- Con Luis Alberto Marcos, que cambió su nombre por Koldo Tellitu, ha desembarcado en las ikastolas el nacionalismo de la izquierda aberzale y un marcado antiespañolismo.
Las ikastolas son los centros educativos más característicos del País Vasco, con varias peculiaridades que las hacen únicas. La primera es su estructura económica asociativa. Se rigen como cooperativas de padres.
Esto les ha causado una serie de inconvenientes históricos relativos a su integración en la red general de centros educativos. Porque ni funcionan como empresas ni están integradas en la red pública. Se consideran emanadas de la sociedad vasca, pero a la vez se gestionan a sí mismas y son celosas titulares de sus centros.
Encajar esta realidad en la estructura económico-administrativa de la red educativa vasca no ha sido fácil. Pero es que, además, lo que las caracteriza, sobre todo, es que se consideran a sí mismas como una suerte de tarro de las esencias de la identidad vasca. Y de ahí les viene su enorme poder simbólico y, por supuesto, político.
El caso es que su presencia real en la sociedad vasca es mínima, si la comparamos con la red pública o con la red privada concertada en su conjunto. Lo no-público se lleva en el País Vasco la mitad del alumnado, en un caso sin parangón en el resto de España.
Pero dentro de lo no-público, las ikastolas no son mayoritarias, ni mucho menos, en relación con los centros religiosos.
Para decirlo con números, las ikastolas gestionan la educación de aproximadamente un 15% del alumnado vasco. Estamos hablando de 120 centros: 21 en Vizcaya, 8 en Álava, 38 en Guipúzcoa, 15 en Navarra y nada menos que 38 en el llamado País Vasco francés.
Y aquí está una de sus mayores singularidades, ya que desde 2009 han adoptado un modelo que permite una cooperación integrada entre las ikastolas, por encima de la frontera hispanofrancesa, conformando un organismo que se llama Federación de Ikastolas (Ikastolen Elkartea). Que luego, en cuanto al ámbito estrictamente de la Comunidad Autónoma Vasca, se llama Partaide.
Al frente de la institución, desde hace ya veinte años, está Koldo Tellitu.
La complejidad de la cooperativa hace que tampoco esté claro desde cuándo lleva Koldo Tellitu al frente de la misma. Porque el libro de referencia que explica el mundo de las ikastolas, que lleva el significativo título de El movimiento de las Ikastolas. Un pueblo en marcha, editado en 2011, dice que Koldo Tellitu era ya presidente de Partaide entre 2002 y 2006, y que fue nombrado presidente de la Confederación de Ikastolas de Euskal Herria en noviembre de 2006.
Pero el caso es que desde enero de 2004 ya encontramos artículos en prensa firmados por Koldo Tellitu donde se presenta como presidente a la vez de Partaide y de Ikastolen Elkartea. Su nombramiento se quiso explicar como un desembarco de la izquierda aberzale en el mundo de las ikastolas. Koldo Tellitu había sido antes abogado del sindicato aberzale LAB.
«La izquierda aberzale sigue los criterios marcados por las ikastolas en el ámbito educativo, cultural y simbólico»
Pero él siempre ha tenido la habilidad de justificar sus puntos de vista y posicionamientos como emanados del interés de las ikastolas, por encima de condicionantes políticos. De hecho, muchas veces, la influencia ha sido precisamente al revés. Es la izquierda aberzale y el nacionalismo en general el que sigue los criterios marcados por las ikastolas en el ámbito educativo, cultural y por supuesto, simbólico.
El ascendiente ideológico de las ikastolas en el ámbito nacionalista es enorme, imposible de cuantificar. Ellas son quienes mejor representan la identidad vasca en el territorio que el nacionalismo considera como potencial sujeto de soberanía: la Comunidad Autónoma Vasca, Navarra y el País Vasco francés. Las ikastolas ejercen además el papel de pioneras, de adelantadas de lo vasco en territorios donde la población apenas habla euskera. Las hay instaladas en pueblos al sur de Álava (Rioja Alavesa) y Navarra (Tudela), además de en el Condado de Treviño, que es Burgos.
Pero no sólo eso. Son las ikastolas las que organizan todos los años las cinco fiestas mayores del euskera, una por cada uno de los territorios vascos (Ibilaldia en Vizcaya, Kilometroak en Guipúzcoa, Araba Euskaraz en Álava, Nafarroa Oinez en Navarra y Herri Urrats en el País Vasco francés), donde la masiva presencia de niños con sus padres y profesores hace que los políticos nacionalistas se den de codazos por la foto.
[El presidente de una asociación de ikastolas se emociona públicamente con los ‘ongi etorris’]
El protagonismo político y la plataforma mediática que supone dirigir las ikastolas es uno de los factores principales que explican la presencia durante veinte años en el cargo de Koldo Tellitu. Por eso, para mí constituyó un verdadero acontecimiento que el personaje en cuestión publicara su primer libro no directamente relacionado con las ikastolas. Y que, además, lo hiciera en castellano.
Él ha dicho que es porque quería darle mayor proyección a su libro. Lo cual, como era previsible, ha indignado más aún a quienes, desde el mundo del euskera, han salido enseguida a reprocharle semejante ocurrencia.
El libro salió poco antes de estas Navidades y su título es Mi Yugoslavia, tan incomprendida. 253 páginas de letra apretada que me interesaba mucho leer por varias razones:
1. El cargo estratégico que ejerce su autor
2. Que sea aproximadamente de mi edad (él es del 66 y yo del 64) y que, por lo tanto, ha vivido lo mismo que yo con otros ojos
3. Por el tema, apasionante donde los haya: la izquierda y el nacionalismo en acción y haciendo saltar por los aires un país que ha sido clave de la historia europea del siglo XX.
