Hemos llegado al final de la campaña con el estado de la cuestión en equilibrio inestable. Un escaño puede decidirlo todo como ya pasó en las autonómicas de 2005, en las que Manuel Fraga, con el 45,81% de los votos, se quedó en 37 escaños, uno menos de la mayoría absoluta. Había aventajado en doce puntos al PSG de Pérez Touriño y en 27 al BNG de Anxo Quintana, el candidato que repitió la escena de los gladiadores de Kubrick cuando Marco Licinio Craso pidió que identificasen a su líder: “Yo soy Espartaco”. Pero los dos sumaban 38 escaños y madrugaron al viejo león de Villalba la presidencia de la Xunta. Es triste pero es así la vida. Para aquellas elecciones, la actual candidata del BNG, Ana Belén Pontón, ya era parlamentaria gallega.
Ahora volvemos a estar en el incierto filo de la navaja, según las encuestas, aunque principalmente según el CIS cuyas encuestas no son estrictamente sondeos de opinión sino consignas de Tezanos para la acción, no tratan de reflejar la opinión de los votantes sino inducirles al voto que interesa a su mandante. El antiguo guerrista pronosticaba un probable escaño para Vox en las elecciones de mañana. Para cualquier observador no muy apasionado era un resultado improbable, dado que el propio barómetro del CIS auguraba al partido de Abascal un 2,4% de los votos, menos de la mitad del 5% que marca la frontera entre estar y no estar. La Razón titulaba el pasado día 13: “El PSOE trabaja para que Vox llegue al 4,9% en Galicia. “Exacto”, decía en X el director de Comunicación del PSOE, Ion Antolín. “Pero no al 4,8% ni al 4,7%. Exactamente al 4,9%. (…) Un trabajo fino de orfebrería demoscópica y política. Justo a 1 voto del 5%”.
Se trata de alentar a los votantes de Vox a huir del voto útil. Quieren que sus votos sean inútiles para Vox, para el PP, para Galicia y para España. Nadie que tenga el muy razonable propósito de conjurar el peligro letal del golpismo, o lo que viene a ser lo mismo, que considere fundamental echar a Sánchez de la política institucional, debería desatender esta razón: no hay que desperdiciar los votos. No diría tanto si las encuestan vaticinasen de manera unánime a los de Abascal más del 5% y uno o más escaños. Pero tiene que desazonar mucho haber tirado el voto en el supuesto de que Ana Pontón consiguiera la Presidencia por la mínima mientras tú has reducido tu voto a la irrelevancia. La diferencia con las autonómicas de 2005 es que en aquellas el filo de la navaja favoreció al candidato socialista y Anxo Quintana no era Espartaco, sino Antonino. El miércoles contaba que Touriño apoyó su presidencia en Quintana, mientras ahora Gómez Besteiro solo es el ‘chevalier servant’ de la Pontón. Ella, a quien se debe de verdad es a Pernando, su compañero para Bruselas.
Pedro Sánchez está demoliendo minuciosamente su partido. No es su objetivo principal, pero no le importa; debe de parecerle un coste asumible para gobernar aunque no sepa durante cuanto tiempo, aunque no sepa sobre qué. Esto ya estaba en Zapatero: alimentar un odio tal hacia el adversario que le parezca un mal menor entregar lo que queda de España (© FJL) a quienes son sus jurados enemigos. En el camino se está cargando la España que hemos conocido desde la transición para acá. Esa es la traición de Pedro Sánchez.