Cuenta Cayetana Álvarez de Toledo en su libro Políticamente indeseable una agria conversación con Pablo Casado en la que el presidente del PP reconoce haber puesto el partido en manos de su secretario general Teodoro García Egea: «Te lo reconozco, Cayetana: le he entregado a Teodoro todo el poder».
Cayetana no comprende cómo el líder del PP ha concedido al número dos popular un margen de actuación casi omnímodo a la vista de las consecuencias que eso puede tener en el futuro no ya del partido, sino del centroderecha en España. Y así se lo hace saber a Pablo Casado.
El resultado del pulso es conocido. Cayetana es destituida como portavoz y languidece hoy en el Congreso a la espera de que Pedro Sánchez convoque elecciones generales y ponga punto final a su carrera política, mientras que Teodoro es en la actualidad el Iván Redondo, el Félix Bolaños, el Óscar López y el Santos Cerdán del PP.
Pero el problema de un poder omnímodo es que también comporta una responsabilidad omnímoda. En los logros, por supuesto. Y también en los fracasos.
El mayor logro de Teodoro en el PP consiste en haber puesto en fila de a uno, a fuerza de decapitaciones y de la promoción de incondicionales, muchos de ellos amigos de Nuevas Generaciones sin mayor mérito conocido que dicha incondicionalidad, un partido que se deshilachaba cuando Pablo Casado le ganó la presidencia a Soraya Sáenz de Santamaría.
«Eso habría sido un mérito si hubieran aprovechado esa limpia para captar o recuperar talento perdido» dicen fuentes cercanas a la cúpula del partido. «Pero han construido un Congreso en el que Alberto Casero es de los más listos del equipo».
Tanto se habla de la resiliencia de Pedro Sánchez y de su alienígena capacidad para encajar ganchos que noquearían a cualquier otro líder político que nos olvidamos de que Teodoro García Egea almacena más muertos en el armario que ningún otro secretario general en la historia del PP, por muy general secretario que fuera.
Porque cadáveres son la rocambolesca guerra fratricida contra Isabel Díaz Ayuso. La OPA navajera a Ciudadanos, que ha transmitido la imagen de un partido gorilero que se emplea con saña de callejón contra un peso ligero. La incapacidad para pergeñar una estrategia ganadora frente a un Vox al que no es imposible imaginar ya dándole el sorpaso al PP. La decisión de convocar elecciones en Castilla y León. O incluso el voto con el codo de Alberto Casero, un error humano de esos que se suelen evitar escogiendo para el puesto a un humano de los que no le ha declarado una guerra sin cuartel a la tecnología.
«Casado es Teodoro y Teodoro es Casado» dicen en el partido quienes niegan la tesis de una supuesta incompatibilidad de estilos entre ambos líderes. «Son un paquete» dice otra fuente popular. «Se ha vendido la idea de que es Teodoro el que no traga a Ayuso» dice una tercera fuente del partido. «Es mentira, el odio de Teodoro es por delegación. Es Pablo el que no la soporta».
La Teocracia, como es conocida hace ya tiempo en el PP, parece tan intrínseca al liderazgo de Pablo Casado que no extrañaría oírle un día al presidente popular aquel felipismo del «dos por el precio de uno». Paradójicamente, cuanto más débil esté Casado más rocoso aparecerá Teodoro ya que la finiquitación de este haría más fácil la del líder del PP. Y de ahí que un mal resultado en las elecciones de Castilla y León (un resultado por debajo de los 33-35 escaños) pueda acabar añadiendo un par de metros más a la muralla Teocrática que Casado ha construido a su alrededor.
Un mal resultado en Castilla y León sería letal para el PP. Obligaría a los populares a cambiar un socio al que se pretende absorber (Ciudadanos) por uno que amenaza con absorber al PP (Vox). Pondría en serio riesgo a Juanma Moreno en Andalucía. Movilizaría a la izquierda en torno al PSOE frente a la posibilidad de que Vox pueda acabar con varios ministros en la Moncloa, y no precisamente en el papel de ministros florero como es el caso de Unidas Podemos. Y demostraría no ya que Mañueco no es Ayuso, sino que el que no es Ayuso es Pablo Casado.
Más grave aún. La sensación de que Casado y Teodoro sólo han necesitado ocho meses para dilapidar la pantagruélica bacanal de capital político acumulado por Ayuso (y que se concretaba en 30 escaños más para el PP) sería inescapable.
«Juanma Moreno está acojonado» dicen fuentes cercanas a Génova. «El suelo del PP, su base electoral, está ahora al completo en Vox. El PP sobrevive gracias a los que le votan con la nariz tapada porque el liderazgo de Inés Arrimadas en Ciudadanos ha resultado ser mucho más endeble de lo que se preveía. Y Casado tiene un problema enorme: está siguiendo los pasos de Albert Rivera en su época final en Ciudadanos. Con la diferencia de que a Rivera le machacaban para presionarle a hacer algo y a Pablo, España y los españoles le dan por amortizado. A Rivera se le acusaba de engreído, de haber perdido el foco, pero siempre desde el respeto intelectual y personal. Que la izquierda te critique es siempre bueno. Ayuso nació y creció así. Pero una cosa es que la izquierda te critique y otra que la derecha te ignore o te vea como un líder que no vale para el puesto. Ese es el problema del PP».
En circunstancias de normalidad, el encargado de revertir esta situación sería el secretario general del partido. Pero el secretario general no ha dado señales hasta ahora de ser capaz de diseñar cualquier estrategia política que vaya más allá de las próximas 24 horas. Un rasgo de carácter, por cierto, del sanchismo: el tacticismo extremo.
«El PSOE tiene un argumento ganador: la alternativa a un Gobierno socialista es uno con Vox» dicen en el partido. «Y si las elecciones en Castilla y León corroboran esa percepción, el PP estará muerto como alternativa de Gobierno. Primero, porque su votante moderado se irá al PSOE. Segundo, porque la izquierda se movilizará. Y tercero, porque su votante de base se continuará moviendo hacia Vox a medida que estos limen sus propuestas más esperpénticas».
«El problema no es que perdamos las elecciones generales» añaden. «El problema es que las ganemos» dicen algunos en el partido. «Con el país crispado hasta el guerracivilismo, con Vox en el Gobierno y con la deuda inasumible que nos deje el PSOE, ¿te imaginas a Teodoro García Egea, a Alberto Casero, a Andrea Levy, a Pablo Montesinos o a Ana Camins en el Consejo de Ministros?» dicen otros. «Algunos en Génova ya se están repartiendo los ministerios».
Si este domingo el PP obtiene un mal resultado en las urnas de Castilla y León, la cascada virtuosa popular (Castilla y León, Andalucía, Valencia y generales) se irá por el desagüe. Y a Pablo Casado sólo le quedaría ya un as en la manga antes de que el partido gire la vista hacia Ayuso: apostatar de la Teocracia.