- La técnica y la ciencia de gobernar a los hombres ha de estar impregnada de serias exigencias éticas y que sin esta protección se convierte en una aséptica y fría tecnocracia
El miércoles pasado 23 de noviembre se presentó en la Fundación Carlos de Amberes en Madrid un libro muy oportuno y necesario en estos tiempos turbulentos, en que España ha caído en manos de políticos desaprensivos que la conducen a la disgregación y al fracaso. Me refiero a La Virtud de la Política de José Luis González Quirós.
Debido a mi existencia académica e investigadora en el ámbito experimental de las ciencias duras previa a mi entrada y posterior ejercicio de la política activa, siempre he sido un decidido partidario del método inductivo, es decir, la prueba de un aserto yendo de lo particular a lo general. Por eso mi juicio sobre este libro lo resumiré en una anécdota personal. Con cierta frecuencia, después de dar una conferencia o participar en un panel de debate, sobre todo si estas actividades se han desarrollado en un centro universitario o en foros en los que abundan entre el público personas en el inicio de su vida adulta, se me acerca algún o alguna joven que me dice que siente vocación política y me solicita consejo para satisfacer este anhelo pecaminoso. Yo suelo advertirle dos cosas, admito que con ánimo disuasorio. La primera es que se abstenga de iniciar una carrera política sin haber demostrado antes que es capaz de hacer algo sustantivo en la vida, terminar con éxito sus estudios, consolidar una trayectoria profesional, crear una empresa, formar una familia y logros similares, porque una dedicación exclusiva temprana a este mundo proceloso suele, como el sueño de la razón, crear monstruos. La segunda es informarle, a partir de mi experiencia personal tras un cuarto de siglo de afanes parlamentarios en Barcelona, Madrid y Bruselas y de desempeñar cargos orgánicos de primer nivel en un partido, que la política es un campo de la actividad humana en el que el número de disgustos supera ampliamente al de satisfacciones, que es terreno abonado para la mezquindad, la mediocridad, la traición, la ingratitud, la ignorancia, la corrupción y la incompetencia y que, si pese a estas desagradables circunstancias, quería lanzarse a su cultivo, no olvidasen mi aviso que me descargaba de toda responsabilidad. Confieso que estas actuaciones mías ante tiernas e incautas inclinaciones hacia el segundo oficio más antiguo del mundo, tan emparentado con el primero, están fuertemente sesgadas en sentido negativo, seguramente porque respiro por las abundantes heridas sufridas. Pues bien, a partir de ahora y en futuras ocasiones similares voy a ser más objetivo y equilibrado y me propongo añadir una tercera recomendación a las dos mencionadas, la lectura de La virtud de la política de mi queridísimo amigo José Luis González Quirós, y he dicho queridísimo y no entrañable amigo porque en los últimos tiempos el adjetivo entrañable aplicado a la amistad ha adquirido regias y peligrosas connotaciones.
Es una reflexión muy completa, lúcida y penetrante sobre la política, su naturaleza, su desarrollo, su significado y, principalmente, sobre las cualidades que deben impregnarla
La virtud de la política aporta una muy valiosa contribución a la comprensión y también al aprecio de este mal necesario que paradójicamente, como señala con acierto su autor, es susceptible, adecuadamente manejado, de hacer el bien. La política tiene mala prensa y hay sólidas razones para que la tenga, dada su estrecha vinculación con el poder. Es archiconocida la sentencia de Lord Acton que afirma que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente y es asimismo inmisericorde la rotunda y nada matizada aseveración de Ludwig von Mises: “El poder es el Mal”, a lo que añadía que por este motivo la limitación del poder es un imperativo moral. Esta esencia intrínsecamente luciferina del poder es analizada certeramente por José Luis González Quirós en inspiradas páginas que son un eficaz antídoto contra sus efectos destructores de los seres humanos, incluso de los más consistentes, no digamos ya de aquellos que sitúan el natalicio de Antonio Machado en Soria y que le ofrecen por dos veces colaboración a Senegal dirigiéndose al presidente de Kenia.
La virtud de la política es un ensayo muy original por su planteamiento y por su estilo. No es un tratado de ciencia política ni una historia de las ideas políticas ni por supuesto una autobiografía política, aunque participa en cierta medida de estas tres modalidades de estudio de la cuestión. Es una reflexión muy completa, lúcida y penetrante sobre la política, su naturaleza, su desarrollo, su significado y, principalmente, sobre las cualidades que deben impregnarla para que el resultado de su ejercicio por los gobernantes sea beneficioso para los gobernados. Del principio al fin, La virtud de la política, la última contribución, quizá la más ambiciosa y clarividente, de José Luis González Quirós a un tema que no sólo le ha interesado vivamente a lo largo de su camino filosófico, sino que le ha ocupado en determinadas etapas de su vida en donde ha dejado que su toga profesoral e investigadora se manchase por el polvo del camino y se desgarrase por sucesivas puñaladas, transmite una honda preocupación moral. Si tuviera que destacar una característica definitoria, una nota distintiva, de La virtud de la política sería ésta, su insistencia metódica e incansablemente pedagógica en la dimensión moral de la política, como, lejos de dogmatismos, de intransigencias inquisitoriales o de monopolios totalitarios de la verdad, el arte, la técnica y la ciencia de gobernar a los hombres ha de estar impregnada de serias exigencias éticas y que sin esta protección se convierte en una aséptica y fría tecnocracia o en la satisfacción amoral de una obscena ambición.
Sugiero que esta nueva y conseguida pieza del edificio de la dilatada obra de González Quirós sea distribuida entre los millares de cargos públicos de nuestra voluminosa partitocracia, pero no gratuitamente, sino a cargo, Real Decreto Ley mediante, del presupuesto del Ministerio de Igualdad, reforzando así la figura de su titular, algo controvertida en estos días, y para intentar que, tras su lectura y asimilación, detengan y rectifiquen el rumbo hacia el desastre que cada día se agranda en el horizonte de España a falta de la libertad, la piedad, la imaginación, la eficiencia, la inspiración moral, la transparencia, la independencia, el respeto a la legalidad y la cooperación que con muy esclarecidos argumentos La virtud de la política convincentemente reclama.