Arcadi Espada-El Mundo
¿QUÉ PREGUNTAS te estás haciendo? ¿Cuál es el invento más importante de los últimos dos mil años? ¿Cuál es la más importante historia actual no publicada? ¿Qué preguntas ya no se plantean? ¿Y ahora qué? ¿Qué te preguntas y por qué? ¿Cuáles son los problemas científicos más acuciantes y cuál es tu consejo para empezar a afrontarlos? ¿Cuál es tu ley? ¿Qué crees que es verdad aunque no puedas demostrarlo? ¿Cuál es tu idea peligrosa? ¿Sobre qué asuntos eres optimista? ¿Sobre qué has cambiado de opinión y por qué? ¿Qué puede cambiarlo todo? ¿Cómo está cambiando internet tu modo de pensar? ¿Qué concepto científico mejoraría nuestro conjunto de herramientas cognitivas? ¿Cuál es la explicación profunda, elegante o bella que prefieres? ¿Qué debería preocuparnos? ¿Qué idea científica está lista para la jubilación? ¿Qué piensas sobre las máquinas que piensan? ¿Cuál consideras que es la noticia científica reciente más importante? ¿Qué concepto científico merecería ser ampliamente conocido?
Desde 1998, y a razón casi siempre de una por año, el editor John Brockman ha hecho estas preguntas en su página de Edge (www.edge.org) a un centenar largo de intelectuales, sobre todo anglosajones. Muchos de ellos están entre la gente más interesante de nuestra época. Los microensayos que responden a esas preguntas –la que yo prefiero es la idea peligrosa, inspirada probablemente en el libro de Daniel Dennett: La peligrosa idea de Darwin– informan con una precisión, a veces aforística, de asuntos que se elevan sobre la mediocre actualidad, pero que también quedan lejos del punto en que el futuro se hace ficción.
Brockman, que la semana próxima cumple 77 años, dice haberse quedado ya sin preguntas y este año ha lanzado la última. La pregunta es, obviously: ¿Cuál es la última pregunta? Un crisantemo es la flor que ha escogido Katinka Matson para su ritual ilustración. Hay muchas respuestas en las que fijarse. Esta de Ryan Mckay, psicólogo de la Universidad de Londres: «¿Seremos una de las últimas generaciones que muere?» La de Robert Sapolsky, neurocientífico en Stanford: «Dada la naturaleza de la vida, la indiferencia sin propósito del universo y nuestra absoluta falta de libre albedrío, ¿cómo es posible que la mayoría de las personas no estén clínicamente deprimidas?» Pero la mejor última pregunta, de naturaleza leibniziana, es la del físico del MIT Frank Wilczek. Ante su monumental tamaño se comprende que responderla jamás pueda estar entre las obligaciones que un periódico tiene contraídas con las noticias.
¿Por qué?