El Correo- ALBERTO AYALA

El Estado y el Govern independentista catalán hablan cara a cara, pero siguen sin entenderse. Y las perspectivas para otoño son peores

El Estado y Cataluña volvieron a sentarse ayer para hablar siete años después de su última cita a dos. Para hablar… cada uno de lo suyo. ¿El resultado? El fracaso esperable envuelto en palabras más o menos edulcoradas (versión de la ministra Meritxel Batet), más o menos descarnadas (versión del conseller Ernest Maragall). Vamos, lo que usted y yo calificaríamos como un completo fracaso.

Los soberanistas catalanes –lo mismo que el PNV de Ortuzar y Urkullu– no quieren saber nada de acudir a mesas comunes junto a las demás comunidades autónomas. No vaya a ser que algún despistado pretenda que son iguales.

Pues bien, el Gobierno de Pedro Sánchez no tuvo ningún empacho en regalar ayer la pírrica victoria de la foto bilateral al Govern Torra. Al fin y a la postre la comisión bilateral no es sino una previsión del Estatut. Como tampoco lo tuvo en acceder a hablar de lo que cada parte quiso, sin vetos. Para supuesto ‘escándalo’ de una parte del centroderecha español que en pleno 2018 pretende retroceder en el tiempo e ilegalizar ideas como las independentistas.

Al final hubo encuentro porque convenía a ambos. Al Ejecutivo socialista para marcar distancias con el estilo Rajoy y para hacer ver a los catalanes de a pie que entre la independencia y la nada, hay una oferta, la suya, para mejorar su calidad de vida.

Al valido de Puigdemont, al president Torra, embarcados ambos en la estrategia del cuanto peor mejor, para volver a ratificarse ante las fieles bases soberanistas en que con Madrid no hay nada que hacer. Nada de lo suyo, se entiende.

La puerta a la celebración de un referéndum de autodeterminación sigue, y seguirá, cerrada. Y el presidente Sánchez jamás pedirá a los jueces que excarcelen a los dirigentes del ‘procés’ presos. Así se lo dejó meridianamente claro ayer Batet a la delegación catalana encabezada por el vicepresident Aragonés y los consellers Maragall y Artadi. Cuestión diferente es si el Ministerio Público modula o no en el futuro las posiciones que mantuvo al respecto durante el mandato de Rajoy.

¿Eso quiere decir que estamos donde estábamos? Sí en lo sustancial. En lo que convierte en un imposible pensar en que la tormenta catalana vaya a despejarse pronto. Posiblemente no en lo accesorio. Hoy existe un diálogo que antes no había. Se seguirá hablando de competencias, de dineros y de conflictos competenciales. Pero nada de eso desactivará el conflicto.

Así que, de momento al menos, me permitirán que no me apunte al bando de los optimistas. Por desgracia, porque estaría encantado de hacerlo.

Porque ni PSOE, ni PP, ni Ciudadanos, ayer, hoy como mañana no aceptarán la hoja de reclamaciones del independentismo. Y, además, porque los secesionistas deben moverse en varios capítulos.

Los soberanistas siguen sin aceptar con hechos que quienes legítimamente abogan por la independencia no suman ni la mitad de los catalanes que votan, no digamos ya respecto del total de la población. Y tampoco que si los integrantes del anterior Govern están procesados no es porque en España se persigan las ideas independentistas, no de momento, sino porque ‘desbordaron la legalidad’, que es el eufemismo que muchos soberanistas, de allí y de aquí, usan para referirse a lo que lisa y llanamente es saltarse la ley.

Mucho me temo que las cosas pueden ponerse todavía más turbias en otoño cuando se juzgue a la cúpula del ‘procés’. Así que bienvenido el diálogo, el largo diálogo de ayer (tres horas y media). Ojalá que continúe y mejor aún si cuaja en hechos concretos. Pero mucho me temo que la vida sigue igual… de mal.