Pedro Chacón-El Correo

Ahora que todo el mundo habla de los apellidos de Aitor Esteban Bravo y de sus orígenes sorianos por parte de madre, para explicar que el PNV está pasando por algo que se veía venir, dada la realidad sociológica vasca, voy a romper una lanza por otra hipótesis para explicar la aparición estelar del hasta ahora portavoz del grupo nacionalista vasco en el Congreso de los Diputados, quitándole a Andoni Ortuzar sus ganas de seguir al frente del Euzkadi Buru Batzar.

Aitor Esteban no es renovación, por lo menos no generacional, puesto que se lleva apenas un mes con Andoni Ortuzar. Renovación generacional sí lo ha sido la de Imanol Pradales Gil. Retengamos este nombre porque aquí cuenta mucho en lo que ahora está pasando, a mi juicio.

Andoni Ortuzar hizo una auténtica revolución en la elección de Imanol Pradales Gil como candidato a lehendakari hace apenas un año, y que dio como resultado que el de Santurtzi saliera elegido para el cargo con los mismos escaños que Bildu y gracias al apoyo imprescindible del PSE.

La jugada de Pradales le salió bien a Ortuzar por dos motivos básicamente: uno porque, si el PNV pone, como se suele decir, un palo de escoba al candidato y se vuelca con él como partido, ese candidato sale, mejor o peor, pero sale; y dos, porque Bildu alcanzó su techo electoral y no da más de sí, que ya es bastante. Pensar que Bildu algún día vaya a ser el partido mayoritario en Euskadi, con la mochila que lleva detrás y de la que nunca se va a desprender, es como creer que los burros puedan volar, seamos claros.

La elección de Imanol Pradales causó una profunda quiebra en el interior del PNV. Y la razón estriba en la condición del candidato y, sobre todo, en la del personaje a quien venía a sustituir. Por la condición del candidato me refiero a que por primera vez un aspirante a lehendakari era un perfecto desconocido, no solo dentro del partido, que parece que también, sino sobre todo fuera.

Nunca había ocurrido nada parecido. Ardanza venía de ser presidente de la Diputación de Gipuzkoa y antes alcalde de Arrasate-Mondragón. Juan José Ibarretxe había sido vicelehendakari y antes presidente de las Juntas Generales de Álava y alcalde de Laudio/Llodio. Quiere decirse que eran personalidades cuajadas, conocidas, con bagaje público importante.

Iñigo Urkullu venía de ser lehendakari durante tres legislaturas seguidas, a dos años tan solo de batir el récord de Ardanza, y antes había sido presidente del PNV, y antes presidente del BBB. Una trayectoria así tiene que dejar necesariamente un poso importante en el partido. De manera que verse sustituido por un perfecto desconocido creo que puede calificarse como una perfecta ofensa en toda regla: histórica y política.

Ortuzar no se lo pensó y el sector urkullista del partido, que existe, a la vista está, no se lo ha perdonado.