Juanjo Sánchez Arreseigor-El Correo

  • Asoma otro conflicto de gravedad por la fiscalidad de las firmas de Silicon Valley

Cuando Donald Trump amenazó a Europa con aranceles, nunca dudé de que si plantábamos cara, venceríamos. No hemos plantado cara, así que hemos sido derrotados y humillados. Sin embargo, al sufrir aranceles del 15%, somos de los menos perjudicados en esta guerra arancelaria de Trump contra toda la Humanidad. Únicamente los británicos, con un 10%, salen mejor parados que nosotros.

Por otra parte, muchos de los que ahora cubren de maldiciones y denuestos a Ursula von der Leyen se mostrarían igual de quejicas si nos hubiéramos lanzado de cabeza a una guerra comercial total, con pérdidas multimillonarias en múltiples empresas, desempleo galopante y los mercados bursátiles convertidos en una enloquecida montaña rusa. Dirían que plantar cara fue un error, que se hizo por motivaciones turbias al servicio de intereses egoístas y que deberíamos haber cedido.

Ahora asoma otro conflicto mucho más grave por la fiscalidad y las regulaciones sobre las empresas informáticas de Silicon Valley. Todas ellas facturan miles de millones en Europa cada año y pretenden no pagar impuesto alguno, como los aristócratas de la antigüedad, pues así es como sus ególatras jefes se ven a sí mismos, especialmente Peter Thiel. Pero esto no ha surgido de repente con las recientes amenazas de Trump, sino que ya se veía venir desde hace años.

Es cierto que nosotros no disponemos de algunas de las bazas que tiene China, como su posición dominante en la producción de Tierras Raras. Tampoco somos una dictadura implacable cuyo dictador vitalicio no necesita preocuparse de las masas, la prensa o los empresarios, doblegados a su voluntad bajo pena de drásticos castigos. En cualquier caso, nuestra economía es mayor que la de China y si nosotros dependemos en muchas cosas de Estados Unidos, nuestras economías están tan imbricadas la una con la otra que EE UU también depende de nosotros en bastantes cosas. Por lo tanto, si hubiéramos plantado cara, otro gallo nos cantaría.

Algunos países europeos miran con verdadero terror al expansionismo ruso, como Polonia, Finlandia o los países Bálticos. La supervivencia pura y dura pesa para ellos mucho más que la balanza comercial. También hay quienes desean creer que por malo que sea este acuerdo, nos dará estabilidad durante algún tiempo. Por último, subsiste en los gobiernos europeos el tenaz espejismo de que Trump es una aberrante anomalía que no puede durar mucho, que reventará en breve plazo por sus propios excesos.

Todos estos argumentos no son más que autoengaños. Cuando Putin decida atacar Finlandia o Lituania, Trump se limitará a repetir su ‘modus operandi’ con Gaza o Ucrania, aunque nos hayamos sometido a todas sus exigencias económicas. Amenazará con sanciones y dirá que en dos o tres semanas va a tomar medidas. Luego ampliará el plazo de su ultimátum, y entremedias intercalará alguna insinuación de que nosotros deberíamos rendirnos y que si queremos armas norteamericanas se las tenemos que pagar a muy buen precio. La única razón de que Putin no haya atacado todavía es que Ucrania absorbe todas sus fuerzas.

En cuanto a salvar la industria exportadora alemana y de otros países, Trump está buscando una utopía de ‘importaciones cero’. Gracias a los aranceles, Trump espera reconstruir las industrias autóctonas o forzar el traslado de empresas extranjeras, hasta cubrir por completo la demanda interna de manufacturas, sin que ni Alemania ni Japón ni ningún otro país puedan venderles nada, excepto minerales o cultivos que no existan en EE UU. Y si Trump falleciese mañana mismo, sus secuaces proseguirían la misma política.

Trump elevará aranceles de manera unilateral cuando le plazca. Es una simple extensión de la forma en la que ha tratado a sus clientes y socios comerciales durante toda su vida antes de meterse en política, cuando no era más que un empresario deshonesto: ¡Todo para mí! ¡Nada para los demás! Si nunca cumplió sus contratos cuando era un ciudadano privado sujeto a los tribunales, ¿por qué debería hacerlo ahora que es ‘El Emperador’? Así que va a exigir privilegios fiscales para sus amigotes de Silicon Valley, luego para sus propias empresas y finalmente para todas las empresas norteamericanas en Europa. Por lo tanto, cuando la UE capituló ante Trump, era imposible que no supiesen que todas las cesiones iban a ser inútiles en cuestión de semanas.

El enfrentamiento es inevitable y no podemos ceder una parte para salvar el resto, porque si no luchamos lo iremos perdiendo absolutamente todo. Es decir, todo. Pero hay esperanza. Allá donde es necesario invertir mucho tiempo y afrontar grandes gastos, fatigas y peligros, Trump nunca va. Por lo tanto, nadie debe dudar de que si plantamos cara, afrontaremos unos meses muy turbulentos, pero venceremos.