Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 25/4/12
ETA y su mundo no harán autocrítica de su trayectoria; creen, con razón, que sería reconocer su derrota
La vida sin nosotros es el título en español de un excelente documental en el que se explica lo que ocurriría en la Tierra si desapareciese el hombre. El documental muestra las transformaciones que se producirían con el tiempo y cómo la naturaleza iría haciendo desaparecer las huellas de la presencia humana, recuperando el terreno perdido durante siglos.
La semana pasada se cumplieron seis meses desde que ETA anunció la renuncia al terrorismo, aunque todavía no se ha producido su desaparición definitiva. Si se rodara un documental sobre la vida sin ellos estaríamos en las primeras fases, cuando todavía están muy presentes las huellas de la presencia del terrorismo -en especial en la sociedad vasca- y la tendencia a la recuperación de la normalidad de la sociedad pugna con las resistencias que ofrece la sombra prolongada de ETA. Tal vez, incluso, fuera demasiado pronto para comenzar este rodaje.
Una de las sombras que se mantienen es la pugna por el relato de los años del terrorismo, por determinar cuál va a ser la versión dominante que quede en la sociedad sobre la trayectoria criminal de ETA. «No podemos permitir que se construya un relato de nuestra historia reciente en el cual las responsabilidades de quienes han sustentado el terrorismo aparezcan equiparadas con la lucha de quienes resistieron sus ataques», manifestó recientemente el lehendakari, Patxi López. El mundo de ETA y de Batasuna es consciente de lo que supone la batalla del relato y no está dispuesto a ceder ni a realizar una autocrítica de su trayectoria. Creen, con razón, que sería el reconocimiento público de la derrota.
Reconocen que han matado, y que sus víctimas han sufrido, pero no van a admitir que esas muertes fueron ilegítimas y que no tenían derecho a herir a nadie. Buscan diluir sus responsabilidades hablando de violencias enfrentadas, de conflicto histórico con los estados (español y francés) o de culpabilidades compartidas en el mejor de los casos. No reconocen responsabilidades de manera colectiva ni individual. Con la excepción del pequeño grupo de presos de la vía Nanclares, no hay en ETA un miembro capaz de afirmar algo parecido a lo dicho en el 2004 por Francesca Mambro, de los Núcleos Armados Revolucionarios, de Italia: «He cometido muchos errores, crímenes y he destruido mi vida. Hemos elegido un camino sin salida». No hay una Nadia Mantovani, de las Brigadas Rojas, que admita: «Quería cambiar el mundo y he cometido muchos errores».
El arrepentimiento, incluso expresado a modo de autocrítica en términos políticos, es palabra maldita en ETA desde que la rama político-militar abandonó las armas en 1982. Los milis eligieron el concepto de arrepentidos como arma arrojadiza contra quienes renunciaron a la violencia. «No pedimos perdón ni medallas», proclamaron al anunciar la tregua de 1998. Pero piden impunidad para que los presos salgan de la cárcel.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 25/4/12