La venganza de la ocultación

HERMANN TERTSCH – ABC – 22/07/16

Hermann Tertsch
Hermann Tertsch

· Las autoridades tienen miedo. A los refugiados llegados y a los que llegarán. Pero ante todo tienen miedo a sus electores.

Ya está aquí. La pesadilla más temida. Un joven refugiado graba un vídeo en el que se proclama feliz porque va a matar al mayor número posible de infieles en Alemania para mayor gloria del islam y de Estado Islámico. Y como pago directo de brutal desprecio por haber sido acogido y cuidado en Alemania. «He vivido en vuestras casas y os voy a cortar el cuello».

Solo le faltó dar gracias personalmente a Angela Merkel. Es el perfecto escenario del horror para la canciller alemana. La consumación de una amenaza que se ha querido minimizar o negar desde el 4 de septiembre de 2015, cuando ella decidió abrir de par en par las fronteras alemanas. Aquella decisión personal, con convicción y buena fe, ha causado un terremoto de aún incalculables consecuencias. Entre sus efectos ya consumados muchos incluyen el Brexit, el auge espectacular de partidos populistas y las tensiones sin precedentes entre miembros de la UE. Nadie sabe si algo habría sido distinto con otra decisión.

Con una reafirmación incondicional de fronteras, leyes y procedimientos vigentes. No se hizo. Ya no importa. La UE está sumida en una crisis realmente existencial. Ya tiene un miembro menos. Y su credibilidad colapsa. En cuestiones de mayor calado que la estabilidad presupuestaria o el rescate de Grecia. La seguridad, la libertad y la identidad asumen el protagonismo. Ya es imposible separar inmigración y comunidades musulmanas del colapso de la percepción de seguridad de los europeos. Con el terrorismo islamista convertido en amenaza cotidiana general y obsesión, las sociedades europeas exigen seguridad. Quieren soluciones a su angustia. Si no las ofrecen los partidos democráticos tradicionales, las buscarán en otros.

El atentado del joven afgano de 17 años que armado con un hacha y cuchillo hirió a pasajeros en un tren en las proximidades de Würzburg es una bomba para Merkel en un panorama general de inseguridad. Se cumplen los peores augurios expuestos con la llegada de ese millón en pocos meses. Ahora se reconoce, por ejemplo, que nadie sabe ni la edad real ni la procedencia del «afgano de 17 años» del hacha, que podría ser un paquistaní de 22 o 23.

Un pequeño ejército de suicidas puede provocar el colapso general de la seguridad en el continente. Son 55.000 los menores sin compañía que se estima han entrado desde aquella fecha. Más centenares de miles con menos de cuarenta. La inmensa mayoría pacífica deseosa de una nueva vida. Pero nadie sabe cuántos componen esa minoría con intención bien distinta. La otra bomba, la política, es el escándalo de la ocultación del peligro por las autoridades.

En muchos países se están falsificando estadísticas para que no reflejen esta relación entre inmigrantes ilegales y la inseguridad. Se ocultan o minimizan miles de agresiones sexuales y otros delitos. Con el atentado de Würzburg no podían negar que fuera un refugiado musulmán. Pero fue grotesca la obsesión por negar el carácter islamista del crimen.

Eso después de Niza, donde el supuesto loco contaba con una célula de apoyo. Ya se disponía del referido vídeo del terrorista de Würzburg y había reivindicado el IS y aún se presentaba el atentado como obra de un desequilibrado, abatido por la muerte de un amigo. Las autoridades tienen miedo. A los refugiados llegados y a los que llegarán. A las comunidades islámicas, que ni son controlables ni colaboran con la Policía.

Pero ante todo tienen miedo a sus electores. Tienen miedo a la venganza de unas sociedades con miedo cuya seguridad han puesto en peligro por cuestiones ideológicas. Y cuya defensa entorpecen por su incapacidad de exponer en toda su crudeza una dramática situación creada precisamente por una política de permanentes ocultaciones.

HERMANN TERTSCH – ABC – 22/07/16