Agustín Valladolid-Vozpópuli

  • Sería de una ingenuidad colindante con la estupidez confiar en que el Gobierno no aproveche el relevo del jefe de la UCO para intentar domar la unidad

El coronel Rafael Yuste Arenillas se hacía cargo de la Jefatura de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) en junio de 2023. Ocupaba el puesto que había dejado vacante el también coronel López Malo, ascendido a general de brigada. A Yuste le propuso, como era y sigue siendo preceptivo, el director general de la Benemérita, por aquel entonces un alto funcionario perteneciente al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado llamado Leonardo Marcos. No es extraño que haya pasado desapercibido. Duró poco. Apenas estuvo un año al frente del instituto armado. ¿Cuál fue la razón de trayecto tan breve? Aquí lo contamos en su día: “Al superior requerimiento de que tenía que controlar más lo que hacía o dejaba de hacer la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, [Leonardo Marcos] contestó que cuando los agentes de la UCO actúan como Policía Judicial tal pretensión es inviable. Desenlace: cese fulminante vestido de dimisión voluntaria por motivos personales”.

Rafael Yuste fue nombrado jefe de la UCO cuando casi nada sabíamos de chistorras, sobrinas y comisiones. Su acceso al puesto fue el resultado de tres variables: la inherente a una sobresaliente carrera profesional, la rara circunstancia de que estuviera al frente del Cuerpo un responsable político poco sectario y un contexto más neutro y sosegado que el actual. Hoy, las circunstancias han cambiado. Mucho. En junio de 2023 no habían estallado los casos de corrupción que afectan al entorno de Pedro Sánchez y a otros miembros de su partido y de su gabinete. Tampoco sabíamos nada de las maquinaciones de la conocida como fontanera del PSOE para desacreditar al jefe del Departamento de Delincuencia Económica de la UCO, el teniente coronel Antonio Balas. Pero, sobre todo, lo que no conocíamos es la profundidad de lo investigado.

Unos ‘máquinas’

Ya no se trata de lo que sabemos sino de lo que nos queda por saber. Yuste ha culminado el curso que le capacita para ascender y el pasado lunes pasaban a la reserva dos generales de brigada. Puente de plata. Sería de una ingenuidad imperdonable suponer que en la decisión que tomen los responsables políticos de Defensa e Interior va a primar la conveniencia de que las investigaciones de la UCO que afectan al Gobierno no sufran ninguna perturbación. Sería de una inocencia colindante con la estupidez confiar en que la directora general de la Guardia Civil, Mercedes González, sustituta de Leonardo Marcos, cercana a Sánchez y hasta no hace mucho secretaria general de la Agrupación Socialista de la Ciudad de Madrid, va a jugarse el puesto por defender la decisión que menos entorpezca la actividad de la unidad. Más bien lo que nos dicta la experiencia es que lo que hay que esperar es todo lo contrario.

Nada extraño sería que el probable relevo de Yuste venga precedido de alguna filtración interesada que cuestione la profesionalidad de los integrantes de la unidad central y la ortodoxia de sus métodos. La crítica que con más frecuencia se escucha contra la UCO (también contra sus primos de la UDEF), y probablemente la única justificada, es que utilizan demasiada brocha gorda en sus investigaciones. La queja, sobre todo la del gremio de la abogacía, es que, como te descuides, te montan en la pizarra, con dos de pipas, una organización criminal que luego vete tú a desmontar. Es verdad. Ha ocurrido. Y responde a la lógica de que el trabajo de campo consiste en acopiar cualquier información o detalle, en bruto, para que después sea cribada tanto en clave policial como judicial. Y ahí se producen patinazos; y filtraciones tan precipitadas como indeseables. Todo eso es cierto, pero de ahí a desacreditar a un colectivo de más de 500 hombres y mujeres en muchos casos altamente cualificados (unos “máquinas”, en expresiva descripción de un responsable civil de la lucha contra el blanqueo), va un largo trecho de resistencias internas que no tendrán fácil superar.

No, sencillo no lo van a tener, pero lo intentarán. Ya están en ello. No importa el daño ocasionado. Nunca ha importado. No importó cuando en la pandemia se utilizó a la Guardia Civil para “minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno”. Tampoco al sustituir a un director general con un elevado sentido de la institucionalidad por una militante descaradamente partidista. Desactivar -o al menos retrasar- el trabajo de este frente, el que forman en abierta connivencia jueces y guardias civiles (fachas), es esencial. Porque esta es la madre de todas las batallas, y el rédito que obtendrían es muy superior al precio a pagar, que, en el fondo, y como siempre, les da igual.