Miquel Giménez-Vozpópuli
- Meritxell Budó ha donado una urna de plástico del 1-O en una subasta benéfica. Objetivo, recaudar fondos para que ningún niño se quede sin juguetes estos Reyes
Mira que se pueden dar cosas. Serrat ha donado una guitarra. Neymar o Federer, camisetas suyas. Alex de la Iglesia, un genio, un objeto que aparece en su última serie. La idea, que ya dura hace años, es conseguir dinero para ayudar a los Reyes Magos y que nadie vea transcurrir este mágico día sin encontrarse un regalo, un presente, un recordatorio de que la infancia es sagrada y merece mantener esas caritas de ilusión, esa fe inocente y pura en que existe algo que va más allá del día a día. De ahí que los famosos aporten lo que comprenden puede dar más dinero con el que apoyar la mejor causa del mundo, la risa de la chiquillería, la de hacerlos gritar de alegría, la de calentar siquiera un día aquellos hogares que sufren los rigores de la injusticia social.
Pero el separatismo no respeta nada. Meritxell Budó, la que no responde preguntas formuladas en español, la cara que representa a ese pollo sin cabeza denominado Generalidad, ha entregado como aportación uno de aquellos tupers comprado en los chinos con aspecto de contenedor de productos tóxicos empleados el 1-O. Argumenta que le parece adecuado porque hace falta poder decidir libremente el futuro de Cataluña. La ha firmado y le ha puesto un lazo rojo. Que seguramente alguien pujará por tamaño engendro es indiscutible, porque Cataluña se ha contaminado de un virus tan dañino como la covid y de peor eliminación, el fascismo. Pero que incluso cuando de niños se trata los lazis no dejen de meter su cuña propagandística provoca arcadas. Son insaciables y saben que no tienen a nadie enfrente.
Podría haber sido peor. Budó podría haber aportado las múltiples camisetas diseñadas para esas Diadas que debían ser las últimas, porque la independencia estaba a la vuelta de la esquina. O un mechón del flequillo de Puigdemont. O aquel sacacorchos con el que Junqueras demostró por televisión ante toda España que quien pretende crear un nuevo Estado es incapaz de abrir una botella de vino. O un misal de la Ferrusola, o un deportivo del Júnior de la familia Pujolone, o el frasco de laca de Rahola, o una pancarta colgada, descolgada y vuelta a colgar por Torra, o un frasquito de lagrimitas de Forcadell, o un contenedor incendiado, o un adoquín lanzado contra la Policía o el grupito de vándalos que cortan impunemente la Meridiana desde hace un año.
Pero la consellera ha optado por la urna. Plástico barato que contiene solo aire, porque nada puede contener como no sea estupidez, odio, supremacismo e ineptitud
Podría haber traído la grabación en la que dos altos cargos de Esquerra bromean acerca de nombrar a la mujer que tenga las tetas más grandes, o el autógrafo del energúmeno que le dijo a Carrizosa que si ETA estuviera activa él ya no existiría, o las pancartas lazis que cuelgan en las universidades públicas, o el engendro de constitución dictatorial que pretendían implantar, o las capuchas de los que queman banderas de España o fotos del Rey, en fin, por no extenderme, podría incluso haber aportado bonitas fotocopias a color de lo que se lleva TV3 en plena emergencia sanitaria a despecho de los brutales recortes aplicados por Artur Mas en su día en materia sanitaria.
Pero la consellera ha optado por la urna. Plástico barato que contiene solo aire, porque nada puede contener como no sea estupidez, odio, supremacismo e ineptitud. Igual lo ha hecho porque el movimiento lazi odia la monarquía, pues sabe que es el último dique ante su locura. No es extraño que los reyes, aunque vengan de Oriente y sean Magos, no acaben de gustarles. Ellos son más del Caga Tió, tronco de árbol al que hay que arrearle de firme con un bastón para que cague caramelos. Nunca una tradición ejemplificó mejor una manera de entender la vida. Escatología y palo va, palo viene.
Hubiera sido preferible, quizá, que se ofreciese ella, la consellera Vergés y el resto del Gobierno. Aunque me temo que, incluso para un público tan fanatizado como el separata, fuese excesivo. A nadie le gusta una persona a la que todo le vale con tal de colar su ponzoña. Incluso jugar con la alegría de los niños. A este paso, en lugar de los tres Reyes Magos, acabarán sustituyendo la tradición por los tres expresidentes encausados: Pujol, Puigdemont y Torra. Mas, que también lo estuvo, que haga de paje real. Cosas más raras se ven a diario en este rincón de España dejado de la mano de Dios.