IGNACIO CAMACHO-ABC

  • En política ocurren cosas muy divertidas, como que el monopolio de la mentira se alarme por la veracidad de las noticias

El rey del bulo quiere legislar sobre la verdad. El organizador de comités de expertos fantasmas quiere verificar la existencia de accionistas de medios de comunicación. El faraón de la propaganda quiere regular la publicidad. El gran colonizador de las instituciones públicas quiere regenerar los medios de comunicación privados. Anuncia que nos va a regenerar como aquellos viejos comunistas decían a los disidentes que «les iban a hacer la autocrítica». Pero aún no ha decidido cómo llevar a cabo todo eso, o más bien cómo hacerlo sin que su sedicente regeneración acabe perjudicando al periodismo adepto. En leyes que disparan por la culata ya tiene experiencia este Gobierno. Los célebres «efectos indeseados», las normas con retroceso que luego necesitan la colaboración de la oposición para enderezar entuertos.

Igual que la amnistía, con aquel largo y farragoso exordio, podía reducirse a un solo artículo (quedan amnistiados todos los que diga Sánchez), el flamante e inconcreto ‘Plan de Acción para la Democracia’ cabe en otro párrafo único: quedan prohibidas aquellas publicaciones impresas o digitales, orales o escritas, cuyo contenido disguste al presidente y/o a su esposa. El Plan Begoña, lo ha bautizado Alsina. La Operación Farenheit 451, lo llama Alejandro Vara. Competición preventiva de ingenio periodístico; en la prensa sigue habiendo más talento que en esos laboratorios de frases de los partidos. Va a ser difícil embridar a un oficio con sobrada experiencia en descubrirle al poder rendijas por las que ponerlo en ridículo.

Lo van a intentar, sí: es una prioridad desde que las dudosas actividades profesionales de la mujer del César aparecieron en las noticias. ‘Touche pas à la femme blanche’, como aquella película de Marco Ferreri, con Deneuve y el ‘bello Marcello’. Un escarmiento a la fachosfera. Un proyecto envuelto en el solemne lenguaje de las directivas europeas: deontología, pluralismo, desinformación, veracidad, transparencia. Y pseudomedios, hallazgo reciente de la factoría narrativa monclovita, celosa de la competencia en el monopolio de la mentira. De las redes y su industria del odio, ni palabra: mucho cuidado con enfurecer a los internautas.

Vieja historia. La primera tarea del periodismo, y de la vida en general, consiste en aprender a resistir la presión. Presiona todo el mundo todo el tiempo: políticos, empresarios, jerarcas deportivos, tuiteros enfurecidos y últimamente, por aquello del ‘feed back’ digital, también el público. Sánchez no es el primero, ni será el último. Habrá problemas, tensiones, momentos antipáticos, pero si algo sabe esta profesión es que la libertad escuece. Siempre. Y esta vez no será distinto: habrá que defender el fuerte. Al fin y al cabo, la independencia de un periodista está en «sue palle», como enseñó el maestro Montanelli. No traduzco porque algunos lectores sensibles se ofenden.