ABC 25/04/17
La reacción de alivio en las instituciones europeas por el resultado ha sido tan intensa que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se ha permitido el lujo de incumplir una tradición según la cual Bruselas nunca toma partido por un candidato y en este caso ha felicitado por el resultado a Emmanuel Macron y le ha deseado buena suerte en la segunda vuelta.
Su portavoz oficial, Margaritis Schinas, ha intentado justificar este gesto inédito diciendo que Macron es el candidato que «representa los valores en los que se basa la UE» cuando en realidad de lo que se trataba era de subrayar su victoria frente a la nacional-populista Marine Le Pen, que defiende posiciones abiertamente antieuropeas.
Bruselas ha sentido que lo que estaba en juego era mucho más importante, tanto por las características del cargo que se elige como por la posición de Francia misma como un país central en el proyecto europeo. Por ello, Schinas justificó esa actitud de Juncker en que, a su juicio, estamos ante una disyuntiva «muy clara entre una opción que defiende a Europa y otra que quiere destruirla».
La razón por la que Bruselas nunca se había mezclado en las elecciones internas de un país miembro ha sido que si el resultado no coincidía con los deseos de la Comisión Europea, las relaciones con ese gobierno serían más complicadas. En este caso es evidente que si se produjera una victoria de Le Pen, esas relaciones serían forzosamente malas, independientemente de lo que se hubiera dicho en la campaña. Según el portavoz, el presidente no debe justificarse por apoyar a un candidato en estas circunstancias y si no lo hubiera hecho «ahora se le reprocharía también». La mala noticia es que, sumados todos los candidatos antieuropeos, estos han recibido cerca del 48% de los votos.