Que las elecciones del domingo parezcan una disputa directa entre PSOE y Vox, esa es la artimaña de Sánchez. Si tiene éxito, se salvará de nuevo. En la noche electoral del domingo, el dato que importe será el de la distancia entre el PP y el Partido Socialista. Sánchez aspira a sobrevivir con una derrota que pueda presentar como empate técnico, una diferencia que no sobrepase los tres puntos porcentuales por debajo de Núñez Feijóo. Una distancia mayor le pondría contra las cuerdas. No hay dudas sobre qué resultados espera el “doctor” para dar otra voltereta de carnero y seguir al frente de su no-gobierno.
Sánchez impone una agenda extremista al país por interés electoral. La campaña que está haciendo, incluida la defensa de la Ley de Amnistía, es la demostración inequívoca del rol populista que ha asumido. Solo había que oírle en la sesión de control del miércoles. Evita el lenguaje conceptual, que le obligaría a contrastar ideas, y recurre a un discurso plagado de insultos y majaderías. Cada vez se parece más al simplista Trump de “el pueblo me absolverá”. Si el 9-J logra su ansiado empate técnico, proclamará “el pueblo aprueba mi amnistía”. Sin pestañear, utilizaría el resultado como aval a todos sus pactos contra la España constitucional.
Con frecuencia se asimila la situación del momento de los indultos en 2021 a la actual de la amnistía. Es un grave error de apreciación. Con la amnistía aprobada, ha aumentado obviamente la capacidad de chantaje de los siete votos de Puigdemont; si Illa tenía pocas posibilidades de ser presidente, ahora está a merced del dictado de los independentistas, reactivados y eufóricos; la coalición de gobierno está en una guerra interna permanente que irá a más; la corrupción es una caja inagotable de sorpresas que anega al sanchismo; y la reacción institucional crece. Todo eso le importa nada al populismo sanchista instalado.
En estas condiciones, el estado de no-gobierno está garantizado si el sanchismo resiste electoralmente. Salvo que las urnas obliguen a un cambio, España seguirá con Sánchez en la senda de la precarización del bienestar, con inflación disparada, alejada de la europea; paro extremo, poco importa ya la trampa de los fijos discontinuos; o productividad en niveles de desastre. Con un crecimiento del precio de los alimentos del 24% en año y medio, ¿gobierno progresista?
La decisión de García-Page de recurrir la amnistía al Constitucional, desde el único gobierno autonómico socialista de tres con capacidad política para hacerlo, certifica el hundimiento de aquella opción política reformista
Los electores que elijan el domingo la papeleta del PSOE estarán optando por una organización política convertida en propiedad particular de Sánchez, dispuesto a subordinarla a su situación personal, hasta el punto de arriesgar la ruptura de relaciones con Argentina o Israel para desviar la atención sobre la corrupción que le ahoga. Ese partido nada tiene que ver con el de corte socialdemócrata que modernizaron Felipe González y Alfonso Guerra durante la Transición. La decisión de García-Page de recurrir la amnistía al Constitucional, desde el único gobierno autonómico socialista de tres con capacidad política para hacerlo, certifica el hundimiento de aquella opción política reformista.
Ahora se decide si el 9-J es la tumba definitiva del no-gobierno sanchista. Los electores pondrán nota a la coalición de la amnistía, tan solo unida para evitar que Núñez Feijóo sea presidente. La conforman: el Partido Socialista, propiedad de Sánchez; los poscomunistas de Sumar y Podemos; anticapitalistas como Errejón, seguidores de chavismos y populismos que ya arruinaron países en Iberoamérica; e independentistas decididos a poner fin, como han declarado, a la España del 78. El Consejo de Ministros es un fiel reflejo de este circo, con admiradores declarados de Fidel Castro y Lenin, enemigos de la OTAN o quienes se niegan a condenar el terrorismo de Hamas.
La verdad, fundamento de la democracia
Asistimos a una campaña electoral socialista en la que Sánchez ha elegido como buen enemigo a Vox, el PSOE contra la ultraderecha, mitin a mitin. A un lado el sanchismo, al otro el fascismo. Si triunfan con este camuflaje, oiremos el lunes un sonoro ¡viva la amnistía! El hándicap del “doctor” es el nulo valor de su palabra. En el primer libro que le escribieron se quejaba del fango en circulación contra él en 2016, cuando le atacaban, decía entonces, con el bulo de que iba a pactar con los independentistas. Es tan mentiroso que los activistas a su servicio que dominan los medios han renunciado a esforzarse por demostrar que no miente. Poco les importa que, al no dar explicaciones, ofenda a los ciudadanos o que, como recordaba recientemente en Madrid el prestigioso periodista Martin Baron, frente a la mentira, “la verdad es el fundamento de la democracia”.
Los españoles podrán utilizar su voto para responder a la humillación inaceptable a la que les han sometido los diputados socialistas que aprobaron y aplaudieron una Ley de Amnistía a favor de quienes, a su lado, declaraban ufanos que ese era solo el pago por la investidura de Sánchez. O contra el insulto de Zapatero en El Mundo: “La amnistía se verá igual de positiva que el final de ETA”. ¡Qué desvergüenza!
La respuesta, el domingo