ABC 13/08/16
EDITORIAL
· Las purgas internas, las amenazas a los críticos o la intolerancia de la directiva son avisos muy explícitos de que esta izquierda es de la más vieja escuela del marxismo depurador
LA decisión de Pablo Iglesias de claudicar en sus aspiraciones de unir, en una coalición, la marca electoral de Podemos a En Marea en las próximas elecciones autonómicas gallegas demuestra la decadencia en la que está sumida la formación populista. El fracaso de Pablo Iglesias en su intento de superar electoralmente al PSOE y de liderar la izquierda española ha dado paso a la deserción de sus socios territoriales. Colau en Cataluña, Oltrá en Valencia y, ahora, En Marea en Galicia –que solo le ofrece la posibilidad de diluirse en su candidatura– han puesto a Iglesias ante el espejo de su debilidad. Para esta izquierda el único fin que justifica los medios es el acceso, o el asalto, al poder. Iglesias no solo no les sirve, sino que estas «marcas» de Podemos lo ven como un problema de cara a su futuro político inmediato en las comunidades donde disputan el poder al PSOE y al PP. Podemos ha entrado en una fase de declive porque su proyecto es parasitario de los problemas del PSOE. No superar a Pedro Sánchez el 26-J ha supuesto para Iglesias perder una oportunidad quizá irrepetible, porque será difícil que vuelva a toparse con un PSOE tan débil y desunido como el que acudió a las urnas en los últimos comicios.
Las izquierdas nacionalistas a las que se asoció Podemos, y cuyos éxitos fueron asumidos como propios por Pablo Iglesias, están demostrando con hechos que la formación morada carece de un proyecto político que resista las adversidades. No es lo mismo protagonizar una tertulia que someterse al escrutinio de la prensa libre; o lanzar arengas de corte bolivariano que hacer discursos verdaderamente políticos en el Congreso. Más allá de una reciclada retórica izquierdista, barnizada con el lenguaje de las redes sociales y de las tertulias televisivas, Podemos no ha sabido ofrecer nada sólido ni moderno. Por ejemplo, las gestiones de los ayuntamientos «del cambio», de las que tanto se ufana Iglesias, ya no tienen el beneficio de la duda, y revelan la incompetencia de sus ediles más significativos y las tensiones que generan la amalgama de «anillos», agrupaciones de barrio y grupos extremistas que conforman los equipos municipales.
Pero lo que más daño hace a la imagen de Podemos es que sus tics totalitarios han tardado poco en aparecer. Las purgas internas, las amenazas a los críticos o la intolerancia de la directiva son avisos muy explícitos de que esta izquierda es de la más vieja escuela del marxismo depurador. Y además, cultiva la hipocresía y el cinismo, a partes iguales, cuando se llena la boca hablando de derechos sociales y, al mismo tiempo, defiende a Pablo Echenique, presunto defraudador de los derechos laborales de quienes trabajaron para él. Podemos es un partido que se ha hecho tan viejo como la ideología que representa.