- El presidente Sánchez, que felicita anualmente el Ramadán a los musulmanes, prefirió dejarnos en evidencia lanzando de paso un guiño a la ultraizquierda con la que gobierna, cuyo ministro consideró mucho más importante acudir a una función del circo
Desde antiguo España ha sido considerada, dentro y fuera de nuestro territorio, como la tierra de María Santísima. Pío XII en octubre de 1954, con motivo de la clausura del Congreso Mariano Nacional de España, se dirigió a sus participantes diciendo «Porque España ha sido siempre, por antonomasia, la tierra de María Santísima y no hay un momento de su historia, ni un palmo de su suelo, que no estén señalados con su nombre dulcísimo». Mucho tiempo atrás, Alejandro VI, como prueba de la fe incólume de España, otorgó a Isabel y Fernando en 1494 el título de Reyes Católicos. Sirva esta introducción para mostrar mi asombro y decepción, a partes iguales, por la ausencia de representación española alguna en la reapertura al culto de la catedral de Notre Dame.
Para certificar el despropósito no es necesario recordar la presencia en París de Meloni, Trump, Zelenski, el príncipe de Gales, los Reyes de Bélgica o el príncipe Rachid de Marruecos, que de cristiano tiene bien poco. Todos estos comprendieron que debían asistir porque, además de la dimensión religiosa, el acontecimiento trascendía este carácter por su significado histórico para el pueblo de Francia. La vecina España no encontró miembro alguno del Gobierno con agenda disponible para esa tarde. El presidente Sánchez, que felicita anualmente el Ramadán a los musulmanes, prefirió dejarnos en evidencia lanzando de paso un guiño a la ultraizquierda con la que gobierna, cuyo ministro consideró mucho más importante acudir a una función del circo.
La secularización evidente de España no justifica el desplante realizado, pero es sin duda una razón que le permite a Sánchez despreciar a los católicos sin coste electoral alguno, es más, se apunta a la tesis de Zapatero partidario de tensionar para conseguir unos pocos votos más a la izquierda de su partido. Desconozco las razones de la ausencia de la familia Real en Notre Dame, pero lamenté no verme representado, como español y católico, ni por los Reyes, ni por la princesa de Asturias, ni por la Reina Sofía. Al odio de Sánchez y su Gobierno a todo sentimiento cristiano estamos acostumbrados, pero de la trayectoria impecable del Rey hubiera esperado otra decisión, aunque de ella hubiera podido derivarse un encontronazo similar al que tuvo con el autócrata en Paiporta.
Como estamos a punto de celebrar el nacimiento de El Salvador, quiero terminar mi último artículo en positivo retomando el hilo del comienzo. Cuando a pesar de las agendas de la ONU nadie parece acertar con la receta para construir un mundo mejor, pensando en la trayectoria de Dios hecho hombre, creo que dar con ella, también en la política, es bastante más sencillo de lo que parece. La fórmula magistral para lograrlo nos la dejaron dos doctores de la Iglesia, San Juan de la Cruz y San Agustín: «Al atardecer de la vida nos examinarán del amor» y esta otra «Ama y haz lo que quieras». Ojalá sea este nuestro propósito para 2025. Feliz Navidad a todos.