Ignacio Camacho-ABC
- A base de superioridad moral autoadjudicada, la izquierda ha convertido la política en el arte de encubrir su ineficacia
Dice el tópico que la primera víctima de la guerra es la verdad. Sin embargo, en la guerra metafórica contra el coronavirus -una metáfora empachosa, saturada de retórica grandilocuente y épicas de saldo- la primera víctima en España está siendo la política, derrotada por eso que los propios politólogos llaman «el relato». El relato es la construcción artificial de un marco mental, de un argumentario que sirva para encubrir el fracaso de los liderazgos como ejercicio de responsabilidad ante los ciudadanos. El relato es una mentira de laboratorio, un truco de ilusionismo barato con el que los gabinetes de gurús y asesores tratan de rodear a sus jefes de un halo taumatúrgico de hombres de Estado. Pero cuando, como sucede
en España, el mandatario no da la talla porque todos los trajes de gobernante le vienen anchos, se hace menester inventar una historia arrojadiza contra los adversarios y hacer que su potente aparato mediático la divulgue a todo trapo. Lo esencial es que sea atractiva, que tenga gancho, aunque choque con la realidad de unos datos que la mayoría no va a contrastar porque nadie se interesa por los detalles áridos. En ese sentido, el relato no deja de ser también una manera de liquidar la verdad por un método más alambicado.
La narrativa gubernamental de la crisis, elaborada en los semilleros de La Moncloa, consiste en desviar la crítica a su calamitosa gestión de la emergencia sanitaria acusando a la derecha de haber adelgazado el sistema de salud pública hasta dejarlo en las raspas. Un cuadro fácil de vender a espíritus proclives a la confrontación sectaria: a un lado, el liberalismo perverso que desprecia la vida humana; al otro, el Gobierno benéfico y progresista impotente para revertir los recortes del PP en beneficio de la gestión privada. La fuerza seductora de las tramas esquemáticas.
Pero, se olvidan, ay, del terco discurso de las cifras. En concreto, las de gasto publicados por el Ministerio de Sanidad -y recogidos por los colegas de «El Independiente»- en su última estadística. Y resulta que la comunidad que más redujo la inversión de salud entre 2008 y 2017 fue… Andalucía. La Andalucía de los ERE, la de los mandatos de Chaves, Griñán y Susana Díaz, y con María Jesús Montero al mando de la Consejería. En total, un 9,2% menos por habitante y un 5,9% a la baja (700 millones menos) en porcentaje presupuestario. ¿Y Madrid, el bastión del capitalismo desalmado? Sorpresa: pese al fortísimo ajuste inicial, logró enmendarlo hasta sumar un 4,85 y un 9,08 por ciento más, en los respectivos parámetros y entre los mismos años. A ver cómo los fabricantes de relatos atan esa mosca (cojonera) por el rabo. No lo harán; simplemente no les hace falta. Tienen la hegemonía absoluta de la comunicación y de la propaganda. Y a base de superioridad moral autoadjudicada han convertido la política en el arte de embellecer la ineficacia.