Gabriel Sanz-Vozpópuli

El presidente parece haber iniciado un peligroso camino de enfrentamiento con el inquilino de La Casa Blanca solo por una razón interna: debilitar al PP

Pedro Sánchez ha demostrado durante los últimos días una tentación tan comprensible como peligrosa para esa España oficial que vive del espejismo de la prosperidad macroecónómica: el presidente habría decidido confrontar ideológicamente con Donald Trump en el escenario internacional que se ha abierto con su vuelta a La Casa Blanca, para medirse aquí, en España, con el representante de esa «internacional ultraderechista» de la que habla, Santiago Abascal, y poner así a la defensiva a su verdadero rival en la pelea por La Moncloa, Alberto Núñez Feijóo.

Si estuviéramos hablando del típico achique de espacios al adversario que busca todo político -y todo deportista-, nada que objetar, pero la geopolítica es algo muy distinto. Ahí no operan los alineamientos ideológicos primarios. Hablamos, nada más y nada menos, que de las relaciones entre la primera potencia mundial y la cuarta economía del euro, un país importante en la Unión Europea, sí, pero no de la dimensión de una Alemania, una Francia o Italia; no digamos Gran Bretaña. Una España a la que le cuesta alquilar piso y llegar a fin de mes, y a la cual le está yendo bien la macroeconomía solo porque la industria hotelera y hostelera ya atiende a 90 millones de visitantes al año -y subiendo-; una España que necesita como agua de mayo de la inversión extranjera, particularmente de esas grandes corporaciones y fondos estadounidenses que apoyan a Trump.

‘Made in Spain’ un 40% más caro

Denominar gratuitamente «tecnocasta» a los dirigentes de esas corporaciones, por más que Elon Musk caiga mal en esta Europa, muy dada a mirar por encima del hombro desde nuestro despotismo ilustrado, no parece la más inteligente para relacionarse con su mentor, Trump; alguien que, literalmente, no sabe donde está nuestro país y nos vincula al bloque enemigo de los BRIC -Brasil, Rusia, India y China-. Podemos reírnos mucho de su ignorancia, de la de todos ellos, pero necesitamos de los Estados Unidos y de su poder inversor porque somos una sociedad que, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria (2008), vio disminuir su poder de compra del 103% de la media de la Unión Europea que llegó a alcanzar en 2006 hasta este raquítico 87% de hoy.

Nos han pasado en ese ranking, no digamos Irlanda, que nos dobló hace tiempo, sino últimamente países como Eslovenia, Chipre, Malta o los Bálticos; en resumen, no estamos para tirar «cohetes», como le gusta decir al presidente del Gobierno de nuestra economía, y si Trump cumple su amenaza de imponer unos aranceles del 100% a nuestros productos frente al 60%, eso significaría que muchos productos españoles, del campo pero no solo, pasarían a ser un 40% más caros que el de nuestros directos competidores; un suponer, Italia con el aceite de oliva … Houston, tenemos un problema con el Made in Spain.

Llevamos un año enfrentados a Israel, el otro gran vector de eso que llamamos pomposamente Occidente junto con Europa; ¿vamos a abrir ahora una guerra ideológica preventiva con el recién elegido presidente de los USA por más atrabiliario que nos parezca? ¿De verdad? Anda que no va a haber motivos durante los próximos cuatro años de Trump para ponerse firmes en la defensa de nuestra posición; por ejemplo, cuando nos saque los colores porque España invierte solo el 1,3% del PIB en Defensa y en 2029 apenas llegará a ese 2% que exige la OTAN.

Llevamos un año de enfrentamiento abierto con Israel, el otro gran vector de eso que llamamos pomposamente Occidente junto con Europa, Estados Unidos y Canadá; ¿vamos a abrir ahora una guerra ideológica preventiva, siquiera dialéctica, con el recién elegido presidente de los USA por más atrabiliario que nos parezca? ¿De verdad? Anda que no va a haber motivos durante los próximos cuatro años de Trump para ponerse firmes en la defensa de nuestra posición a cuenta, por ejemplo, de los aranceles con los que quiere gravar nuestros productos o cuando nos saque los colores porque España invierte solo el 1,3% del PIB en Defensa y en 2029 apenas llegará a ese 2% que exige la OTAN.

