Ignacio Marco-Gardoqui

En este espinoso y complejo asunto de los impuestos a las empresas energéticas el final de año ha sido glorioso. El más difícil todavía, lo nunca visto, la traca final. Vean. Hasta el miércoles 18 de diciembre y para corregir lo abultado de sus beneficios, así sin matices ni correcciones, las empresas energéticas soportaban un gravamen sobre sus ingresos. Llegó el jueves 19 y la propuesta de prorrogarlo, como había pactado el Ministerio de Hacienda con ERC, Bildu y Podemos fue derrotada en el Congreso gracias a la sorprendente unión en contra de Junts, PNV, PP y Vox, unidos para la ocasión alrededor de causas diversas. Unos, como Junts, no querían correr el riesgo de perder inversiones; otros, como el PNV, deseaban convertirlo en un impuesto para concertarlo y poder modularlo después a su antojo. Algunos, como Podemos, porque les parecía poco y querían apretar más. Y el resto, los de PP y Vox, simplemente para mostrar sus diferencias con el PSOE en materia de impuestos y para fastidiar, claro.

Total, que al decaer la propuesta de prórroga el gravamen no existía y, por tanto, no podía prorrogarse. Por eso, ayer día 23, el Consejo de Ministros aprobó un gravamen temporal a las energéticas para 2025 de acuerdo con lo pactado por el PSOE con la izquierda de la izquierda (Podemos), y la izquierda independentista (ERC y Bildu), y en contra de lo acordado con el centro (Junts), la derecha del centro (PNV), la derecha (PP) y la derecha de la derecha (Vox). Aguante un poco y no se vaya, que esto no termina.

Hete aquí que un impuesto solo se puede crear mediante una ley, así que lo aprobado tendrá que darse una vuelta por el Congreso y recibir su aprobación. Cosa que no sucederá si se mantienen las posturas actuales. Por eso Bildu, que en esto de la estrategia malévola le saca varios cuerpos al siguiente, ha pactado con el Gobierno que el gravamen propuesto sea un impuesto. Fuerza así la postura del PNV, pues esto era lo que deseaba para concertarlo después y hacer de su capa un sayo y de su casaca un abrigo.

No me dirá que no es un final de año apoteósico. Pues hubo más, mucho más. Suben las pensiones (aplausos cerrados), se prorrogan las ayudas al transporte (más aplausos), se amplia el programa de ayudas para la compra del coche eléctrico (murmullos de satisfacción), se extienden los ERTE para los afectados por la erupción del volcán de La Palma (signos de incredulidad ¿todavía estamos con eso?), se prorroga el ‘escudo antiopas’ (Sidenor satisfecho, Talgo molesto) y se pone fin al IVA rebajado de los alimentos (pitos y murmullos de desaprobación).

Y falta lo más importante. Sánchez muestra su disposición a visitar a Puigdemont en Waterloo. Aunque hay maledicientes que aseguran que va a hacerse una foto de apoyo, yo estoy seguro de que va a colaborar con la Justicia y a traer al prófugo esposado. Como prometió. ¿Se acuerda?