Nacho Cardero-El Confidencial
- Lo que algunos hubiéramos pensado que serían sutiles juegos florentinos practicados por aprendices de Maquiavelo ha devenido en un auténtico navajeo
Nos han regalado para estas fechas uno de los mejores entremeses veraniegos que se puedan imaginar, mucho más animado que las soporíferas etapas del Tour de Francia o esas películas de sobremesa no aptas para diabéticos que sirven las televisiones. Nos referimos al serial periodístico publicado por episodios a cuenta de la crisis de Gobierno y el desquite de su núcleo duro, esto es, de los defenestrados Redondo, Calvo y Ábalos.
El serial cuenta con los ingredientes típicos de cualquier serie de HBO: complots, filtraciones y venganza a manos llenas. Lo que algunos hubiéramos pensado que serían sutiles juegos florentinos practicados por aprendices de Maquiavelo ha devenido en un auténtico navajeo.
Si verbalizas un problema y no tienes la solución, entonces tú formas parte del problema. Eso debería haberlo sabido Pedro Sánchez cuando puso en marcha la razia monclovita. Si prescindes de tres pesos pesados como los antes mencionados, que ejercieron de vicarios del presidente y saben de los secretos más inconfesables del Ejecutivo, o tienes la llave para asegurar su silencio y anularlos públicamente o corres el riesgo de que la información empiece a circular descontroladamente por los medios, cosa que está ocurriendo.
Dicen que la marcha de Calvo estaba cantada desde hacía tiempo, que ni siquiera a ella le pilló por sorpresa. En Moncloa, reconocen que había perdido la confianza del presidente por su incapacidad para lidiar con asuntos delicados como la ley trans, donde decía que estaba arreglado algo que realmente no lo estaba.
Curiosamente, la salida de la vicepresidenta del Gobierno ha coincidido en el tiempo con una serie de noticias en las que se pone en valor su papel en la negociación del estado de alarma.
Según estas, Calvo planteó la posibilidad de reformar la ley orgánica de 1981 que regula los estados de alarma, excepción y sitio para crear una nueva figura, a caballo entre las dos primeras medidas, que encajara mejor con la situación generada por la pandemia. Todo ello, después de que el Tribunal Constitucional (TC) haya anulado parte del decreto que reguló el primer estado de alarma que, oh, casualidad, atribuyen ahora a Bolaños. La persona que quiere venganza, dice Francis Bacon, guarda sus heridas abiertas.
En Moncloa, reconocen que Calvo había perdido la confianza del presidente por su incapacidad para lidiar con asuntos delicados
Otro que puede generar un quebradero de cabeza al nuevo Gobierno es José Luis Ábalos, del que todavía no se ha contado todo lo bien que se debiera la historia de su caída. En Moncloa, explican que Sánchez ya hizo un favor al valenciano al incluirlo, cuando no estaba previsto, en su ‘Ejecutivo bonito’, más dado a perfiles técnicos que políticos. Ahora no tocaba, se excusan.
Como no podía ser de otra forma, la decisión de excluirle del nuevo Gobierno ha sentado mal al exministro de Fomento, quien amenazó desde el primer momento con encastillarse en la Secretaría de Organización del PSOE en un claro pulso al presidente del Gobierno. Así lo fue ventilando a los distintos medios para que la opinión pública tomara nota.
Días después, cedía los mandos del barco socialista a Adriana Lastra, que se encargará de pilotar el partido hasta el congreso federal, apoyándose para ello en Santos Cerdán y el propio Bolaños. Luego de la defensa numantina que hizo del puesto nada más saberse de la crisis de Gobierno, el paso atrás solo se entiende bajo la promesa de ciertas contraprestaciones todavía pendientes de pago. ¿Y si Ábalos, alguien que durante un largo periodo de tiempo ha tenido en su mano el botón rojo del Ejecutivo, no se diera por satisfecho?
Uno de los primeros medios en publicar la nota de despedida de Iván Redondo fue ‘El Diario Vasco’, donde el hasta hace poco todopoderoso —’sic transit gloria mundi’— jefe de gabinete de Presidencia empezó a hacer sus pinitos periodísticos. Redondo siempre se ha manejado con soltura en los medios de comunicación, colaborando con televisión, radio y prensa.
«A veces en política, en la empresa como en la vida, además de saber ganar, saber perder, hay que hacer algo mucho más importante: saber parar«, aclaraba en la nota. Valiéndose de una de sus mejores habilidades, la del manejo del relato, Redondo quería dejar entrever que su salida del Ejecutivo era voluntaria y tenía que ver más con el cansancio y los intereses empresariales que le hayan podido surgir que con un posible choque con su anterior jefe.
Sin embargo, en el nuevo Gobierno, donde ejerce de hombre fuerte Félix Bolaños, la versión difiere en todos los términos respecto a la del consultor. Hablan sin medias tintas de «despido procedente» para referirse a su marcha y justifican este por las maniobras de Redondo para tratar de hacerse con el control absoluto de Moncloa, mover carteras y convertirse en titular de un ministerio, el de Presidencia, que Sánchez nunca le prometió.
También alegan que estaba ‘overrated’ o sobrevalorado, que diría el común de los mortales, restando méritos a los logros cosechados y atribuyéndole los más recientes fracasos. Es digno de mención la velocidad a que cambia el viento en los predios gubernamentales.
Pocas cosas le han dolido más a Sánchez que el fallido asalto a Murcia, que atribuye a Ábalos aunque tiene muchos padres; la debacle del 4-M, de la que hace responsable a Redondo, o el quilombo montado en el Gobierno de coalición con la ley trans, que lleva el sello de Calvo.
El presidente del Ejecutivo ha tirado por la calle de en medio y ha laminado a los tres. Todo ello, sin medir adecuadamente las consecuencias de semejante acto, que las tendrá. Como en la famosa frase de Calvin Coolidge, presidente de los EEUU, Sánchez sabe que «nada en este mundo puede reemplazar la persistencia». Ni el talento, ni el genio ni la educación. «Solo la persistencia y la determinación son omnipotentes».