchar a la portavoz del Gobierno, cabizbaja pero a porta gayola, que “mentir es pecado”. Habrá toneladas de maquillaje, litros de botox y ácido hialurónico. Sánchez habrá convertido la Moncloa en un enorme camerino para salir como Tom Cruise en Risky Business, deslizándose en calcetines y ropa interior con la música de Bob Seger.
Lo veremos, porque nuestro Sánchez querría haber sido portada del “Superpop”, que las adolescentes tuvieran su foto como fondo de pantalla en el móvil, y que los bomberos le dejaran su puesto en los calendarios. Es modesto, como la gente corriente, con su pequeño Falcon y su carrerita sexy alrededor del Palacio; eso sí, ahora sin corbata para cuidar el medio ambiente.
Todo esto se hará con dinero de la gente, claro. Porque la gente necesita conocer al gobierno de la gente. Faltaría más. Es hora de que nos demos cuenta de que el presidente es uno más de nosotros, como tú y yo, aunque mucho mejor, más guapo, más listo, más alto, más presidente, con el pantalón más apretado, y en inglés. Ya lo dijo Tezanos: los españoles no le votan porque le tienen envidia cochina. Y es que tenemos un presidente que no nos merecemos. En serio.