¿Qué quiere decir Egibar cuando sentencia que los suyos liderarán desde donde se encuentren? ¿Quiere decir que piensa radicalizarse para aglutinar a todos los ‘patriotas’ para fortalecer, como ya lo intentó con el frustrado Pacto de Lizarra, a todos los abertzales y crear un contrapoder en la sombra?
Es tal la expectación creada en torno al pleno de investidura de Patxi López, mañana en Vitoria, que el Parlamento bien podría colocar el consabido cartel de sabor taurino: ‘Agotadas las localidades’. No hay aforo que resista la avalancha de interesados que quieren ver, en vivo y en directo, el traspaso de poderes del nacionalismo que ha gobernado durante tres décadas en Euskadi al socialismo que estrena condición gracias al apoyo del Partido Popular. ¡Quién se lo iba a decir a José Blanco hace tan sólo tres meses! El interés ha ido creciendo hasta el punto de que observadores que no tienen una relación directa con la política o el periodismo no quieren perderse la ocasión. Como si de la final de Copa se tratara.
Una actitud que contrasta con la mantenida por los dirigentes nacionalistas que, si bien asistirán al Parlamento, entre otras cosas para apoyar a Ibarretxe en su discurso, preparan un protocolo de perfil bajo para minimizar el acto de la jura de Gernika, en una estrategia que apunta a una deslegitimación del nuevo Gobierno. En estos dos meses de silencio programado, Patxi López ha ido sorteando obstáculos hasta situarse en capilla (aunque no humillado ante Dios) antes de desvelar ante el hemiciclo su programa de gobierno.
¿Qué papel tendrá la Ertzaintza en la persecución de ETA, mientras tutela a las víctimas del terrorismo que han sufrido tanta orfandad política durante estos años? ¿Cuáles son sus planes para liberar la educación y la lengua de la servidumbre nacionalista? Y respecto a la crisis económica, ¿qué hacer para autodeterminar el País Vasco de la crisis económica global?
Sus predecesores tuvieron que enfrentarse a la gran crisis de la reconversión industrial y su propio padre, el carismático sindicalista ‘Lalo’, hacer de bombero y pirómano en grandes batallas como la de La Naval. ¿Y con los medios de comunicación públicos? Todo un ramillete de problemas que asustaría al mismo Obama pero que es inevitable abordar para visualizar el cambio en cuanto suba la primera escalinata de Ajuria Enea sin herir susceptibilidades en el mundo nacionalista.
A estas alturas del recorrido, ni siquiera notables y víctimas de terrorismo del Partido Popular como la eurocandidata Jiménez Becerril tienen ya dudas sobre el empeño de Patxi López en ofrecer un Gobierno de cambio y no sólo un cambio de Gobierno. La hermana del concejal asesinado por ETA en Sevilla, en el fatídico año 1998, escuchó con atención a Antonio Basagoiti y ha optado por dar su voto de confianza al nuevo Ejecutivo vasco. En esa tesitura se mueve todo el PP, hasta el punto de que su presidente Mariano Rajoy se desplazará a Vitoria para manifestar su apoyo.
Todo está a punto, a la espera de que uno de los primeros movimientos del Gobierno de Patxi López esté relacionado con las obras de la ‘Y vasca’. También de la mano del nuevo ministro de Fomento, José Blanco, deberá ofrecer una primera expresión de transversalidad al abordar con pragmatismo uno de los problemas de interés general como el del trazado de la alta velocidad.
Pero el PNV sigue dolido. Es la primera vez que un partido mayoritario, desplazado hacia la oposición, se niega a ceder el poder y pasar a la sombra del protagonismo de una forma tan manifiesta. ¿Cómo, sino ‘trasgresión democrática’, se puede llamar a la actitud que está adoptando el partido de Urkullu si sus dirigentes, a excepción del diputado general de Vizcaya, José Luis Bilbao, se empeñan en aferrarse a la idea de que se puede liderar un país desde la oposición?
¿Desde cuándo una oposición no se atiene a su deber de controlar la acción de Gobierno? ¿Qué quiere decir Egibar cuando sentencia que los suyos liderarán desde donde se encuentren? ¿Quiere decir que piensa radicalizarse para aglutinar a todos los ‘patriotas’ (de derechas, izquierdas, demócratas y cómplices del entorno de ETA) para fortalecer, como ya lo intentó con el frustrado Pacto de Lizarra, a todos los abertzales y crear un contrapoder en la sombra que no le deje a Patxi López ni respirar?
Ésa es una inquietud que planea en los círculos constitucionalistas. El viraje que el PNV ha dado en el Congreso para intentar aislar al presidente Zapatero negociando, si es preciso, con el mismo Partido Popular es el inicio de un cambio radical alimentado por el enojo de haberse visto desplazado de Ajuria Enea. La huelga político-sindical que le espera a López servirá de barómetro para medir el papel que está dispuesto a ejercer el PNV desde la oposición.
Porque tendrá que pasar un tiempo hasta que el PNV se reencuentre en su nuevo espacio. Hasta que considere tan legítimo un Gobierno que logra más apoyos en el Parlamento que los cosechados por su propio partido. De momento, los jeltzales quieren restar brillo al acto de la jura del cargo del nuevo lehendakari en la Casa de Juntas de Gernika, al no movilizar a sus bases para que asistan al acto solemne. Todo un presagio de los comienzos difíciles del nuevo Ejecutivo autónomo.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 4/5/2009