José Alejandro Vara-Vozpópuli

El presidente disimula mal su ira -ahora mismo está rabioso- pero controla el verbo. Sólo hay una cosa que teme…

¿Adelanta o no adelanta? (Sánchez) Esta es la disyuntiva del momento. Sólo comparable a la de ¿lo echan o no lo echan? (Carletto) Más fácil respuesta a lo primero que a lo segundo, según esos salones madrileños de lenguado y champán. Sánchez es imprevisible pero unívoco. Como la Anna Blume de Auster, sólo tiene una obsesión: «siempre es tarde para cualquier cosa que no sea seguir en pie». Lo de Ancelotti es otro cantar porque depende de dos factores sinuosos: el balón y Florentino.

Aumenta por ahora la cofradía de los que no creen en elecciones anticipadas. Hay que estar muy atentos al barómetro de las percepciones, un vaivén mareante según aparezcan informes de la UCO, papeles de Aldama, citas en los juzgados, dimisiones de hermanitos o autos implacables de algún juez con agallas. Imposible prever los pasos venideros atendiendo a los gestos o las palabras de quien decide el calendario.

Sánchez disimula mal su ira -ahora mismo está rabioso- pero controla el verbo. Lleva prometiendo el fin de la legislatura desde el momento mismo en el que renovó el cargo. En Moncloa se repite unánime esta letanía monocorde. Un disco rayado que pocos atienden. Algo distinto ocurre en Ferraz, donde abundan las dudas y se hacen apuestas sobre cuándo tocará volver a la campaña para seducir a las urnas. El relevo de líderes regionales, una degollina salvaje, pobre Lobato, apunta a la preparación de comicios. Pero es imposible adivinar el calendario, la fecha de la cita, el momento crucial de volver a votar. Arrellanado en su confortable poltrona, su cobijo de mentiras, acolchadito en su manejo cesarista del poder, el presidente ni tiene urgencias ni le agobian las presiones. Coincide con lo del jefe de Dan Draper, cuando le recordaba el dicho japonés: “Un hombre es la habitación en la que está”.  Sánchez, fuera del despacho monclovita, apenas es alguien. Un diputadillo al que sonríen las mucamas, un militante anónimo en un partido de orates, el pringado de la fotocopiadora, si es que todavía queda alguna. Un don nadie altito y petulante.

Que preparen las papeletas

Los que ven ya las urnas en el horizonte (quizás en junio, un mes tan electorero; o en otoño, tan bonito en Madrid; o en noviembre, tan de efeméride), apuntan argumentos incontestables para defender su postura. He aquí sus razones.

Sánchez está quemado, no puede pisar la calle, ha de aprovechar el escaso tirón que le queda y el mínimo carisma que aún retiene. En 2027 será un cadáver (político)

-El sector de su izquierda mengua, se hunde, un proceso que va a más. Los guiños a Yolanda Díaz, encandilada con unas gotitas de protagonismo, su chanel número 5 con el que arrasará cinco mil empresas, pretenden frenar este declive. Luego será tarde.

-No tiene presupuestos, carece de mayoría parlamentaria, es incapaz de sacar una ley adelante, está descartado para gobernar.

-Tiene muy enojado a Puigdemont que, en cualquier momento, le puede dar un disgusto.

-Europa va por otro lado (inmigración, Gaza, energía) y Trump no digamos. Se ha quedado solo contra los molinos de la ultraderecha, con el único apoyo del decreciente Albares, hazmerreír de las cancillerías, acomplejado en un mundillo de narices tiesas y apellidos largos.

-El agobiante cerco del frente judicial, tanto el familiar, como  el del Gobierno (ministro Ángel Víctor Torres; el jefe de Gabinete de MJ Montero; la jefa de operaciones de Begoña Gómez; la mano derecha de Óscar López) y el del PSOE (Santos Cerdán -15.000 euroooos- y la troupe de Ábalos). Una asfixia insostenible.

No es no, por supuesto

Los motivos para no adelantar elecciones son múltiples y diversos. El principal, que Sánchez atraviesa un mal momento demoscópico y difícilmente se la jugaría. Hay más.

-Necesita tiempo para resolver sus problemas judiciales. Tiempo para que Bolaños saque adelante su ‘ley Begoña‘ con la que se archivarán todas las causas incómodas, empezando por la de su esposa.

-Tiempo para solventar el problemilla de la amnistía de Puigdemont y así asegurarse sus siete escaños, tan imprescindibles. Y su tranquilidad.

-Tiempo para apaciguar el lío de la izquierda de su izquierda. Más que un apoyo, Sumar ahora es un lastre, el camarote de los primos de Marx.

-Tiempo para recomponer el partido, al que acaba de someter a una purga feroz de baroncillos de provincias.

-Carece de un argumento movilizador de un enemigo. Vox ya no asusta más que a algunos de los propios. Alvise se esfumó como el azucarillo. La murga de ‘la economía va como un cohete’ es una engañifa macro, no llega a una clase media depauperada, a una masa joven sin vivienda y sin empleo, a unos autónomos perseguidos como cristianos en las catacumbas.

-Aprobar Presupuestos es una superstición. Ni falta que hacen. La Constitución los prescribe pero ya se sabe. ¿A quién le importa la Constitución? También la Carta Magna veta la amnistía y proclama la separación de poderes. ¿Y? Son tradiciones en desuso en estos tiempos sanchistas. Se vive muy bien sin ellos. Excusa perfecta para darle a Trump con sus exigencias militares en las narices y para justificar reveses económicos y echarle la culpa al PP.

