IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El colapso de la atención primaria es la única baza de la izquierda para combatir la desmovilización de sus fuerzas

Sostiene Michavila, y es la suya una opinión con crédito, que la sanidad no funciona, o funciona poco, como motivo de decisión de voto. Si lleva razón es una mala noticia para la izquierda, que se ha acogido a la evidente crisis de la atención primaria como última bandera bajo la que reagrupar y movilizar sus muy mermadas fuerzas. El problema añadido es que está centrando el tiro en Ayuso –que tampoco atina en sus respuestas demasiado soberbias–, pero en mayo sólo se vota en dos autonomías donde el PP gobierna y esa agitación se le puede volver en contra en comunidades como la canaria, la valenciana o la manchega porque al tratarse de una competencia transferida cada ciudadano juzga en función de lo que tiene cerca. El madrileño ya está acostumbrado a que cada vez que se acercan las elecciones se llene la capital de mareas y, siendo cierto que faltan medios y personal en la red pública, su satisfacción con la asistencia –lo cantan hasta los microdatos del CIS de Tezanos– es superior a la media.

En ese sentido, la idea de que el ambulatorio es la más eficaz oficina electoral que existe puede convertirse, al menos en ciertos casos, en un mantra político fallido. Asunto distinto es que se trate de la única baza que puede jugar el sanchismo, aunque sólo sea para sacar del foco otros debates más conflictivos: la subida de la cesta de la compra, la pifia del ‘sí es sí’, las concesiones al separatismo. Un argumento de proximidad con el que estimular a los votantes desactivados y buscar el flanco débil del adversario. La estrategia requiere de un fuerte apoyo mediático que sitúe las manifestaciones de protesta en primer plano. Ese aspecto está garantizado. Fuera de Madrid, sin embargo, puede resultar un arma de doble filo si deja a algunos ‘barones’ socialistas desprotegidos ante el colapso de sus propios servicios sanitarios.

Lo que sí resulta cierto, más allá del marco oportunista, es que el problema existe y es sistémico. La pandemia, cuya gestión ministerial fue muy mejorable, exigió a las autonomías esfuerzos inversores que han extenuado los presupuestos, de modo que las prestaciones extrahospitalarias sufren un incontrovertible déficit de recursos al que urge poner remedio. Hay regiones donde las bolsas de trabajo están vacías: faltan médicos y los sueldos del sector empujan a muchos al extranjero. En un país serio las administraciones territoriales buscarían soluciones mano a mano con el Gobierno, pero en la política española está mal visto el consenso; es mucho más importante tirarse a la cabeza el malestar de los enfermos. Con las urnas a cien días vista, en Moncloa han creído encontrar el revulsivo que les levante la campaña, empresa difícil salvo que Ayuso colabore con más demostraciones de desdén y arrogancia. A estas alturas parece improbable que el declive de Sánchez lo puedan frenar las marchas de batas blancas.