Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

La generosidad de una persona no se conoce en su plena extensión hasta que no se presenta candidato a unas elecciones. Por ejemplo, usted ya sabía que Pedro Sánchez era un hombre generoso, pero estoy seguro de que está descubriendo ahora, cuando faltan menos de tres semanas para las elecciones, la profundidad de su bondad, la altura de su grandeza, la extensión de su magnanimidad, el tamaño de su abnegación, su incontrolable altruismo y su inacabable nobleza. Va a construir en cuatro años más casas que Ramsés III en todo su reinado y las va a poner más asequibles que las florecillas del campo en primavera. No hay día que no anuncie nuevas construcciones, tantas que harían sonrojar de envidia a los mismísimos ministros franquistas Utrera Molina o Arrese. Y no hay día que no aumente la cuantía de los avales a conceder. Si está interesado, le aconsejo que espere un rato, porque si esto sigue y el proceso dura un poco más las acabará regalando.

Otra sorpresa ha sido la inesperada importancia lograda por el tema de la vivienda. Durante estos cuatro últimos años ha captado una mínima atención de la actualidad política. Si me promete que hace dos días conocía el nombre de la ministra responsable de la materia le invito a un rioja. Bueno, pues si ahora enciende la tele ya se puede poner a contar viviendas. Mire al solar que tiene enfrente y que ha estado años abandonado. ¿Lo ve? Ya se ha urbanizado, está lleno de grúas en acción y los gestores hipotecarios corren tras los clientes interesados. François Miterrand decía que las promesas electorales solo competen a quienes se las creen, pero ¿no ha ido todo esto demasiado lejos? ¿De verdad que los listos que planifican las campañas electorales están seguros de que son muchos los incautos que pican ese anzuelo?

La vivienda ha pasado de ser una necesidad a ser un derecho (Sánchez ‘dixit’) y está muy bien. Pero si no se construían cuando era una necesidad real, ¿por qué se van a construir ahora que son un derecho etéreo? Es un bien necesario y preciado y precisamente por eso no se debería frivolizar con tamaño descaro. El problema de su falta de disponibilidad y de su coste es muy complejo y exige actuaciones en muchos ámbitos, además de en los platós de televisión y en las plazas de los pueblos. Hace falta más decisión y mayor compromiso, más actuaciones concretas que promesas ilusorias y más seriedad que oportunismo. Tendremos tiempo para contabilizar las realmente construidas.