ABC-JUAN MANUEL DE PRADA

A esto se le llama colar el mosquito y tragarse el camello

EL temor a que el doctor Sánchez no mejore sus resultados electorales ha agitado durante los últimos días una campaña de demonización de la llamada «ultraderecha». Todos los tertulianeses y folicularios sistémicos se han remangado como un solo hombre (¡y una sola mujer, oiga!), alertándonos con una farfolla de fétidos lugares comunes sobre los peligros que corre nuestra opípara democracia, si se produce un ascenso de Vox. Y no hay zombi demócrata que se precie que no se haya puesto a contar los extranjeros que hay en las mamadas o manadas de violadores, para corregir al líder de Vox.

Y, mientras tanto, el doctor Sánchez se ha dedicado tranquilamente a decir y hacer de forma efectiva las cosas que los tertulianeses y folicularios sistémicos atribuyen a esa ultraderecha hipotética con la que asustan a las masas cretinizadas. Así, por ejemplo, el doctor Sánchez se ha comprometido a traer a España a Puigdemont, cagándose en el altarcillo demócrata de la separación de poderes. Y como el zurullo evacuado resultase demasiado maloliente, ha tratado luego de disipar sus efluvios… ¡jactándose de mandar sobre los fiscales!, para finalmente hacerse perdonar sus deposiciones alegando cansancio. Pero el zurullo del doctor Sánchez no ha sido fruto del cansancio, sino acto fallido propio de quien sabe que jueces y fiscales son lacayos encargados de otorgar cobertura jurídica a sus designios, como ocurre en cualquier régimen ultraderechista que se precie (y como prueban las resoluciones últimas del Tribunal

Supremo), olvidando que la devolución del prófugo Puigdemont depende de jueces y fiscales belgas.

Pero el doctor Sánchez no se limita a deponer ante el altarcillo de la separación de poderes. También invoca el «orden público» para amparar la censura, que es otro recurso muy socorrido de todos los regímenes ultraderechistas. Mientras los tertulianeses y folicularios sistémicos nos alertan sobre el ascenso del partido llamado Vox, el doctor Sánchez se ha sacado del magín un engendro leguleyo que deja en mantillas la llamada «ley mordaza», tan denostada por todos los zombis demócratas. Con la coartada de combatir la «desinformación» (risum teneatis), y utilizando como burda excusa el conflicto catalán, el Gobierno en funciones presidido por el doctor Sánchez acaba de evacuar un decreto ley que permite cerrar sin mandato judicial «redes o servicios de comunicaciones electrónicas», al igual que «las infraestructuras susceptibles de alojarlas». Resulta, en verdad, enternecedor que todos los zombis demócratas de España anden ocupadísimos, contando los extranjeros de las mamadas o manadas de violadores, mientras el doctor Sánchez se saca de la manga regulaciones dignas, por lo menos, de Turquía o China. Y el caso es que los zombis demócratas suelen ser gentes adictas a las redes sociales, donde pueden repetir cual loritos los regüeldos del pensamiento sistémico precocinado (¡retuitead, retuitead, malditos!) como si fuesen ideas propias. Pero, misteriosamente, no han rechistado ante el ultraderechista decreto ley del doctor Sanchez.

Y, en fin, tampoco han rechistado ante la convocatoria paternalista de nuevas elecciones. Este recurso de sacar las urnas cada vez que el tirano de turno quiere ver refrendados sus designios es una de las maniobras más socorridas de todo régimen ultraderechista que se precie. Pero de esto tampoco dicen nada los tertulianeses y folicularios sistémicos, demasiado ocupados en alertarnos del ascenso de Vox con su farfolla de fétidos lugares comunes, mientras esconden los mastodónticos zurullos del doctor Sánchez. A esto se le llama colar el mosquito y tragarse el camello; pero, como sabe cualquier zombi demócrata, citar el Evangelio es también ultraderechista.