Un simple vistazo a la agenda de Pedro Sánchez basta para confirmar que el presidente tenía ayer lunes la tarde despejada, lo que añade insulto a la injuria y hace más inexplicable todavía su ausencia en el funeral por las víctimas de la DANA. Tan visible fue la ausencia de Sánchez en la mayor tragedia ocurrida en España desde los atentados de Atocha que los medios de la Moncloa se vieron obligados a disparar al azar. «Feijóo llega tarde y entra el último al funeral» decía uno de esos medios. Milei tenía razón cuando dijo aquello de «al zurdo le das un milímetro y lo utiliza para machacarte».
En realidad, Sánchez siempre dobla la apuesta. Como los valencianos le abuchearon en Paiporta, él se borró del funeral. En su cabeza, los castigados fueron los valencianos.
La agenda de Pedro Sánchez es clara. Nada a partir de las 17:00. El funeral en Valencia empezó a las 19:00. Para acudir en 2018 a un concierto de los Killers en Benicàssim (Valencia) el presidente movilizó el avión presidencial y todo el personal que le acompaña en sus viajes oficiales. Los recursos del Estado están para lo que están.
Lo cierto es que hace tiempo que Pedro Sánchez no acude a ningún lugar donde no tenga comprado al público. La mera posibilidad de que alguien pueda abuchearle basta para que el presidente del Gobierno huya. Luego le dice a los medios que la gente le demuestra su cariño por las calles y le pide que «resista». ¿De qué calles habla? No serán las de Valencia. Ni las de Madrid. Ni las de ninguna ciudad española, de hecho.
No cabe otra explicación para su ausencia que la siguiente.
En el imaginario del sanchismo, cualquiera que abuchee al presidente es ultraderecha, fango y franquismo, aunque le haya pasado por encima un tsunami de lodo y sus motivos para el cabreo estén ampliamente justificados.
Pero en el funeral sí estuvo Carlos Mazón, al que también increpó algún asistente, como era previsible, y que a pesar de eso hizo acto de presencia en una ceremonia donde el ambiente no era precisamente el más cómodo posible para un político.
El presidente del Gobierno ha abandonado tres veces a los valencianos.
La primera vez, cuando rechazó declarar la emergencia nacional, algo a lo que estaba obligado, dejando a las víctimas en manos de los escasos recursos de la comunidad autónoma valenciana, muy menores en comparación con los del Gobierno central.
La segunda vez, cuando huyó a la carrera de Paiporta mientras los reyes aguantaban un chaparrón que ni siquiera iba dirigido contra ellos, sino contra él.
La tercera, ayer, cuando se borró del funeral por las víctimas de la DANA. Un funeral al que sí acudieron Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y otros presidentes autonómicos del PP. Los de Andalucía, Aragón y Murcia.
¿Mi apuesta? Sánchez quiso ahorrarse los abucheos para que se los llevara todos Mazón y Diana Morant apareciera como la alternativa impoluta al presidente popular.
Un tacticismo más. Como cuando racaneó con la ayuda a los valencianos, como quien especula con un bitcóin, calculando el provecho personal que podía extraer él de la desesperación de las víctimas. Esa desesperación podía derrotar hacia Mazón o hacia Sánchez. Y Sánchez intentó que derrotara hacia Mazón, como quien canaliza las aguas de un río para que no inunde poblaciones habitadas durante las crecidas.
Pero la imagen que quedará del día ayer ni siquiera será la de la ausencia de Sánchez, sino la de los reyes consolando uno por uno a los familiares de las víctimas de la DANA.
Sánchez lo vio por televisión, si es que lo vio (apuesten por el «no»).
Es un buen momento para recordar el soberbio ataque de cólera que sufrió el presidente cuando Feijóo se reunió con Emiliano García-Page tras la DANA, y visitó antes que él la zona afectada. Sánchez quiere el protagonismo, pero sin actuar en la película. Y el resto de los españoles, incluidos los de la oposición, somos sólo extras de su superproducción.
Aunque la solución para evitar el adelantamiento de Feijóo era fácil: llegar antes que el líder del PP a la catástrofe. Es decir, ejercer de presidente del Gobierno.
Sin embargo, Sánchez especuló, como especula siempre. «Como su proyecto es el antiproyecto», me dijo ayer un periodista amigo, «a Sánchez no le importa salir quemado de la DANA si Mazón sale doblemente incinerado. ‘Ya saldré a flote’, piensa el presidente. Para él, la DANA es sólo una palanca política con la que derribar a la oposición».
De hecho, ningún miembro del Gobierno tenía agendada su presencia en el funeral de Valencia hasta que el escándalo por la ausencia de Pedro Sánchez obligó a la Moncloa a reaccionar. Los escogidos fueron Ángel Víctor Torres, María Jesús Montero y Diana Morant.
Si yo hubiera sido el organizador del acto, habría dejado una silla vacía en el lugar donde debería haberse sentado Pedro Sánchez. La peor ansia de protagonismo es la de quien se borra de un acto al que va todo el mundo.
Luego, Pedro Sánchez se queja de que lo deshumanizan. De que la oposición y los medios lo caricaturicen como alguien sin sentimientos ni empatía. Alguien cuyo único motor vital es su interés personal, y tan despreocupado del país que preside como del destino de quienes lo habitan. Un perfecto representante de la tríada oscura de la psicología: maquiavelismo, narcisismo y psicopatía.
Así lo caricaturizan «los del fango».
¿De dónde habrán sacado la oposición, los medios y los españoles esa imagen de él?