Todas a la vez y en todas partes

La cuestión es ponerle fecha al invento. Sánchez pretende llegar al final del periodo legislativo. Tanto por estrategia como por prurito. Un supermacho del progreso no puede permitirse ciertas cesiones. Luego está lo que le digan sus arúspices de los sondeos, la tartana del CIS de Tezanos o las sabias consejas del gran Rubio del Ala Oeste. Hay varias posibilidades. Un adelanto para junio del año próximo y hacer coincidir las generales con las andaluzas. Para entonces la Moncloa ya habrá resuelto algunos de sus problemas. Los judiciales especialmente. Comicios antes del verano del 26 es una posibilidad con dos inconvenientes. Juanma Moreno puede adelantar y unir sus urnas a las de CyL y le dejaría con la papeleta colgando. Y dos, no está muy claro el efecto electoral de MJ Montero, quemada por el koldismo, por los líos de su mano derecha tan chamuscada, y mermada en su influencia en el Consejo de Ministros.

-Celebrar una macrojonada electoral junto a las autonómicas y municipales en mayo de 2027. Una apuesta de todo al cero, con enormes riesgos para la Banca. Los gobiernos regionales del PP están funcionando en forma muy notable, ni dan muestras de desgaste ni parece que (salvo Valencia) vayan a entrar en modo retroceso. Los ayuntamientos son de la derecha, y lo seguirán siendo en su mayoría salvo esas trampas a las que juega la ministra de Hacienda con el dinero de todos (Jaén)

-Acompasarse al ritmo natural del calendario y convocar para otoño de 2027. Ya tendrá organizada a su izquierda, se habrá hecho la foto con Puigdemont en Waterloo y tendrá recompuesto el artefacto Frankenstein para lo que sea menester. O sea, para sumar.

Siempre gobierna el que pierde

Pase lo que pase, sean cuando sean, convoquen para cuando convoquen, hay dos cosas que en Moncloa y en Ferraz tienen claras. Sánchez repetirá como candidato y la izquierda se mantendrá en el poder. El actual presidente quiere superar los registros de Zapatero (2 de febrero) y de Aznar (26 de junio), ambos del año próximo. El gran narciso necesita quedar por encima de sus predecesores para que así lo registre la historia (asunto que le preocupa como quedó demostrado en la humillación de Màxim Huerta). Sánchez seguirá en el poder. Aunque no gane. Nunca gana. Argumentan razones muy palmarias.

La derecha dividida pierde fuelle -y escaños- en el reparto de restos del escrutinio D’Hont. La favorable demoscopia de estas semanas es un espejismo.

-El PP siempre la pifia en las campañas electorales (véase julio 2023). No saben hacerlas, se pelean, se trabucan, pisan donde no deben.

-El rearme movilizador del frente antiderecha, la campaña contra ‘la multinacional de los ultras’ recuperará brío conforme se acerque el momento electoral.

-Feijóo es un candidato que no provoca rechazo pero tampoco entusiasmo.

Ahora carece de garantías para la victoria. Y quiere eternizarse. Celebrar bien asentadito en Moncloa el 2030, ese año solemne de la agenda en la que ya solo cree él. Doña Úrsula y sus monaguillos reniegan de ese evangelio de la carcundia de pitiminí

Empieza la derecha a sospechar que Sánchez no desempolvará las urnas antes de tiempo. Ahora carece de garantías para la victoria. Y quiere eternizarse. Celebrar bien asentadito en Moncloa el 2030, ese año solemne de la agenda en la que ya solo cree él. Doña Úrsula y sus monaguillos reniegan de ese evangelio de la carcundia de pitiminí. Y, al tiempo, organizar los festejos del centenario de la república, otro hito en el calendario sanchista para el que ya hay gente en los alrededores de Moncloa que preparan agendas, actos, ágapes, performances, procesiones, misas negras, y demás akelarres.

Entonces, ¿este señor no se va a ir nunca? Fácil no va a ser.

La teoría del asteroide

Funciona ahora por las redes una teoría que podría ser eficaz alternativa para consumar su salida. El asteroide.

En efecto, un pedruscón llamado 2024 YRA que viene hacia la Tierra con intenciones nada claras. Tiene el tamaño de dos Bernabéus y, a lo que dicen, malas pulgas. Podría destruir una superficie como Gran Canaria. Hace dos semanas el riesgo del impacto era de un 1,3 por ciento. Ahora ya está en el 2,5. La ONU ha activado el protocolo de alarma planetaria, que suena tremendo, aunque se ignora en qué consiste. Quizás en que la gente se ponga en la tele Armagedon para los críos y Melancolía para adultos. Así se hacen una idea. No se alarmen, no nos embestirá hasta el 22 de diciembre de 2032. Qué suerte. Día de la lotería. Cae en miércoles.

Las previsiones de la Nasa es que se precipita sobre el Atlántico, el norte de Sudamérica, el sur de Asia o por ahí. O sea, lejos. En las redes se ha activado un divertido juego sobre dónde quieres que se estrelle el pedrusco. Va ganando por ahora el Kremlin seguido de la Casa Blanca. Algún voto local para el Pirulí de Broncano, el Camp Nou (pobres, si no lo han terminado), y va creciendo la opción Moncloa. Ahí sí. De caer ahí se acabarían todas las cábalas y los sortilegios. Fin de la película. Para entonces Sánchez ya habría culminado dos mandatos y andaría arrancando su tercero. Porque este hombre no se va. Quizás ni con meteorito. Que el cielo caiga sobre su cabeza, diría Abraracúrcix. Faltan apenas ocho años para que el destino le alcance. Ya vemos la oscuridad al final el túnel. Seguramente, ni por esas.