IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El liderazgo de Feijóo se asentará en la medida en que sepa dar sentido a su hegemonía en las autonomías no nacionalistas

Un mes es mucho tiempo en este escenario político, y a Feijóo se le puede hacer largo el intento de gestionar una investidura testimonial abocada al fracaso. En estas semanas de relativo vacío se expone a cometer errores durante su ronda de contactos; ya ha armado un lío en el PP catalán con el solo anuncio de incluir a Junts y ERC en sus encuentros protocolarios. Le van a sobrar al menos quince días cuando complete la fase (estéril) de diálogo, y quizá le convenga renunciar al primer plano y dedicarlos a preparar su discurso lejos del ruido mediático. La oferta de pactos de Estado le permite ganar espacio de opinión pública pero el relato de ganador de las elecciones tiene un alcance limitado por mucho que resulte tentador sobreexponerse en el simulacro. A Sánchez, en cambio, le viene bien que el rival pase primero y le dé margen para ir cocinando bajo cuerda y a fuego lento la ley de amnistía que Puigdemont reclama como primer pago de su colaboración en el pacto que otorgue al presidente un nuevo mandato.

En realidad, la utilidad del encargo del Rey es la de investir al candidato popular como jefe de la oposición de pleno derecho, además de activar la cuenta atrás en el improbable aunque verosímil caso de bloqueo. El líder gallego tendrá así la oportunidad de exponer al país un programa concreto más allá de la «derogación del sanchismo» que el resultado electoral dejó fuera de juego. Es la hora de presentar un proyecto, una alternativa frente a un bloque plurinacional de recorrido incierto. Y luego ya se verá, dependiendo del desarrollo de la legislatura, si el partido y su electorado lo aceptan como el hombre adecuado para postular el relevo o se adentra de nuevo en el convulso proceso de los reequilibrios internos. Es pronto para eso: las elecciones salieron como salieron y, salvo que `Puchi´ le dé una patada al tablero, la derecha debe empezar a digerir la frustración y preparar una travesía del desierto.

La verdadera clave de esa difícil singladura, siempre en el supuesto de que el Gobierno reedite su mayoría, no estará tanto en el Congreso como en las autonomías, donde el PP atesora un enorme poder real, una capacidad de resistencia tangible y eficaz al modelo de rediseño territorial que los aliados de Sánchez tienen en perspectiva, y del que la amnistía completa del golpe constituye sólo la primera premisa. El liderazgo de Feijóo se asentará en la medida en que sepa coordinar y dar sentido a su hegemonía en las comunidades no nacionalistas para utilizarlas como dique ante la ofensiva confederal que se avecina. En el Parlamento sólo puede esperar una ristra de votaciones perdidas pero ese contrapoder institucional, bien organizado y alineado en una estrategia inteligente, es una formidable herramienta política. Quizá la única que pueda frenar el previsible intento de modificar la Constitución por la vía subrepticia.