Ya que no hay solución para la pesadilla catalana porque así lo ha decidido Pedro Sánchez, que podamos al menos divertirnos
El verano no termina en los agridulces días que dan entrada a septiembre, con sus tormentas y sus gotas frías que sirven impepinablemente de frontera entre los dorados días del fin de agosto y las obligaciones del otoño que se nos viene encima. Podría parecerlo, pero no es así. En parte porque las tormentas duran poco y los pueblos y playas en las que hemos pasado el verano, una vez liberados de su exceso de población y de vuelta a la tranquilidad, reservan para septiembre su mejor clima y sus más espléndidas calmas, y en parte, y aquí viene el dato fundamental, porque el verdadero otoño arranca muchísimo antes, cuando empezamos a sufrir el bombardeo de publicidad de los grandes almacenes recordándonos la vuelta al cole mientras aún estamos acabando de colocar la ropa de verano en el armario temporal que va a albergarla.
Recuerdo con angustia el primer impacto que esa publicidad me producía en los veranos de mi infancia, unida siempre a una imagen gigante de cuadernos, estuches y zapatos Gorila que funcionaban como recordatorios de la cárcel que me esperaba después de los días mágicos triscando con los primos con las rodillas permanentemente cubiertas de mercromina. Un desespero que sumía a niños y mayores, que solo lo son por fuera y a los ojos de sus hijos, en una necesidad compulsiva de disfrutar al máximo de cada minuto de libertad mientras durase, relegando con gran esfuerzo de voluntad los libros de texto y los horarios estrictos a un rincón lejano de nuestra memoria.
Algo así debe estar sucediéndole a nuestro Carlomagno de bolsillo, que así se hace llamar, con un grado de desvergüenza bastante notable, en las redes sociales. A Puigdemont se le acaban los siete años de vacaciones pagadas en Waterloo y en pleno agosto va a tener que enfrentarse a la vuelta al cole si no quiere que otros chavales más diligentes que él le coman la tostada y se queden con la pelota que va de regalo con los zapatones.
- A nuestro Puchi, cuyo odio por Esquerra es solo superior al que siente por España, le da una rabia incontrolable que los de Junqueras hayan pactado con el criptoindepe Salvador Illa
Como no hay mala idea que no se copie hasta la extenuación, nos ha castigado con una carta de tres folios de una prosa tan calenturienta que se recomienda no emprender su lectura sin encender antes un ventilador, y a ser posible, el aparato de aire acondicionado a la potencia máxima. Entre delirios pseudo históricos y un victimismo delirante, encontramos en ella joyas como ésta: “Como en todo conflicto híbrido, se ha atacado nuestro entorno con tal de intimidarlo y neutralizarlo.” Me imagino que se debe estar refiriendo a los 6.000 euros mensuales con los que la Diputación de Barcelona ha estado pagando durante todos estos años a su mujer Marcela Topor por un programa fantasma en la red de televisiones locales que nadie ha conseguido ver todavía pero en cuya existencia creemos todos aunque solo sea por la pasta que nos cuesta. En cualquier caso, extraña manera de intimidar entornos, ya quisiéramos todos ser intimidados así.
A nuestro Puchi, cuyo odio por Esquerra es solo superior al que siente por España, le da una rabia incontrolable que los de Marta Rovirahayan pactado con el criptoindepe Salvador Illa la continuidad de los cientos de cargos y carguillos adjudicados a dedo a los cuadros del partido, que es de lo que de verdad se trata. Hay que tener en cuenta que en estos partidos supremacistas se cuelan curiosamente muchos tontos de cada pueblo cuyas vidas se tornarían inviables sin los sueldos públicos obtenidos única y exclusivamente por su entusiasmo militante, y asegurar la permanencia de la fuente de ingresos de esta pandilla de parásitos inútiles es, al final, lo único importante en la negociación entre PSC y ERC.
Puigdemont no puede tolerarlo y está dispuesto a dejar su mansión belga y llegar a Barcelona a pegarle una patada metafórica a la mesa de negociación, imagino que cómodamente instalado en el maletero de un coche tal y como hizo cuando se fue. No quiere que los de Esquerra cobren, no quiere que Junqueras se marque el tanto y no quiere que Sánchez se crea que le ha ganado la partida. El hijo del pastelero de Amer no puede soportar sentirse irrelevante y como no tiene nada que perder enredará hasta el final.
Igual que Jesús Fueyo, catedrático de Derecho Político, dijo de España que “Es un país trágico, pero poco serio” puede decirse de Cataluña que es una región trágica pero poco seria
Es una lucha a muerte entre el “jovent” de Esquerra, que decidirá el sentido del voto de su única representante, y el “tietam” de Junts, fabuloso concepto acuñado por Xavier Rigall que podría traducirse como el “tietado”, todos esos tiets y tietas hiperventilados de la tercera edad que, comandados por el venerable Lluis Llach, pretenden impedir que se llegue a un gobierno catalán presidido por el PSC. Igual que Jesús Fueyo, catedrático de Derecho Político, dijo de España que “Es un país trágico, pero poco serio” puede decirse de Cataluña que es una región trágica pero poco seria. Y la ciudadanía atónita, que sabe que no tiene ya nada ni que perder ni que ganar, porque Salvador Illa es tan independentista o más que sus socios, casi mira al de Waterloo con simpatía esperando que de verdad se atreva y haga saltar el tablero político catalán por los aires. Ya que no hay solución para la pesadilla catalana porque así lo ha decidido Pedro Sánchez, que podamos al menos divertirnos, como Nerón, viendo como arde Roma.