Los dirigentes de Batasuna aceptaron resignadamente en el 2000 la ruptura de la tregua y volvieron a plegarse a ETA en 2007, cuando la banda puso fin a otra tregua. Sólo han llegado a insinuar que quieren negociar el final de ETA y capitalizarlo, siempre que no conlleve un enfrentamiento con ésta. Pero ETA no acepta que su futuro lo decida batasuna.
El episodio de los etarras sorprendidos cuando circulaban con una furgoneta con material explosivo en dirección a Portugal guarda un gran paralelismo con la célula terrorista detectada el 23 de diciembre de 2006 cuando sacaban explosivos de un zulo en Amorebieta. Hace tres años estaba en vigor una tregua oficial y en este momento hay un parón de la actividad terrorista, por las causas que sean, que dura ya cinco meses.
El incidente de Amorebieta reveló que las células de ETA estaban ya preparando acciones concretas, como se pudo confirmar una semana más tarde con el atentado de Barajas. Lo ocurrido este fin de semana entre Zamora y Portugal evidencia exactamente lo mismo: que la banda tiene ya avanzados los preparativos para reanudar los atentados en cualquier momento y que el recreo de estos cinco meses se ha acabado.
Una vez más se pone de manifiesto una doble incapacidad: la de ETA para finalizar su actividad terrorista y la de su entorno político para arrastrar a la banda hacia el abandono de las armas. Los dirigentes etarras han decidido, por la vía de los hechos, dejar claras cuáles son las únicas conclusiones que están dispuestos a admitir en el debate desarrollado en el seno de Batasuna. Lo que estaba dispuesta a admitir ETA lo había puesto antes por escrito en el denominado ‘Informe Mugarri’, redactado por los propios dirigentes de la banda, en el que se defiende la continuidad de la violencia.
Todos los indicios llevan a pensar que ETA está a punto de reanudar la actividad terrorista. Si llega ese momento se pondrá a prueba el alcance de las convicciones de quienes se supone que dentro de Batasuna defendían un cambio de estrategia para hacer política sin armas. La actual generación de dirigentes de Batasuna aceptó de manera resignada en el año 2000 la ruptura de la tregua por parte de ETA y se volvió a plegar a la voluntad etarra en 2007, cuando la banda reanudó su actividad asesina poniendo fin a una nueva tregua.
Ahora tienen la oportunidad de demostrar que si no tienen capacidad para condicionar a ETA disponen al menos de la voluntad de emanciparse de la banda terrorista. Eso exige marcar distancias públicas con el terrorismo y quienes lo practican, pero esta generación de dirigentes de Batasuna, como las anteriores, no ha dado muestras de estar dispuestas a romper con ETA.
Lo más lejos que ha llegado es a darnos a entender que quiere negociar el final de ETA y capitalizarlo, siempre que eso no conlleve un enfrentamiento público con la banda terrorista. El problema es que esta ETA tampoco parece dispuesta a que sean los dirigentes de Batasuna quienes decidan sobre su futuro.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 12/1/2010