El lehendakari lleva mucho tiempo soñando con la convocatoria de su ‘consulta’. Es un choque de soberanías. Ibarretxe está jugándose su última carta para reagrupar a los nacionalistas en un momento en el que ETA sigue activa y a cinco meses de las próximas elecciones. Está en juego enquistar, para décadas, el llamado conflicto vasco.
Cuando se pregunta, desde tantos sectores políticos, quién impedirá al lehendakari Ibarretxe que convoque su consulta ilegal, es porque se llega a la convicción generalizada de que no ha nacido quien convenza a Ibarretxe de que no puede hacer todo lo que se le antoje, por encima de la ley. Aparte de la Constitución, claro está. Es una constatación de la que todavía no se han percatado distinguidos representantes socialistas, como la vicepresidenta Fernández de la Vega, tan proclive a predicar el principio del convencimiento al de la imposición. Que suena tan bien que recuerda la ensoñación de una canción de Serrat pero que, si no sirve en el caso de la exhibición de todas las banderas en ayuntamientos nacionalistas, por ejemplo, mucho menos si se trata del Plan ‘Lizarra 2’ del lehendakari.
No es tan fácil como parece. No es tan sencillo hacer desistir al lehendakari de su empecinamiento. A un lehendakari que sacó pecho contra la ilegalidad de Batasuna y recibió, en sede oficial, a los portavoces del entorno político de ETA, para darles el trato de interlocución, como un partido político democrático más. A un lehendakari que, de tanto predicar el diálogo externo, se le olvidó aplicarse el cuento dentro de su propio partido y no fue capaz de impedir que un valor como el que representaba Josu Jon Imaz tomara la puerta de la dimisión y pusiera tierra de por medio.
Ibarretxe ha armado el taco. Y después de hacerlo con su ultimátum para convocar la consulta popular (si no hay acuerdo con el presidente del Gobierno, se llamaría consulta ‘habilitadora’) ayer quiso aplicar vaselina en la herida. En las formas, claro. Reconoció que necesita la autorización del Estado para convocar un referéndum. ¡Pues claro! Pero ese reconocimiento no quiere decir que le empiece a temblar el pulso de la convocatoria, como quiere pensar Patxi López. No. Ese reconocimiento quiere decir que, ante esa dificultad prevista, él convocaría la consulta ‘habilitadora’. ¿Qué hay de malo en ello? O, para añadir la última pregunta de su particular vocabulario, ¿de qué sirve ser lehendakari si no puede convocar al pueblo?
El lehendakari lleva mucho tiempo soñando con esta convocatoria. Mucho antes de que llegara Zapatero a La Moncloa. Por eso, cuando los dos se entrevisten el próximo día 16, el lehendakari le pedirá al presidente del Gobierno que reconozca el derecho del pueblo vasco a decidir su propio futuro. O dicho en román paladino: que no se meta el Congreso de los Diputados a volver a rechazar su propuesta, como ocurrió con su plan.
Es un choque de soberanías. Ibarretxe está jugándose su última carta para reagrupar a los nacionalistas en un momento en el que ETA sigue activa y a cinco meses de las próximas elecciones. Está en juego enquistar, para décadas, el llamado conflicto vasco.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 3/10/2007