Belén Altuna, EL PAÍS, 20/10/11
Asistimos estos días a un drama en tres actos. Los dos primeros, la Conferencia de mediadores internacionales y la adhesión «solemne» de la izquierda abertzale, ya han tenido lugar; el tercero, la declaración de ETA aceptando lo solicitado por los anteriores y emplazando al gobierno a cumplir también su parte, está -según parece- al llegar. Para explicar el porqué de tan cuidada escenografía, algunos analistas han aludido a la metáfora de la percha: aquella que le permitiría a ETA colgar por fin su sangriento traje, sin arrugarlo demasiado, sin que parezca demasiado sucio. También se ha hablado de pista de aterrizaje, de colchón, de alfombra y de cojines
Todas las metáforas confluyen en lo mismo, en la idea de facilitar el proceso. No es casualidad que los mediadores sean denominados asimismo facilitadores. Es gracioso si uno piensa en su antónimo: usted, señor/a, ¿qué es, facilitador o complicador? Pues precisamente de esa manera es como quieren clasificar a la ciudadanía y a sus representantes políticos: los que están «por la paz» y los que no hacen sino «poner obstáculos». Qué duda cabe que los primeros suenan mucho mejor. Y ¿quién mejor para vender y gestionar la paz que las personas encargadas de vender y gestionar el ‘conflicto’? La izquierda abertzale parece haber cambiado de negocio -antes comerciaba con cerillas, ahora con extintores-, pero está por ver si son de verdad dos negocios distintos.
Estando la ‘paz’ más cerca que nunca, no es momento de ponerse exquisitos, dicen algunos. ¿Qué necesitan hacer teatrillo, escenificar y solemnizar el final, hacer creer a los suyos que no han sido derrotados, endulzar las hieles con las mieles de los votos? Todo eso, y un avemaría, por la ‘paz’. Así piensan muchos. Ya, pero si uno entiende que no estamos ante un proceso de pacificación -puesto que no ha habido ninguna guerra-, sino ante un «proceso de paulatina incorporación e integración en el sistema democrático» de todos aquellos que han amparado, utilizado o favorecido la violencia terrorista -como resumía hace unos días Iñaki Subijana, el presidente de la Audiencia de Gipuzkoa-, entonces habremos de preguntarnos de qué manera y hasta dónde estamos dispuestos a facilitar ese aterrizaje, sin devaluar aquello mismo que queremos potenciar y difundir, esto es, la firmeza democrática, los principios del estado de derecho, la justicia y la memoria de las víctimas. Otorgar una contraprestación política por ejercer y/o abandonar la lucha armada sólo facilitaría una cosa: la corrupción de los principios democráticos. Mientras la propia izquierda abertzale no admita esto, su integración en el sistema será instrumental o estratégica, sí, pero no más.
La percha para que ETA cuelgue su sucio traje está ahí, esperándole. Aplaudiremos a rabiar. Será, sin duda, su mejor actuación.
Belén Altuna, EL PAÍS, 20/10/11