Hemos asistido a la crisis del discurso de Anoeta y los perdedores han sido los Otegi y compañía, a quienes ETA ha cortado las alas. Los jefes de la banda siguen siendo los jefes del conjunto de la izquierda abertzale. Se ha desvanecido la esperanza de que los líderes políticos fueran capaces de imponerse. Esta lección deberá ser anotada por el Gobierno para el futuro.
Todos los signos externos emitidos por ETA y su entorno durante los últimos tres meses venían alimentado el pesimismo sobre la suerte del proceso de diálogo con la banda terrorista: ha habido reafirmación de las exigencias políticas maximalistas, exhibición de armas, reabastecimiento de arsenales, aumento de la presión callejera y política, amenaza de poner fin a la tregua, etc.
El Gobierno dice que no creía en el ultimátum implícito que había fijado ETA y que concluía en el día de hoy, pero a medida que se ha ido acercando esa fecha se ha preocupado de agilizar las gestiones, movimientos y contactos para asegurarse de que concluido el otoño no acabara con él la tregua iniciada en marzo. Establecidos esos contactos la semana pasada, de pronto ha desaparecido del horizonte la amenaza de que la rueda de la historia volviera a girar hacia atrás.
La realidad, sin embargo, no ha cambiado en absoluto: ETA sigue defendiendo un modelo de proceso que colisiona frontalmente con el esquema autorizado por el Congreso de los Diputados en su momento. La banda sigue reclamando la aceptación de la autodeterminación y Navarra como cuestión innegociable. La última crisis ha sido provocada precisamente porque los terroristas querían garantías sobre estas exigencias, garantías que ninguna formación democrática puede darles.
Los acontecimientos ocurridos en los últimos dos meses han evidenciado, por otra parte, que la banda terrorista ha cortado las alas a los líderes del partido afín para asumir ella misma un protagonismo político que parecía haber delegado en Batasuna. Ha sido la crisis del discurso de Anoeta y los perdedores de esa crisis han sido los Otegi, Barrena y compañía a quienes la banda ha dejado desairados. Lamentablemente, los jefes de ETA siguen siendo los jefes del conjunto de la izquierda abertzale y la esperanza de que los líderes políticos fueran capaces de imponerse a los cabecillas de la banda se ha desvanecido. Esta lección deberá ser anotada por el Gobierno para el futuro.
Sería una buena noticia que se confirmara que ya no hay peligro de ruptura de la tregua porque quienes amenazaban con romperla hayan reconsiderado sus posiciones. Por ahora se han escuchado opiniones al respecto de todo el mundo, salvo de la propia organización terrorista. La de ETA es la voz ausente en este momento y la que realmente interesa escuchar para saber si la euforia de estos días tiene fundamento o es un espejismo pasajero.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 21/12/2006