Editorial-El Correo

  • Europa precisa con urgencia un mínimo común capaz de mostrarla solidaria entre sus socios ante un desafío que la divide

El Consejo Europeo que concluyó ayer en Bruselas demostró que la Unión no es tal ante las corrientes migratorias que arriban hasta ella. A más de un año vista de que entre en vigor, el Pacto de Migración y Asilo se deshilacha desde distintos países y por variados motivos. Que el propio Consejo se remita a su pronta aplicación es ya hoy poco más que una pose necesaria. La convergencia de actitudes que perseguía el acuerdo se ha tornado en creciente divergencia. La última polémica está vinculada a la sugerencia de Ursula von der Leyen para abrir centros de detención fuera de la UE como los que acaba de inaugurar Italia en Albania. El contundente varapalo de la Justicia que recibió ayer el plan de la ultraderechista Giorgia Meloni debería servir de advertencia frente a quienes lo propugnan como guía de actuación.

Las diferencias entre los socios comunitarios se escenificaron el jueves cuando la presidenta de la Comisión se vio en un aparte previo a la cumbre con los mandatarios de once países abiertamente contrarios a que la UE establezca un mínimo común receptivo a la avenida de migrantes y partidarios de un estricto control de sus fronteras, con lo que las llegadas que tratan de evitar se dirigirían hacia otras zonas de la Unión. Los flujos migratorios hacia Europa varían de intensidad de un año a otro. Ese fenómeno suscita un efecto acumulativo que las ideologías extremas se encargan de dramatizar y que, independientemente de los mensajes ultras, acaba pesando en la percepción de los ciudadanos. Empezando por que quienes creen tener motivos para considerarse nacionales con todos los derechos y la fuerza moral de la identidad tienden a diferenciar a los inmigrantes también por su identidad.

Europa no está dividida solo entre ideologías u opciones políticas. Está dividida también entre percepciones que señalan realidades diversas. Quienes el jueves se reunieron con Von der Leyen antes del Consejo no son iguales, son diferentes entre sí, solo que también lo son los demás socios de la UE. El problema de Europa no está en que haya millones de seres humanos que anhelan ser o vivir como europeos. El problema de Europa es que se muestra dividida ante su inevitable afluencia. Apelar al Pacto de Migración y Asilo no significa mucho. Pero la Unión precisa con urgencia un mínimo común capaz de mostrarla solidaria entre los Veintisiete y, sobre todo, ante quienes no dejarán de intentar verse europeos.