Era la mirada de ETA. Su atractivo le permitía acercarse a guardias civiles a los que después buscaba para acabar con sus vidas. Era La Tigresa de los etarras, esa mujer que sin llegar a la veintena de años formó parte del entramado etarra. Ascendió en la estructura terrorista y formó parte de los comandos más duros de ETA. Fue condenada por 23 asesinatos, entre ellos, uno de los más sanguinarios en la historia de la democracia, el coche bomba en la plaza de la República Dominicana de Madrid, en 1986, donde fue asesinada una docena de agentes de la Guardia Civil.
Era la joven de ese comandoMadrid integrados por Suárez Gamboa, Troitiño, De Juana Chaos o Inés del Rio. Y ayer salió de prisión, oculta por su casco de moto, de copiloto, y con un despliegue preparado por su entorno para evitar a los medios de comunicación que ayer se dieron cita en la prisión alavesa de Nanclares de la Oca.
La Tigresa no se ha dejado ver en el momento de abandonar la cárcel ya que varios vehículos –entre ellos una furgoneta y una moto– han formado un convoy y han salido todos juntos del recinto para tratar de despistar y que no se supiera a bordo de qué vehículo viajaba. Los ojos de ETA cuentan ahora con 52 años. Apenas llegaba a la veintena cuando se integró en las filas terroristas. Tras su detención en 1994, fue condenada a 2.400 años de cárcel por sus 23 asesinatos, entre otros delitos. Ha cumplido 23 años de pena.
La Tigresa fue una de las etarras arrepentidas que se acogió a la Vía Nanclares, ese camino que puso en marcha el Gobierno de Zapatero y que continuó el actual para aquellos terroristas que abandonaran la lucha armada y rompieran lazos con el entramado terrorista. Por esta vía, los etarras se han podido ir acogiendo a beneficios penitenciarios. De hecho, la ya excarcelada obtuvo ocho permisos antes de abandonar la cárcel.
López Riaño rompió lazos con la dirección etarra en 2010. Hizo llegar numerosos documentos al juez de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional expresando su arrepentimiento. Así, este tribunal comenzó a concederle permisos penitenciarios en 2015. Lo que no consta es que haya facilitado a los tribunales información que permita esclarecer alguno de los más de 350 crímenes de ETA aún sin resolver, muchos de ellos, en su época. Margarita, según su primer alias en la banda, es responsable, entre otros, del atentado en la plaza de la Republicana Dominicana o del atentado frustrado contra el entonces presidente del Tribunal Supremo, Antonio Hernández-Gil, su escolta y su chófer.
Ingresó en el comando Oker con tan sólo 18 años secundando primero acciones de boicot y sabotaje de intereses franceses en España y cometiendo después varios asesinatos. Tras su paso por el comando Madrid, del que fue expulsada en 1986, se refugió en Argelia durante cinco años hasta que se sumó a otro comando, Ekaitz, responsable de una oleada de atentados en Barcelona, Valencia, Alicante o Murcia.
Guardias civiles y policías nacionales recordaron ayer las víctimas perpetradas por esta terrorista. En un comunicado conjunto del SUP y de la AUGC, apuntan: «Como sufridores y objetivo permanente de ETA, queremos recordar que, a pesar del anuncio del desarme, no estamos de celebración completa puesto que el anuncio que esperamos es el la total rendición y desaparición de estos asesinos». Reclaman a los terroristas su colaboración para esclarecer «todos los crímenes pendientes».