Editorial-El Correo

  • El fracaso en reactivar los fondos rusos para Ucrania y el retraso con Mercosur agudizan la debilidad europea frente a Rusia, China y EE UU

La Unión Europea ha vuelto a dar síntomas de debilidad en el momento de la verdad. Los Veintisiete, en una cumbre en Bruselas que se prolongó hasta la madrugada de ayer, saldó con un evidente fracaso el intento de descongelar los fondos rusos depositados en Bélgica con los que salvar a Ucrania de la bancarrota y respaldar su resistencia a la invasión. En un clima de fuertes protestas de agricultores y ganaderos europeos, la UE a su vez se vio obligada a retrasar el pacto con Mercosur con el que pretende tomar posiciones en el mercado sudamericano para capear las restricciones al libre comercio impuestas por Donald Trump en la relación con Estados Unidos. En ambos escenarios, se ha atragantado. No sólo por la dinámica de la Unión, obligada a sacar adelante sus acuerdos por una unanimidad que confiere un notable impulso a sus iniciativas, pero que también las puede complicar sobremanera hasta convertirse en una desventaja añadida. El problema para ella es que las reglas de juego internacional han cambiado por completo, a golpe de arancel de EE UU y de amenazas de autocracias como Rusia o China.

La incapacidad europea por reactivar las reservas de divisas rusas, bloqueadas en la sede de Euroclear en Bruselas desde el inicio de la guerra, revela las dificultades de la UE para operar como un bloque. Bélgica se resiste a descongelar los fondos por miedo a una posible demanda de Moscú si se usan para la reconstrucción de Ucrania. Y dentro de los Estados miembros, República Checa, Hungría y Eslovaquia, los más prorrusos, son reticentes al apoyo al Gobierno de Zelenski. Como alternativa, la Unión ofrecerá a Kiev un préstamo de 90.000 millones sin intereses y con cargo al presupuesto europeo, mientras negocia cargar sobre Rusia el esfuerzo económico con el desbloqueo de las partidas retenidas.

Europa debe garantizar algo más que la supervivencia de Ucrania. Su seguridad es también la de la UE frente a la hostilidad rusa. Sobre todo porque el Gobierno de Trump gira hacia Putin, en un acercamiento que además compromete la posición de EE UU en la OTAN cuando ésta necesita fiabilidad.

El pinchazo con Mercosur es otra señal de fragilidad de Europa, que compite con China por el mercado sudamericano. Es comprensible el temor del sector primario europeo a la entrada de productos latinoamericanos, pero para él se abre también allí un campo nuevo que compense las restricciones.