Editorial, EL CORREO, 3/7/11
La unión de las tres capitales vascas entre sí -la llamada ‘Y’- mediante un tren de alta velocidad (TAV), que además debe conectar la propia Comunidad Autónoma con el eje París-Madrid-Lisboa, avanza con las dificultades que imponen el volumen de la obra -la mayor infraestructura jamás acometida en Euskadi-, las insuficiencias presupuestarias derivadas del recorte del gasto público y el esfuerzo por minimizar el impacto medioambiental y paisajístico que todo proyecto de este calado conlleva. La inversión de unos 500 millones de euros en tareas como aprovechar el material vaciado de los túneles para crear nuevas ‘montañas’ de terreno verde, la replantación de más de 100.000 árboles autóctonos, la depuración de las aguas y el acondicionamiento de espacios que permitan el libre desarrollo de la vida salvaje, no puede ser vista como un lujo, dado que la naturaleza y el paisaje de nuestra tierra constituyen una riqueza que ha de ser protegida y conservada a toda costa. Los trabajos emprendidos en ese sentido deben servir para desmontar los argumentos de quienes se escudan en la ecología para oponerse a un elemento que resulta esencial para la cohesión interna de Euskadi y para su conexión con el exterior. Todas las administraciones están obligadas a apoyar este proyecto estratégico cuyo retraso compromete el desarrollo de Euskadi.
Editorial, EL CORREO, 3/7/11