Javier Caraballo-El Confidencial
- ¿Cuántas veces ha dicho Sánchez una cosa y ha hecho la contraria? Tantas que su problema es que no hace falta ni recordarlas, porque todo el mundo tiene en la mente la imagen de un hombre sin palabra
El presidente del Gobierno lo ha negado. No solo eso, lo ha remachado. Y más todavía, se ha regodeado en la negación con descalificación y algo de burla a la prensa española. En total, tres noes consecutivos entrelazados ante una pregunta simple que podría haber esquivado en la respuesta. Pero ha querido percutir con la contestación y, por esa rotundidad, conviene anotar la fecha y la frase, por si nos hace falta recuperarla más adelante. Martes, 16 de agosto de 2022. Pedro Sánchez, ante la pregunta de si piensa remodelar su Gobierno para el último tramo de la legislatura, afirma: “Estoy extraordinariamente orgulloso con el trabajo que hacen los ministros y ministras y no entra en mis planes una crisis de Gobierno. Este es un Gobierno estable y va a durar hasta el final de la legislatura. En algunas ocasiones me encuentro noticias que ni siquiera he pensado. Por ello, hago un llamamiento a los medios de comunicación: una cosa es informar y otra es intoxicar”.
Contundente y mordaz, como puede apreciarse. Razones suficientes para archivar y catalogar la frase debidamente no sea que, al paso de unas semanas, o de unos meses, se convierta en otra más para la colección de este hombre que de lo único que no parece darse cuenta es de cómo él mismo ha destrozado su imagen como líder político. ¿Cuántas veces ha dicho Pedro Sánchez una cosa y ha hecho la contraria? Tantas que su problema es que no hace falta ni recordarlas porque todo el mundo tiene en la mente la imagen de un hombre sin palabra. Hasta sus propios votantes y seguidores, aunque se lo disculpen, son conscientes del problema que eso representa para un líder político.
De hecho, la última vez que el presidente Sánchez se ha corregido a sí mismo, o se ha zancadilleado, fue el 3 de julio pasado. En el periódico ‘El País‘ le preguntaron si tenía pensado hacer algún cambio en la ejecutiva federal del PSOE y lo negó, también con rotundidad. Veinte días después, (¡20 días!), ejecutó la renovación que había negado, incluyendo un portazo, el de Adriana Lastra, que se anticipó a la patada que iban a propinarle y presentó ella misma su dimisión como vicesecretaria general del PSOE, la teórica número dos del partido.
Cuando le preguntaron a Sánchez y este lo negaba, la duda periodística tenía toda la lógica política porque acababan de celebrarse unas elecciones en Andalucía en las que el PSOE se había hundido a su mínimo histórico, mientras que el PP lograba una holgada mayoría absoluta. En Andalucía, su feudo de cuatro décadas, ese resultado enciende alarmas en toda la organización. Por eso, en aquella entrevista le preguntaron: “¿Está pensando en hacer más cambios? De ministros, de portavoces del PSOE…”. Y él respondió: “Yo estoy muy a gusto y cómodo, y tienen todo mi respaldo todos los ministros del Gobierno de España y la dirección federal del PSOE”. Los cambios en la dirección, como sabemos, no solo se produjeron, sino que llegaron al grupo parlamentario y al propio núcleo de asesores de la Moncloa. No solo cayó la vicesecretaria general, sino también las dos personas que hacían de portavoz, Felipe Sicilia, portavoz de la ejecutiva federal, y Héctor Gómez, portavoz parlamentario en el Congreso de los Diputados.
La reflexión general que condujo aquellos cambios, como se dijo aquí («Acierto y error de Pedro Sánchez«), fue la de que el PSOE necesitaba transmitir a la ciudadanía, y sobre todo a su electorado tradicional, una imagen más auténtica, más nítida, más clásica, “más Partido Socialista”, y por eso recurrieron a un veterano, Patxi López, para el Congreso de los Diputados, y a dos mujeres, las ministras Pilar Alegría y, sobre todo, María Jesús Montero, para intentar fortalecer la imagen propia del Partido Socialista. Pues bien, la misma lógica política que se aplicó a los cambios en el partido es la que se puede aplicar ahora para vaticinar cambios en el Gobierno. Ministros poco reconocibles con la marca socialista para el año y medio de legislatura que resta, con unas elecciones municipales y autonómicas en el ecuador de ese tramo final de mandato.
Ya se ha especulado, con sentido, que una de las incorporaciones posibles sería la de Antonio Hernando, aquel portavoz del PSOE que ‘traicionó’ a Pedro Sánchez cuando su estrategia del ‘no es no’ a Mariano Rajoy en 2016 para que pudiera superar la investidura con la abstención de algunos diputados socialistas. Una vez que Sánchez le levantó el castigo el pasado año al llevárselo a la Moncloa, como director adjunto del Gabinete de la Presidencia, tendría toda la lógica que, igualmente, lo ascendiera ahora al Consejo de Ministros para intentar ganar peso político en el gabinete.
La misma lógica política que se aplicó a los cambios en el partido es la que se puede aplicar ahora para vaticinar cambios en el Gobierno
En aquella entrevista de principios de julio, cuando negó cambios en la ejecutiva federal, lo que también hizo el presidente Sánchez fue dedicar una parte de sus respuestas a los ataques a la prensa, a la que achaca el desgaste del Gobierno. Ya se sabe, todos los problemas que tiene el Gobierno y él mismo como presidente no se deben a la mala gestión o a algunos errores graves de imagen y comunicación o, incluso, a no haber contado con las personas adecuadas; nada de eso, todo se debe a la existencia en España de “poderes oscuros” que extienden sus tentáculos hasta los medios de comunicación con el único objetivo de acabar con las políticas progresistas y de recuperación económica en España. En esto, lo mejor es dejarlo pasar. Por dos motivos: porque lo peor sería caer en una defensa ciega y corporativa de toda la prensa y de los periodistas españoles, incluso de los que se hacen pasar por periodistas, y porque el argumento de Pedro Sánchez es tan exagerado y endeble, y él mismo tan vaporoso y contradictorio, que lo mejor es esperar a que sea el tiempo quien resuelva el envite. Así que lo dicho, lo mejor es guardar la frase, la última negación de Pedro Sánchez. Solo eso.