Agustín Valladolid-Vozpópuli
- Nos enganchamos en asuntos menores que desvían la atención de lo fundamental y una y otra vez caemos en la trampa de mirar solo donde quieren que miremos
Se nos ha ido la olla. Pero mucho. No sabría decir cuándo empezó todo, probablemente el día en el que las redes sociales inclinaron definitivamente la balanza a su favor. Un chisgarabís con un móvil la monta parda en cualquier sitio, incluso en una universidad, y ya tenemos a todo dios movilizado, la mitad a favor y la otra mitad en contra. Nos tragamos unas milongas que hace veinte años habrían sonrojado a un estudiante de secundaria. Vivimos inmersos en la gran fabulación. Ya lo dijo Hitler, según cita muy del gusto de los modernos asesores de comunicación política: “La gran masa del pueblo puede caer más fácilmente víctima de una gran mentira que de una pequeña” (Mein Kampf).
Nos enganchamos en asuntos de menor cuantía, expandidos por el poder político para desviar la atención de lo fundamental. Y una y otra vez caemos en la trampa de mirar solo donde quieren que miremos, sin girar la cabeza y ver lo que sucede en nuestro derredor. Y eso que estamos avisados. Lo acaba de anticipar Estefanía Molina en El País: “El Gobierno ha llegado a la conclusión de que su mayor baza en lo que queda de legislatura no será aprobar unos presupuestos ni exhibir músculo de gestión, sino lanzarse a la batalla cultural, a izquierda y derecha”. Son un libro abierto. Pero leemos poco; y mal.
El wokismo y la batalla cultural son algo así como llenar de papeletas ilícitas una urna detrás de una cortina, pero a lo bestia; pura prestidigitación, un maravilloso invento sobredimensionado. No digo que no haya que dar las batallas que hagan falta, pero sin perder de vista lo esencial. Lo contrario de lo que quiere Pedro Sánchez, que ya está posicionando a la tropa en primera línea del frente. Voluntarios no le van a faltar. Ahí tenemos a Luis García Montero, la punta de lanza de esta nueva fase, sicofante ensoberbecido que ha decidido lanzarse sin las armas apropiadas contra los molinos de la Real Academia Española, bien defendida por su director y buena parte de sus miembros.
Como las vacas miran al tren
Aquí, sin embargo, me da que se han precipitado. Porque el ataque que García Montero ha “profesado” (según el léxico de Yolanda Díaz) a un señor que es Premio Nacional de Literatura, de Historia y de Ensayo, Santiago Muñoz Machado, puede acabar en carnicería. Al lado de Muñoz Machado nuestro poeta es un pigmeo intelectual. Y mejor no buscar calificativos (ni aun prestados por la vicepresidenta) si lo que se pretende es de comparar sus capacidades como gestores culturales.
Pero solo estamos ante un patinazo menor. Vendrán nuevas y mayores batallas, en buena parte servidas por una oposición que las más de las veces observa el vertiginoso suceder de acontecimientos como las vacas miran al tren y no acaba de asumir aquello que decía Juan Benet, que “el error obliga a rehacer el camino y nos enseña muchas cosas”. A ver si la maravillosa confesión de parte que las fuentes del Gobierno le han hecho a Estefanía les saca del atolondramiento. Que luego no venga Núñez Feijóo a pedir transparencia a Sánchez. ¿Más transparencia que filtrar cuáles son sus debilidades?
El Gobierno no va a explotar la aprobación de los presupuestos porque apenas tiene opciones de aprobarlos; el precio de sacarlos adelante sería políticamente intolerable, sobre todo para Chiqui Montero. Tampoco tiene fácil enseñar músculo de gestión. ¿Qué músculo? ¿Qué gestión? ¿La del apagón? El crecimiento del PIB no se asienta en bases sólidas, sino más bien coyunturales, inmigración y servicios, fundamentalmente el turismo, y desde luego no es reflejo de la realidad económica y social del país. El lenguaje triunfalista del Ejecutivo concilia mal con la verdad de las familias españolas. Y peor aún con los que no están en condiciones de formar una familia. Se lo espetó Gabriel Rufián a Sánchez: “Lo que puede acabar con su gobierno es el drama de la vivienda”.
Menos Almodóvar, más control de la deuda
Rufián podría acabar teniendo razón. La crisis de la vivienda viene de lejos, pero, en estos años, las principales causas del problema o siguen vigentes o se han agravado. No se actuado con la previsión que recomendaba el gran impacto de la migración (200.000 nuevos residentes-año); no se ha acometido ningún plan para incentivar la incorporación de mano de obra en el sector de la construcción; seguimos pagando impuestos excesivos por la compra de vivienda; no se ha combatido como se debiera la especulación del suelo en un país sobrado de terreno; las trabas burocráticas siguen operando en muchos sitios como un secante de la promoción de vivienda. Etcétera, etcétera. Hay por tanto en esta muy sensible materia una responsabilidad política que no va a ser fácil soslayar.
Y si añadimos al de la vivienda los otros dos problemas que la batalla cultural pretende silenciar, los que sin ninguna duda más van a condicionar el desarrollo futuro de la nación y el mayor o menor bienestar de las futuras generaciones, entenderemos mejor el escaso interés del Gobierno en sacar “músculo de gestión”: una deuda cercana a los 1,7 billones de euros (solo en los siete primeros meses de 2025 ha aumentado en más de 50.000 millones) que más pronto que tarde va a obligar a serios ajustes en el Estado del Bienestar; y la factura -con su enorme déficit incorporado, por mucho que lo intenten disfrazar- de unas pensiones que ya alcanza el 13% del PIB; y llegará al 17% en 2050.
Reseteo colectivo
Sumemos a todo esto que desde 2018 (datos oficiales del INE) los precios en España han subido un 24% y los salarios solo un 16%. Somos un 8% más pobres. Esa es la cruda realidad. Repito la pregunta: ¿músculo de gestión? Seguirán sacando pecho con el PIB y nos van a bombardear a batallas culturales. Las propias y las que les ponga en bandeja la oposición. La idea es desterrar de la agenda los grandes asuntos, las cosas de comer. Y lo pueden conseguir.
¿Hasta cuándo, señor Feijóo, va a seguir a cubierto? ¿Hasta cuándo habremos de esperar para conocer las principales medidas que adoptaría un hipotético gobierno del PP en los 100 primeros días de mandato? Si quiere usted ganar la batalla cultural, déjese de batallitas y dé la batalla principal. A ver si por fin nos enteramos. Menos García Montero y más política efectiva de vivienda. Menos Almodóvar y más compromiso de reducir la deuda. Menos Bardem y más plan realista para el sostenimiento de las pensiones. Menos dudas y más riesgo. Contribuya usted a que hagamos una especie de reseteo colectivo, a volver a poner las cosas en su sitio. En el sitio en el que se juega la partida de verdad, y no en el del entertainment, en el del relato perpetuo