DAVID GISTAU, ABC 21/03/14
· Para este verano, la agencia Partizan ya ha introducido en los catálogos, junto al palacio de Schönbrunn y la torre Eiffel, el parque temático etarra.
Cuando su jefe era Rafa Di Zeo, luego encarcelado, la barra brava de Boca Juniors, conocida como La Doce, ofrecía por cien dólares a los turistas una experiencia que se dio en llamar «Adrenalina Tour». En día de partido, los citaban en la Casa Amarilla, colindante con el estadio, les asaban unos choripanes, les enseñaban a cantar los himnos y luego los incorporaban a la grada para que se sintieran feroces barras por un día. Existía también la opción del desplazamiento a otro estadio a bordo de autobuses desvencijados, con la emocionante posibilidad de ser emboscados por una barra enemiga. Aquí, la tarifa se encarecía en cincuenta dólares más.
Aunque divertida, esta excursión carecía del prestigio utópico al que son tan sensibles los usuarios de otro tipo de «tour», los del turismo revolucionario. Durante años, este servicio lo prestó a la perfección el parque temático de la selva Lacandona, frecuentado primero por rapsodas del ideal profesionales, y luego por todo tipo de turistas que anhelaban para la conciencia los mismos beneficios que un spa aporta al cuerpo. Me pregunto cómo habrá tratado el paso del tiempo al subcomandante Marcos, un genio dotado de un gran instinto escénico que completó la hibridación comercial de dos conceptos que parecían imposibles de casar: insurgencia y Disney. La utopía no ofrece en la actualidad un destino vacacional comparable a aquel. Y eso que en Orlando tienen a Pocahontas.
¿O sí? Para este verano, la agencia Partizan ya ha introducido en los catálogos, junto al palacio de Schönbrunn y la torre Eiffel, el parque temático etarra. Ignoro en qué fase del «conflicto» nos ubica el hecho de que la ETA se comercialice para los turistas revolucionarios. Como si ahí, en la figuración, un poco como «cowboys» de Almería, hubiera una salida laboral para una mano de obra especializada únicamente en el asesinato y limitada por sus trazas lombrosianas. En todo caso, hay una dificultad: el programa anunciado es aburrido.
No niego el encanto rupestre de los murales, como en Belfast. Pero lo demás resulta tedioso. ¿Una visita a la redacción de Gara? ¿Un salto al santuario de Aránzazu? ¿Una merienda en Guernica? Vamos. Es más intenso irse de «clubber» a Ibiza. Ni siquiera la propuesta de participar en la cadena humana contiene la misma emoción que viajar en el autobús de La Doce. Lo que podrían es inspirarse en el parque francés que recrea la aldea de Astérix y construir, mezcla de Sierra Maestra y Club Med, un poblado típico de una guerrilla forestal como el que aparece en el mítico capítulo de McGyver sobre «los vascos».
Esos peroles en el fuego. Esos etarras con rasgos mexicanos que hacen gimnasia en calzoncillos pero con la «txapela» puesta. Esas cabañas. Esos «irrintzis» al atacar que parecen los gritos de los sioux. Ahí hay un «tour» al que se apuntaría hasta Régis Debray.
DAVID GISTAU, ABC 21/03/14