Olatz Barriuso-El Correo
- El PNV endurece su posición respecto a Sánchez porque es el único modo de no romper con él. Por si las moscas, se reserva la réplica para Feijóo
El parlamentarismo es, según Gabriel Rufián, improvisar e ir contestando a lo que uno escucha en lugar de seguir un esquema preestablecido. Pero el PNV llevaba ayer el guion preparado al milímetro: la primera intervención para escenificar lejanía y exigencia con Sánchez, la réplica para atizar a Alberto Núñez Feijóo. La posición de Sabin Etxea en este momento crítico de la legislatura es de capital importancia y no solo porque de ella dependerá en buena medida la suerte electoral a medio plazo del primer partido de Euskadi. También porque los jeltzales son los únicos socios de Sánchez que pueden, si así lo deciden, empujar la legislatura por la borda. No lo harán los que enarbolan la bandera de la izquierda, que dejan entrever que cualquier hedor es soportable con tal de no abrir paso a la derecha. No lo hará Junts mientras pueda seguir extorsionando al Gobierno: los de Puigdemont son sinceros, sólo les importa su libro.
¿Lo hará el PNV? Bastaría para ello con que Maribel Vaquero tachara de la lista de opciones que ayer ofreció a Sánchez la primera de ellas -«detallar lo sucedido para perimetrar las actividades delictivas y armar una mayoría en torno a una propuesta»- y se quedase con las otras tres que decidió verbalizar, a modo de advertencia. Las cosas que no se nombran no existen y ayer empezaron a existir como una espada de Damocles colgada de los ventanales de Sabin Etxea: cuestión de confianza, dimisión o elecciones anticipadas. El poder evocador de las palabras es indudable y pronunciar esos tres sintagmas en voz alta perfila la imagen de un partido, el PNV, que está soltando lastre apresuradamente. Lo de situar la confianza en el presidente «camino de la UCI» también podría funcionar como preludio de una ruptura inminente si no fuera porque el PNV ya ha recurrido a símiles parecidos en el pasado: Ortuzar prefirió la metáfora automovilística en lugar de la hospitalaria cuando alertó de que el depósito de confianza estaba en la reserva.
Y, sin embargo, el PNV no acaba de romper el hilo -cada vez más fino, es verdad- que le une al presidente del Gobierno. De hecho, la dura intervención de ayer, que le otorga por derecho propio el trofeo al más enfadado y exigente de los socios, era, paradójicamente, la única manera que tenía el partido de Aitor Esteban de poder seguir atado a Sánchez. La percepción interna del desgaste que provoca a la sigla seguir compartimentados en el cajón de sastre del sanchismo exigía, si no medidas drásticas, sí poner pie en pared, al menos en apariencia. Y eso es lo que hizo ayer el PNV en una cuidada coreografía que trataba de comunicar -el relato, una vez más- que en la virtud está el centro. Y, por lo tanto, que, en aristotélico equilibrio, ahí está también la formación jeltzale, ni con Sánchez pero, por supuesto, tampoco con Feijóo. Por si quedaba alguna duda, Vaquero y el líder popular se liaron en un cruce de mandobles que a ambos les conviene de cara a sus respectivos electorados.
Pero, separado el grano de la paja, el PNV sigue, a día de hoy, en la nómina de socios de Sánchez. A la pregunta de si podría borrarse, la respuesta es sí solo en el caso de que el fango salpique en la cara al propio presidente y la pantomima sea ya insostenible. Mientras tanto, hay cosas importantes que hacer, como, sobre todo, arreglar el entuerto de Talgo y ponerse la medalla de la Seguridad Social. El problema es que, además del cuento de ‘El traje nuevo del emperador’ que ayer le restregó la portavoz jeltzale a Sánchez, el electorado también se sabe el de ‘Pedro y el lobo’. Amagar y no dar también tiene sus riesgos.