JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 28/11/15
· Tanto se enquistó la guerra de Siria que Estados Unidos sopesó intervenir sin tapujos. Pero entonces apareció Rusia.
La primera fase de la guerra de Siria se inicia con la llamada «primavera árabe», diseñada para derrocar una serie de regímenes enemistados con los países de la zona que no han sido (ni serán) agredidos por su títere Estado Islámico. La guerra de Irak había sido percibida por las masas cretinizadas como una chapuza desastrosa; y el Nuevo Orden Mundial, para seguir perpetrando sin reproche sus desmanes, prefirió cambiar de táctica, ofreciendo a las masas cretinizadas un simulacro de «movimiento popular» que las pusiese mollares.
La operación fue abortada con presteza en Irán, triunfó en otros países que desde entonces se han convertido en polvorines (pensemos en Egipto o, sobre todo, Libia) y se enquistó en Siria, donde Al Assad plantó cara a los «rebeldes» (en su mayoría, fanáticos y mercenarios extranjeros), aunque sin fuelle para derrotarlos. Tanto se enquistó la guerra de Siria que Estados Unidos, con la excusa de evitar que Al Assad emplease armas químicas, sopesó intervenir sin tapujos, al modo desastroso de Irak. Pero entonces apareció Rusia, desbaratando la excusa.
Así terminó la primera fase de la guerra de Siria. Es entonces cuando los mercenarios y fanáticos que allí combatían se quitaron la máscara y formaron el llamado Estado Islámico, que con financiación y armamento del NOM infligió muy duros reveses al ejército sirio y logró conquistar zonas con pozos petrolíferos y restos arqueológicos que se convertirían en su principal fuente de ingresos. Como las atrocidades de Estado Islámico herían la delicada sensibilidad occidental, se formó una «coalición internacional» de pacotilla con la excusa de bombardear sus posiciones; pero lo que en realidad hizo esta coalición fue bombardear infraestructuras del ejército sirio. Entonces Rusia volvió a intervenir, declarando la guerra a Estado Islámico e iniciando una campaña aérea verdadera y no fingida que, además de sacar los colores a la «coalición internacional», propició inmediatos avances del ejército sirio.
Así terminó la segunda fase de la guerra de Siria. El NOM aceptó entre espumarajos que, para impedir la victoria de Al Assad, había que lanzar sin tapujos una intervención militar. Pero tal intervención no podía repetir los errores de procedimiento de Irak. Para ello, era preciso darle el abrazo del oso a Rusia, que en dos ocasiones había desbaratado los planes del NOM, y escenificar una apariencia de consenso internacional a través de una resolución de la ONU (que es un fetiche que gusta mucho a los tontos útiles).
Los atentados del Sinaí y de París, reivindicados por Estado Islámico, crearon el clima de emotivismo idóneo para que la escenificación resultase convincente. El derribo del avión ruso perpetrado muy felonamente por Turquía parece dificultar el éxito de esta tercera fase; pero en realidad se trata de una trampa saducea muy pérfidamente urdida, que pretende situar a Rusia en el dilema de devolver el golpe (convirtiéndose, definitivamente, en la bicha de las masas cretinizadas, que son todas muy pacifistas) o allanarse ante los dictados del NOM, que no soporta que Rusia, además de dificultar sobremanera sus designios, se atreva a denunciar sus connivencias con Estado Islámico, de las que Turquía obtiene pingües beneficios.
Por supuesto, esta intervención militar no pretende acabar con Estado Islámico, sino convertir Siria en un estado títere que pueda ser desmembrado, para reconfigurar el mapa de Oriente Próximo. Parece que ahora, por fin, el Nuevo Orden Mundial puede salirse con la suya; pero intentar dar un abrazo del oso a un auténtico oso puede provocar zarpazos imprevistos.
JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 28/11/15