«No se entiende cómo un presidente de ikastolas, licenciado en Derecho, ha podido poner en imprenta un libro como ese»
Pero mi primera reacción, nada más empezar a leerlo, fue de estupefacción. No se entiende cómo un presidente de ikastolas, licenciado en Derecho, ha podido poner en imprenta algo así.
Se salvan muy pocas páginas, no llegan a 30, que no tengan no una, sino varias faltas de ortografía. Faltan tildes por doquier. Se ponen comas entre el sujeto y el predicado. Se ponen adjetivos con mayúscula y nombres propios con minúscula. Se ponen signos de admiración o interrogación sólo al final de la frase (hasta en el título de dos capítulos aparece esta anomalía). Se ponen mayúsculas tras coma o minúsculas tras punto.
Una cosa increíble.
El libro tiene páginas que no pasarían un nivel B2 de español. Lo cual es alucinante, teniendo en cuenta quién firma el libro. Al margen de su zarrapastrosa presentación, leí el libro de un tirón llevado por las perlas que va dejando, que denotan una ideología y un modo de ser que conozco muy bien, pero que nunca había visto expresado de un modo tan evidente por escrito.
El antiespañolismo rezuma a cada paso, particularmente dirigido contra los medios de comunicación que daban cuenta del hecho yugoslavo.
En el libro aparecen tres temas principales. La cuestión del modelo comunista alternativo que supuso Yugoslavia, como parte del bloque soviético, pero al margen de sus estructuras imperialistas, encabezando los países no alineados. El modo cooperativo de gestión económica, que Tellitu sitúa como referente para el cooperativismo vasco. Y la implosión nacionalista tras la muerte de Tito en 1980, que acabó con el país disgregado en varios estados independientes, alguno de viabilidad dudosa.
Para no variar, Koldo Tellitu, máximo dirigente de la asociación Ikastolen Elkartea, dándole a «me gusta» a estos homenajes a un terrorista.
«Adiós y honor», le decían.
A un ASESINO. pic.twitter.com/D4MuhUldL2
— COVITE (@CovitePV) March 24, 2022
Sin entrar en la casuística de anécdotas, dos cuestiones muestran las mayores contradicciones. El autor admira profundamente la Yugoslavia de Tito, lo cual es ya de por sí cuestionable.
Pero a él le maravilla el asunto de la autogestión, el cooperativismo, y que se mantuviera al margen del criterio soviético, planificado y centralista. Dice que esa autogestión cooperativa era capaz de rehuir los peligros propios del capitalismo, en particular de lo que llama la «autoexplotación» del obrero.
Pero luego no puede por menos que reconocer que la excelencia deportiva alcanzada entonces, en concreto en el baloncesto, no se podría entender sin unos sistemas de entrenamiento que llevaban hasta el paroxismo el ansia de perfeccionamiento y competitividad. Sistemas de los que salieron leyendas como Kicanovic, Delibasic y después Petrovic, Divac y todos los demás.
Y luego está el tema del nacionalismo. Aquí reconoce que tanto en Croacia como en Serbia o Bosnia se hicieron valer todas las singularidades que alimentaron el antagonismo, cuando con Tito habían conseguido quedar postergadas o al menos dormidas. Hubo un rescate consciente y sistemático de las diferencias que llevaron a Yugoslavia a la catástrofe y que es precisamente el mismo método que alimenta el nacionalismo vasco, del que el autor es uno de sus principales adalides.
«Tellitu tiene unas declaraciones en las que afirma que la lengua materna también se puede elegir»
Hasta el punto de que en Tellitu sería sólo la voluntad nacional lo que cuenta. Para ser nacionalista basta con reivindicar con toda la motivación posible la singularidad cultural a través del aprendizaje del euskera. De hecho, tiene unas declaraciones en las que afirma que la lengua materna también se puede elegir: «Cualquiera puede tomar el euskera como lengua materna si tiene motivación».
El cóctel era demasiado fuerte como para no indagar algo más en el personaje. Resulta que Koldo Tellitu se llamaba al principio Luis Alberto Marcos Mejía. En una entrevista de 2016 cuenta que él, jugando al baloncesto, se ponía Koldo Markos (con k). Y que después su padre, apellidado Marcos Tellitu, aprovechando la ley de 1999 que permitió cambiarse el orden de los apellidos, pasó a apellidarse Tellitu Marcos (decía que por especial apego al apellido de su madre).
Sus hijos pudieron así ponerse de primer apellido el que, por orden natural, habría sido el tercero. Así es como Koldo Tellitu empezó a llamarse así, y como hoy es conocido.
Pero este cambio experimentó otra evolución. En documentos oficiales (véase, por ejemplo, el Boletín Oficial del País Vasco de 7 de mayo de 2007, página 10.275), siendo presidente de las ikastolas, aparece el nombre de Koldobika Alberta Tellitu Mejia (el segundo apellido sin tilde).
¿Y de dónde sale esa forma de escribir su nombre de pila? Pues del Santoral Vasco, publicado en 1910 por la Comisión de Euskera del PNV, donde la terminación en «a» es masculino y en «e» femenino. Atiendan: Luis es Koldobika y Luisa es Koldobike, así como Alberto es Alberta y Alberta es Alberte.
No me digan que no resulta rabiosamente moderno.
*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU y autor del libro Sabino Arana: padre del supremacismo vasco.