PEDRO ONTOSO-EL CORREO

  • Un porcentaje significativo de los electores franceses de esta confesión apoya a las formaciones ultraderechistas. ¿Qué pasará en España?

Emmanuel Macron volvió a citar en su discurso de investidura al abad Gregoire, un sacerdote revolucionario (1750-1831) cuyo legado lingüístico y filosófico acostumbra a reivindicar el inquilino del Elíseo en sus intervenciones solemnes. El clérigo, miembro de los Estados Generales en un tiempo decisivo para Francia, escribió aquello de que el Evangelio «es el más republicano de todos los libros». Su fascinante biografía puede servir como ejemplo para calibrar la mutación ideológica de los católicos galos, que en un porcentaje significativo se han escorado hacia planteamientos de extrema derecha.

El voto catolico se ha radicalizado hacia Marine Le Pen y Eric Zemmour. En cinco años pasó de apoyar a los republicanos en un 55% a respaldar a la extrema derecha en un 40% (primera vuelta). El respaldo a la izquierda no ha desaparecido, pero si a ese porcentaje le añadimos el 14% de Jean-Luc Mélenchon es ya un 51% lo que se llevan las formaciones extremas. En la segunda vuelta los católicos practicantes resistieron mejor los cantos de sirena de Le Pen y votaron a Agrupación Nacional por debajo de la media de los franceses.

La posición de la comunidad musulmana también es muy significativa. El 70% del voto de esta confesión fue para la extrema izquierda de Mélenchon. Si le sumamos el 7% de Le Pen y el 2% de Zemmour tenemos casi un 80% de apoyo a la acción política radical. Los datos reflejan una radicalización del voto de las dos confesiones más importantes de Francia, cada una en un extremo: los católicos anclados en la derecha y girando hacia posiciones ultras y los musulmanes entregados de manera abrumadora al discurso melenchonista. Una polarización insana.

¿El hecho de pertenecer a una confesión religiosa tiene un impacto en el comportamiento electoral? En Francia parece que sí, pese a que se trata de un país muy secularizado donde la laicidad es sagrada. Es un voto movilizado. En el caso de Macron parece claro que su ‘ley del separatismo’ le ha quitado popularidad entre los musulmanes. Por el contrario, Le Pen ha conseguido hacerse con quienes secundaron el movimiento ‘Manif pour tous’, las marchas tradicionalistas contra la apertura del matrimonio a parejas del mismo sexo. Sin desdeñar el descontento social contra el sistema, se podría aventurar que se están cavando trincheras identitarias en las que se estaría larvando un magma difícil de controlar.

Los obispos franceses, que no están para dar muchas lecciones tras el escándalo de la pederastia, evitaron consignas de voto, pese a que Zemmour se presenta como el defensor de una cultura cristiana «en peligro», sobre todo por el auge del islam. Se limitan a recordar lo que dice el Evangelio, sin emplazar a los ciudadanos a plantar cara y formar una barrera, pese a que no se puede ser católico y xenófobo. La ortodoxia democrática no admite matices.

Algunos analistas se preguntan si el catolicismo francés está girando hacia un pensamiento reaccionario. Coincide con lo que viene pasando en otras latitudes, por ejemplo en EE UU, donde los grupos evangélicos (el 36% de los votantes republicanos) han llegado a colocar a gente de su parroquia en instituciones claves como el Tribunal Supremo, lo que repercute en la orientación de la actividad legislativa. Ese integrismo que justifica desde el ámbito de la moral las decisiones políticas, que también afecta a la jerarquía católica pese a los movimientos del Papa Francisco, está provocando una fuga de fieles, según investigadores como el teólogo e historiador Massimo Faggioli, autor del libro ‘Joe Biden and Catholocism in the United States’.

¿Y en España? Entre los observadores eclesiales hay expectación por medir la evolución del voto católico en una sociedad en la que la Iglesia pierde peso a pasos agigantados y un partido como Vox se sienta en los parlamentos. Santiago Abascal, que se fotografió en el Vaticano junto a Salvini en una visita al cardenal Robert Sarah (alineado con el grupo de oposición a Francisco), se ha referido al Papa como «ciudadano Bergoglio», para despojarle de cualquier autoridad moral e ignorar su liderazgo religioso. El dirigente ultra, al que no le gustó que el pontífice pidiera perdón por los pecados de la Iglesia durante la evangelización de América, también discrepa del salario universal (una renta mínima) que propone el Papa argentino o de la defensa de una Europa tolerante y generosa con los inmigrantes.

Hay movimientos para guiar el comportamiento político de los católicos. En las elecciones de Castilla y León hubo voto católico en favor de Vox y habrá que testar lo que pase en los comicios andaluces. En un acto reciente en la mezquita de Córdoba (el escenario no era casual), Abascal reivindicó la Andalucía de Fernando el Santo, de Gonzálo Fernández de Córdoba y de Isabel la Católica «frente a la Andalucía de Blas de Infante, de Almanzor y de Al-Andalus». Por ahí van los tiros.