Puedo entender las urgencias políticas del presidente del Gobierno, a quien los sondeos que se están publicando estos días no le otorgan una sola combinación aritmética electoral que haga posible su permanencia en La Moncloa si hoy convocara elecciones, entiendo, si me apuran, que sintoniza con la inmensa mayoría de la sociedad española cuando avisa a los Estados Unidos que no piensa dedicar el 5% del PIB anual a gasto de Defensa -tendría que recortar 50.000 millones de gasto social- pero estamos hablando de geoestrategia.

‘Peón’, no ‘alfil’

Hablamos de ese tablero de ajedrez que es la política internacional en la cual España es un simple peón de brega, no un caballo ni un alfil; no tenemos ni armas nucleares ni asiento -y poder e veto- en el Consejo de Seguridad de la ONU, como Gran Bretaña o Francia, y tampoco podemos presumir del poderío económico alemán. ¿Alguien se acuerda ya del solemne reconocimiento del Estado Palestino que hicimos hace unos pocos meses junto a Irlanda, en plena conflagración en Gaza? ¿Detuvo la guerra o, más bien, ha habido que esperar al cambio de inquilino en La Casa Blanca?

Que conste que no estoy diciendo que el Gobierno deba plegarse a los deseos de un mandatario que lo primero que ha hecho, nada mañas ganar las elecciones, es expresar su intención de anexionarse Groenlandia, esa vasta isla-continente de soberanía danesa desde hace siglos, no. Lo que hay que hacer es medir mucho la reacción y, en el caso español, sopesar el peso del país, no de su presidente, aunque él crea que presidir la Internacional Socialista y ser el mandatario de izquierdas más importante del continente -al canciller alemán Olaf Schölz le quedan menos de dos meses, según todos los sondeos- le habilita para convertirse en la Nemesis de Trump aunque sea solo a efectos domésticos.

En la otra orilla del Mediterraneo está un tal Bibi Netanyahu esperando la ocasìón de cobrar a Pedro Sánchez todas las facturas, todos los excesos del Gobierno hacia Israel durante los dos últimos años, al margen del resto de cancillerías europeas, convenientemente silentes para sus intereses; y le va a cobrar, con o sin ayuda del ‘amigo americano’, todo, lo suyo y lo de la vicepresidenta Yolanda Díaz como portavoz de esa izquierda española tan antisionista y partidaria de sentar al primer ministro israelí en el banquillo del Tribunal Penal Internacional

Porque en la otra orilla del Mediterraneo está un tal Bibi Netanyahu esperando la ocasìón -no le quepa duda, estimado lector- de cobrarle a Pedro Sánchez todas las facturas, todos los excesos del Gobierno de coalición de izquierdas hacia Israel durante los dos últimos años al margen del resto de cancillerías europeas, convenientemente silentes para sus intereses; y le va a cobrar, con o sin ayuda del amigo americano, todo, lo suyo y lo de la vicepresidenta Yolanda Díaz como portavoz de esa izquierda española tan antisionista y partidaria de sentar al primer ministro israelí en el banquillo del Tribunal Penal Internacional… Como diría un castizo demasiado arroz para tan poco pollo.

Céntrese el jefe del Ejecutivo en recuperar -lo que pueda- la relación trasatlántica perdida y no dé a Santiago Abascal más protagonismo del que los acontecimientos internacionales y la política española de los últimos años han querido darle. Porque, lo contrario, usar a Vox para desgastar a Feijóo y a esa alternativa en la que intenta convertirse el PP -a veces con nulo éxito- puede no servirle de nada a tenor de los sondeos y acabar debilitándonos (más) a todos los españoles en el ámbito de la economía.