Juan Van-Halen-El Debate
  • Doña Úrsula, la que pone ojitos a Sánchez, falló a Feijóo y a los españoles. Weber también. Y se destapó una nueva contradicción de Sánchez: anunció un pacto con la ultraderecha europea y, al final, el mentiroso patológico aceptó a los candidatos de Meloni y Orbán

Irene Montero, eurodiputada y ex ministra del Reino de España, esta última condición es sorprendentemente cierta, es tertuliana de Risto Mejide, un brillante presentador televisivo. A nadie sorprende que defienda la ideología del partido en cuyas listas llegó a la Eurocámara y que, obviamente, ataque a los demás. Ha ocurrido ya en otros casos anteriores y actuales. Se trata de una televisión privada y ficha a su gusto. La pública contrata al gusto de Sánchez y ahora ya sin contención alguna,

Lo que podría resultar chocante no atiende al medio en que se opine sino a un componente ético. De poderse mirar en el espejo sin rubor. Alguien que defiende sus ideas desde una responsabilidad pública, que es su función, es discutible que deba defenderlas, también remunerado, en un medio. Está limitado en sus planteamientos ¿Qué libertad de opinión puede esgrimir? Los tiempos han cambiado y no poco. Hace años los políticos en ejercicio, ejecutivos o parlamentarios, no cobraban por sus opiniones en los medios ni los utilizaban. No se prestaban a ejercer, ya lo escribí en su día, un periodismo funcional o embozado, convirtiéndose en la voz de su amo.

«La voz de su amo» nos lleva a aquella imagen, pintada al final del siglo XIX por Barraud, del perro Nipper escuchando la voz del pintor ante un fonógrafo. Luego el fonógrafo fue sustituido por un gramófono. Tras ser el logo de la compañía Víctor y algunas otras, acabó como imagen de RCA y de la japonesa JCV. ¿Quién con cierta edad no recuerda aquel logo? Un periodismo, desde la utilización de un medio al servicio de sus jefes partidistas, no puede garantizar la libre opinión que se atribuye a quienes no alzan sus juicios desde un cargo público que les obliga ideológicamente. Se trata de alejar toda duda.

Este periodismo convertido en voz de su amo no es nuevo y coincide ahora con la decisión del Parlamento Europeo de incorporar a Teresa Ribera a una vicepresidencia del colegio de comisarios de la UE. El PP reaccionó con decisión para evitarlo, pero una cosa es el PP y otra el PPE, diferencia que repetidamente Vox, por ejemplo, ha negado. Incluso denunciando repetidamente una connivencia con los socialistas europeos. El PP no ha hecho teatro, sencillamente ha opinado lo debido, entre otras evidencias porque quienes conocemos mejor la incompetencia dolosa de Ribera somos los españoles, y no sólo en la tragedia valenciana sino desde hace seis años eludiendo decisiones para evitarla. Prevaleció una norma supuestamente ecologista del gobierno de Ximo Puig, premiado por Sánchez con una embajada.

Ya escribí sobre la incumplida obligación legal del presidente de ponerse al frente de la acción del Estado. Le obliga, entre otras normas, la ley de Seguridad Nacional aprobada en su mandato. Ribera no estaba en España ni ha visitado los municipios afectados. Otro cálculo avieso de Sánchez: si Ribera visitaba esas zonas hubiese sido abucheada, como lo es siempre su jefe, y la imagen podría resultar negativa para la obtención de su ansiado cargo europeo. Su comparecencia parlamentaria, tan esperada, fue una burla. ¿Y Mazón? Sus errores, que los hubo, habrán de evaluarse, pero resulta chusco que sea tema de debate si comió o no comió y con quién. Todos comerían ese día, desde Teresa Ribera a la presidenta de la Aemet y al presidente de la CHJ, dos responsables. Avisaron tarde y mal.

Doña Úrsula, la que pone ojitos a Sánchez, falló a Feijóo y a los españoles. Weber también. Y se destapó una nueva contradicción de Sánchez: anunció un pacto con la ultraderecha europea y, al final, el mentiroso patológico aceptó a los candidatos de Meloni y Orbán. ¿El voto de Vox coincidirá con el voto socialista? Mientras, Abascal, al que no se vio en los municipios arrasados –no pasó de Aganda– aprovechó para asegurar que la aceptación de Ribera supone la irrelevancia del PP. Abascal preside un grupo denominado «Patriotas», como si el resto no lo fuesen. Pero a ese conglomerado se le conoce urbi et orbi como «grupo de Orbán».

Algún comentarista emplea un término inventado y repetido por Vox: «la PSOE», ejerce de adivino, y considera al PP «cómplice» de doña Úrsula, de Weber y hasta de los socialistas, aunque no vaya a votar con ellos. Recuerdo aquellos versos de Quevedo: «No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo». Frente a tanta voz de su amo.